jueves, 31 de agosto de 2017

LA ELEGANCIA DE LOS GALGOS INUNDA MOSCÚ


Vladímir Stajéev, es un fotógrafo ruso que con motivo de una exposición canina celebrada es Moscú, nos regala estas bonitas fotos de los elegantes galgos pertenecientes a distintas razas participantes en el evento.


















DE CÓMO EL GATO CONQUISTÓ EL MUNDO


Los gatos viajaron desde el Próximo Oriente y desde Egipto hasta nuestros hogares
El gato salvaje se hizo doméstico atraído por los ratones de las granjas

Dicen que si un gato pasa una noche en una casa se queda definitivamente en ella. Estos pequeños felinos, asiduos protagonistas de vídeos en internet que a veces parecen conspirar sobre la dominación del mundo, lo que han logrado conquistar es por lo menos nuestro hogar y sobre todo nuestro sofá.
Les pertenecemos, según nos ven ellos a nosotros, y en sus dominios entra todo lo que él cree suyo, lo que incluye desde nuestro más preciado sillón hasta nuestra cama y, por supuesto, nosotros mismos. El gato nos tiene bien amaestrados y de no poner coto a esa fascinación con la que nos seduce, seríamos los dueños los que acabásemos ronroneando para solicitar su atención. 


Es un encantamiento que viene de lejos y, aunque no siempre fue el animal casero que conocemos, su historia y evolución está ligada en parte a esa atracción que producen las elegantes formas de este pequeño felino.
El primo salvaje del gato doméstico, un Felis silvestris de hábito solitario cuenta con cinco subespecies de las que sólo una, el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica) sucumbió a su vez a la cercanía del hombre y fue domesticado con éxito.
Lo atrajo el ratón que frecuentaba los almacenes de grano de los primeros agricultores, los del Oriente Próximo, 7.500 años antes de Cristo. Y así, persiguiendo a la que ya por aquel entonces era su más codiciada presa, el ratón se introdujo en los graneros y el gato en nuestras casas. El beneficio de tenerles cerca para controlar las plagas contribuyó a una asociación que ha perdurado hasta nuestros días. 

 
Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de científicos de hasta 25 instituciones que, en un trabajo conjunto que se ha publicado en la revista Nature este lunes, desvelan cómo se produjo la domesticación de los felinos.

Estas subespecies "difieren bastante en su morfología y sobre todo en su comportamiento. Felis silvestris lybica tiene una actitud más amistosa con los seres humanos, en comparación, por ejemplo, con el gato montés europeo", ha mencionado en declaraciones a EL MUNDO Claudio Ottoni coautor del estudio por la Universidad de Leuven, en Bélgica.
Mediante el análisis del ADN de 200 muestras de gatos provenientes de tumbas vikingas, momias egipcias y yacimientos de la Edad de Piedra, los investigadores han revelado que la domesticación del gato ocurrió en dos lugares distintos, el Próximo Oriente y Egipto, y se propagó a otras regiones, en dos oleadas que llegaron a Europa. 


El trabajo, liderado por Eva-María Geigl, del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de París y Claudio Ottoni, cuenta además con contribución española.
"Hemos suministrado el material de los yacimientos españoles, zona en la que hasta la fecha no constaba gato alguno analizado paleogenéticamente, y hemos participado en la contextualización e interpretación de los datos", ha explicado a este medio Arturo Morales Muñiz, del Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid, coautor del estudio junto a la española Laura Llorente.

Domesticados y viajeros

La comparación del ADN tomado de estos gatos antiguos en distintos lugares ha permitido trazar por dónde viajaron los intrépidos felinos que desde Oriente Medio aparecieron en Bulgaria y Rumanía hace 6.000 años. La segunda oleada surgió de su domesticación en el antiguo Egipto.
Son los gatos de la época que se conservan momificados en yacimientos y museos. Representados en innumerables pinturas de esta cultura, los gatos egipcios se extendieron hacia Europa con las rutas comerciales del imperio romano, probablemente para controlar a los roedores de los barcos durante el primer milenio antes de Cristo. 


"Es posible que fuera en la sociedad egipcia cuando algo cambió en el comportamiento de los gatos: evolucionaron hacia una disposición más amistosa con los seres humanos, lo que probablemente los convirtió en los animales domésticos que conocemos hoy en día. Formaban parte del hogar, pero todavía guardaban habilidades de depredadores que los hicieron útiles cazadores de ratones a bordo de las naves", ha comentado Ottoni.
Esta dispersión fue incluso más intensa en la época vikinga en la Edad Media, cuando era incluso obligatorio llevar a los felinos a bordo, lo que explica que los investigadores hayan encontrado ADN de gato egipcio en el puerto vikingo de Ralswiek, lo que confirma su transporte a lo largo de las rutas comerciales marítimas al norte de Europa.


Los gatos egipcios y vikingos "no se diferenciaban morfológicamente, pero sí son genéticamente diferentes", ha aclarado Ottoni. Estas diferencias de linaje entre las poblaciones de gatos egipcios, vikingos o del Oriente Próximo y Medio son las que "nos hizo pensar que los gatos de Egipto viajaban a bordo de naves recorriendo largas distancias", ha añadido.
Sin embargo, estos primeros felinos amaestrados no eran cómo los de ahora. Desde los primeros gatos salvajes domesticados, hasta las mascotas actuales que todos conocemos, el pelaje de estos animales ha ido variando de un patrón listado, como el de la piel de las caballas, a un conjunto de manchas atigradas que aparecieron por primera vez en los gatos turcos en el siglo XIV.
La esbeltez de estos pequeños felinos adornada con estos llamativos dibujos fue ampliamente valorada durante la sociedad del siglo XIX y ayudó a popularizar la tenencia de estos animales de aspecto elegante que hoy conviven en nuestras casas y someten a sus dueños a su bella tiranía.


¿Continúan nuestros queridos mininos su evolución? "Por supuesto", ha aseverado Morales. "De hecho, dado que las poblaciones de felinos son cada vez mayores, con millones de individuos, cabe suponer que generen cada vez una mayor variación heredable, y por tanto, una evolución cada vez más intensa", ha estimado. "La evolución nunca para", añade por otro lado Ottoni. "En qué dirección es algo ya difícil de decir", ha concluido el investigador.


Escrito por Mar de Miguel en El Mundo

 

miércoles, 30 de agosto de 2017

EL GATO BAJO LA LLUVIA; POR ERNEST HEMINGWAY


Sólo dos americanos había en aquel hotel. No conocían a ninguna de las personas que subían y bajaban por las escaleras hacia y desde sus habitaciones. La suya estaba en el segundo piso, frente al mar y al monumento de la guerra, en el jardín público de grandes palmeras y verdes bancos. Cuando hacía buen tiempo, no faltaba algún pintor con su caballete. A los artistas les gustaban aquellos árboles y los brillantes colores de los hoteles situados frente al mar.
Los italianos venían de lejos para contemplar el monumento a la guerra, hecho de bronce que resplandecía bajo la lluvia. El agua se deslizaba por las palmeras y formaba charcos en los senderos de piedra. Las olas se rompían en una larga línea y el mar se retiraba de la playa, para regresar y volver a romperse bajo la lluvia. Los automóviles se alejaron de la plaza donde estaba el monumento. Del otro lado, a la entrada de un café, un mozo estaba contemplando el lugar ahora solitario.


La dama americana lo observó todo desde la ventana. En el suelo, a la derecha, un gato se había acurrucado bajo uno de los bancos verdes. Trataba de achicarse todo lo posible para evitar las gotas de agua que caían a los lados de su refugio.
–Voy a buscar a ese gatito –dijo ella.
–Iré yo, si quieres –se ofreció su marido desde la cama.
–No, voy yo. El pobre minino se ha acurrucado bajo el banco para no mojarse ¡Pobrecito!
El hombre continuó leyendo, apoyado en dos almohadas, al pie de la cama.
–No te mojes –le advirtió.
La mujer bajó y el dueño del hotel se levantó y le hizo una reverencia cuando ella pasó delante de su oficina, que tenía el escritorio al fondo. El propietario era un hombre viejo y muy alto.
Il piove –expresó la americana.
El dueño del hotel le resultaba simpático.
Sí, sí signora, brutto tempo. Es un tiempo muy malo.
Se quedó detrás
Se quedó detrás del escritorio, al fondo de la oscura habitación. A la mujer le gustaba. Le gustaba la seriedad con que recibía cualquier queja. Le gustaba su dignidad y su manera de servirla y de desempeñar su papel de hotelero. Le gustaba su rostro viejo y triste y sus manos grandes. 


Estaba pensando en aquello cuando abrió la puerta y asomó la cabeza. La lluvia había arreciado. Un hombre con un impermeable cruzó la plaza vacía y entró en el café. El gato tenía que estar a la derecha. Tal vez pudiese acercarse protegida por los aleros. Mientras tanto, un paraguas se abrió detrás. Era la sirvienta encargada de su habitación, mandada, sin duda, por el hotelero.
–No debe mojarse –dijo la muchacha en italiano, sonriendo.
Mientras la criada sostenía el paraguas a su lado, la americana marchó por el sendero de piedra hasta llegar al sitio indicado, bajo la ventana. El banco estaba allí, brillando bajo la lluvia, pero el gato se había ido. La mujer se sintió desilusionada. La criada la miró con curiosidad.
Ha perduto qualque cosa, signora?
–Había un gato aquí –contestó la americana.
–¿Un gato?
Sí il gatto.
– ¿Un gato? –la sirvienta se echó a reír– ¿Un gato? ¿Bajo la lluvia?
–Sí; se había refugiado en el banco –y después–: ¡Oh! ¡Me gustaba tanto! Quería tener un gatito.
Cuando habló en inglés, la doncella se puso seria.
–Venga, signora. Tenemos que regresar. Si no, se mojará.
–Me lo imagino –dijo la extranjera.


Volvieron al hotel por el sendero de piedra. La muchacha se detuvo en la puerta para cerrar el paraguas. Cuando la americana pasó frente a la oficina, el padrone se inclinó desde su escritorio. Ella experimentó una rara sensación. Il padrone la hacía sentirse muy pequeña y a la vez, importante. Tuvo la impresión de tener una gran importancia. Después de subir por la escalera, abrió la puerta de su cuarto. George seguía leyendo en la cama.
– ¿Y el gato? –preguntó, abandonando la lectura.
–Se fue.
– ¿Y dónde puede haberse ido? –preguntó él, abandonando la lectura.
La mujer se sentó en la cama.
– ¡Me gustaba tanto! No sé por qué lo quería tanto. Me gustaba. No debe resultar agradable ser un pobre gatito bajo la lluvia.
George se puso a leer de nuevo.
Su mujer se sentó frente al espejo del tocador y empezó a mirarse con el espejo de mano. Se estudió el perfil, primero de un lado y después del otro, y por último se fijó en la nuca y en el cuello.
– ¿No te parece que me convendría dejarme crecer el pelo? –le preguntó, volviendo a mirarse de perfil.
George levantó la vista y vio la nuca de su mujer, rasurada como la de un muchacho.
–A mí me gusta como está.
– ¡Estoy cansada de llevarlo tan corto! Ya estoy harta de parecer siempre un muchacho.
George cambió de posición en la cama. No le había quitado la mirada de encima desde que ella empezó a hablar.
– ¡Caramba! Si estás muy bonita – dijo.
La mujer dejó el espejo sobre el tocador y se fue a mirar por la ventana. Anochecía ya.


–Quisiera tener el pelo más largo, para poder hacerme moño. Estoy cansada de sentir la nuca desnuda cada vez que me la toco. Y también quisiera tener un gatito que se acostara en mi falda y ronroneara cuando yo lo acariciara.
– ¿Sí? –dijo George.
–Y además, quiero comer en una mesa con velas y con mi propia vajilla. Y quiero que sea primavera y cepillarme el cabello frente al espejo, tener un gatito y algunos vestidos nuevos. Quisiera tener todo eso.
– ¡Oh! ¿Por qué no te callas y lees algo? –dijo George, reanudando su lectura.
Su mujer miraba desde la ventana. Ya era de noche y todavía llovía a través de las palmeras.
–De todos modos, quiero un gato –dijo–. Quiero un gato. Quiero un gato. Ahora mismo. Si no puedo tener el pelo largo ni divertirme, por lo menos necesito un gato.
George no la escuchaba. Estaba leyendo su libro. Desde la ventana, ella vio que la luz se había encendido en la plaza.


Alguien llamó a la puerta.
Avanti –dijo George, mirando por encima del libro.
En la puerta estaba la sirvienta. Traía un gran gato color carey que pugnaba por zafarse de los brazos que lo sujetaban.
–Con permiso –dijo la muchacha– il padrone me encargó que trajera esto para la signora.










LOS PERROS DE "HARVEY"


Sin querer quitar importancia a la enorme tragedia humana y material que a provocado el huracán Harvey en el sur de Estados Unidos, no puedo olvidarme de nuestras queridas mascotas, a veces olvidadas, a veces antepuestas a cualquier consideración. Esta es una muestra gráfica de su situación. 


















FOTO DE LA SEMANA 32/17 (SPANISH & ENGLISH)

 Colores en las alas por
Los flamencos más grandes dan una sutil textura y color a las aguas poco profundas de Walvis Bay en Namibia. Los pájaros viven y se alimentan en bandadas: En un grupo, los individuos están protegidos de los depredadores mientras entierran sus picos en el barro y el agua cuando se alimentan. Deben su tonalidad rosada a los crustáceos parecidos a camarones de los que se alimentan.
 
Cada miércoles he empezado colgar una foto, por espectacular, rara, bonita o por captar un momento único e irrepetible, sobre Naturaleza (animales, plantas o lugares). La que obtenga mas (+) y visitas sumadas dentro del mes sera nominada FOTO DEL MES y a final de año, entre estas, nombraremos la mejor foto o FOTO DEL AÑO. Os animo a que me mandéis al correo del blog vuestras   propuestas; el tema ya lo he dicho: LA NATURALEZA.




Each Wednesday I'm posting a picture, spectacular, rare, beautiful or to capture a unique and unrepeatable moment on Nature (animals, plants or places). Which get more (+) and visits summed within one month will be nominated picture of the month and end of year, we named the best photo or picture of the year. I encourage you to send to the e-mail of this blog your proposals; the subject I have already said: Nature.
This week: Flying Color by  
Greater flamingos lend texture and subtle color to the shallows of Walvis Bay in Namibia. The birds live and feed in flocks: In a group, individuals are protected from predators while they bury their bills in mud and water when feeding. They owe their pink hue to the shrimplike crustaceans they favor.

martes, 29 de agosto de 2017

LAS VOCES DEL ZORRO; POR CARLOS DE HITA


Anochece en los campos de la meseta. Hacia el oeste, iluminado por la luz roja del sol poniente, todavía se escuchan las últimas voces del día, las de los os mirlos y demás aves que han despertado a mediados de este falso invierno. Hacia el este, descolorido por la luz fría de la noche que se acerca, no suena casi nada. Tan solo los gritos alarmados de un búho real, y unos ladridos sólo aparentemente lastimeros. En las noches de febrero los zorros están en celo. Siempre fugitivos, siempre merodeando por el lado oscuro.


La luz infrarroja de una cámara de fototrampeo nos permite espiarlos. El primer encuentro es con un par de puntos encendidos por la luz invisible. Empieza así un juego de distancias en el que, alternativamente, escuchamos sus llamadas desde diferentes perspectivas. De la lejanía nos llegan unos ladridos roncos, aspirados, como gritos astillados, y los lamentos con los que los machos y hembras se llaman entre sí; todo ello amplificados por el vacío en el que reverbera la noche. En las distancias cortas oímos los inesperados gruñidos y cacareos con los que discuten por cosas más triviales, como algunos restos de comida.

 
La noche avanza, la temperatura baja. Nadie, ni un fugitivo de la oscuridad, se libra de un resfriado.


Publicado por Carlos de Hita en El Mundo