lunes, 23 de noviembre de 2015

UN PERRO SIN COLA NO ES UN PERRO


La ley alemana de protección a los animales de 1998 que incluyó la prohibición de amputar el rabo a los perros y desató una acalorado debate en el ámbito cinófilo y político europeo está marcando tendencias mundiales. Los ganadores son sin lugar a dudas los canes.

Entre los perros existen señales visuales, acústicas y olfativas que son utilizadas para relacionarse con sus congéneres, y son las mismas que éstos utilizan en su esfuerzo por comunicarse con nosotros; el rabo es una de las mas importantes. 




El lenguaje corporal es imprescindible en los perros. Los humanos hemos perdido parte de esta habilidad a causa del desarrollo de nuestro lenguaje oral. El habla ha sustituido en las personas otras valiosas e interesantes formas de expresión que son fundamentales en la especie canina. La mirada, la posición de los ojos y los movimientos de la cola, entre otros, se combinan en el perro en diferentes secuencias estableciendo un complejo mosaico comunicativo.




¿Quién por ejemplo no entiende el significado de una cola en movimiento? Esta alegría es difícil de disimular. Aunque en ocasiones puede también trasmitir un deseo de relacionarse, que no siempre refleja buenas intenciones. Una cola erecta significa dominio o excitación, si está baja, relajación, y no es lo mismo si está entre las piernas o curvada, donde está demostrando temor o sumisión.

Los seres humanos, los supuestos amantes de los perros, hemos en ocasiones limitado estas facultades expresivas, con los cortes estéticos de orejas o de cola, deteriorando parte de sus recursos comunicativos y dificultando así la comunicación con sus propios congéneres y con nosotros mismos.



Por suerte una nueva tendencia, promovida desde grupos de protección a los animales y partidos verdes, se ha cristalizado en muchos países europeos en forma de ley. Esto ha motivado desacuerdos y protestas por parte de las instituciones caninas de las razas afectadas, aludiendo a una tradición de centenares de años, que no se puede cambiar así como así; y aduciendo la corta edad del cachorro cuando el corte de cola se lleva a cabo, siendo éste completamente indoloro si se realiza bajo supervisión veterinaria y con el uso de anestésicos.

Sin embargo, estas protestas sostenida con tenacidad por los clubes de criadores no impidieron la entrada en vigor de la ley el 1ro. de Junio de 1998, incluyendo artículos que prohíben la presentación en exposiciones de canes amputados a partir de esa fecha y lo que es más, obligando a los clubes de raza a hacer cambios sustanciales en los estándares de su respectiva incumbencia. Si bien se dijo que estos cambios iban "a traer cola" y que la crianza de las razas afectadas iba a experimentar una merma, esta premisa no se ha cumplido en el largo plazo. Es más, las colas se están dejando largas hasta en países donde la prohibición no existe y esto aun fuera de las fronteras europeas.





Porque si por un lado tenemos a las instituciones y clubes de raza y sus criadores asociados, por el otro lado tenemos a los propietarios y compradores de los cachorros que los primeros producen. El público en general ha aceptado con alegría la nueva ley que prohíbe la amputación del rabo de razas tan famosas como el dobermann, el boxer o el schnauzer por solo nombrar algunas.

Allí donde la comunicación entre el perro y el ser humano juega su papel histórico más importante, allí donde los lazos de una relación milenaria se renuevan día a día, allí también tienen las herramientas comunicativas su mayor y más profunda valorización y es allí por cierto donde una cola alegre equivale a una sonrisa.


Por Bernardo Büchner Regazzoni (Uruguay)