domingo, 17 de enero de 2021

LOS PERROS NO PUEDEN ENTRAR; PERO NO HAY NADA SOBRE LOS OSOS


A lo largo de su corta vida (falleció a los 36 años de edad) el poeta George Gordon Byron, mundialmente conocido como ‘Lord Byron’, se comportó de una manera inconformista, excéntrica, polémica, licenciosa y, sobre todo, muy poco convencional. 


Su complejo carácter iba acompañado de una singular genialidad que lo dotaba de una destacable personalidad allá donde se encontraba. Era tal su ingenio que consiguió convertir una evidente cojera, que padecía desde su nacimiento, en una característica forma de caminar que le proporcionaba cierto aire distinguido.

Amó las juergas, las mujeres, la buena vida y la controversia, pero si hay algo por lo que sintió amor por encima de todo fue por los animales. Durante toda su vida se rodeó de todo tipo de animales que iba adoptando como mascotas, entre ellos gatos, monos, loros, zorros, un águila, halcón, cuervo, tejón, perros y un oso. 
 
 
A pesar de que a la mascota que más quiso fue un perro al que llamó ‘Boatswain’ y al que lloró lo impensable cuando el animal falleció (pidió ser enterrado junto a su fiel amigo), una de las anécdotas más sorprendentes de Lord Byron tuvo lugar durante sus años de juventud, concretamente cuando en 1805 ingresó como estudiante en el prestigioso Trinity College de Cambridge.

Allí se encontró con que las estrictas normas de la institución indicaban que no se le permitía llevar como mascota a su querido perro, algo que le enfureció pero que al mismo tiempo despertó su ingenio: se le ocurrió adquirir un oso amaestrado a un circo ambulante y presentarse con el plantígrado a la facultad. Los responsables del centro educativo se opusieron a que Byron fuese acompañado por tal animal, pero el joven les ganó la partida al demostrar que en ninguno de los puntos del estatuto del college indicaba que estuviese prohibido llevar como animal de compañía a un oso, por lo que no les quedó más remedio que aceptar que se pasease por los jardines llevándolo atado con una cadena al cuello.
 
 
 
 
Publicado por Alfred Lopez en 20minutos