jueves, 18 de agosto de 2016

ELEFANTES EN LA INDIA: CRIATURAS ESPIRITUALES Y ESCLAVIZADAS



En 2011, visité el magnífico Fuerte Amber, situado en Jaipur, en la región de Rayastán (India). La preciosa arquitectura de estilo hindú del fuerte está flanqueada por grandes murallas y senderos de adoquines con vistas al lago Maota, donde los turistas montan en elefante. Me maravillaba contemplar cómo esos animales majestuosos caminaban despacio y con cuidado entre los peatones y los coches sin mirar a los lados. Eran dignos y elegantes y me fascinaban sus colmillos, la textura de su piel y sus orejas. 
Cuando uno de los guías me invitó a ver a un elefante recién nacido, esperaba que me llevara a una zona que estuviera al aire libre y cubierta de hierba y árboles. En vez de eso, nos llevaron a mí y a mis compañeros de viaje por un pasillo entre teterías y talleres mecánicos hasta un almacén de ventanas pequeñas y con los cristales rotos. En su interior, había seis elefantes encadenados al suelo de cemento.
Sentí tal angustia al ver la situación en la que se encontraban que lo pasé mal mientras veíamos al recién nacido. Cada elefante tenía un mahout (un cuidador de elefantes), todos iban descalzos y llevaban ropa harapienta. Sentí una gran tristeza tanto por los elefantes como por los mahouts. Ambos parecían destinados a una vida de trabajo forzoso indefinido. 


Existe una dicotomía inusual en el papel del elefante en la sociedad de la India. Es un animal que se concibe o bien como un ser espiritual o bien como un animal de carga. Eso era lo que quería tantear cuando volví a la India cinco meses después. En el transcurso de los siguientes tres años, realicé cuatro viajes a varias partes de la India para fotografiar a los elefantes y a la cultura que los rodea.  
En 2012, viajé a la zona montañosa de Arunachal Pradesh, cerca de la frontera con Bután. Aunque ahora los elefantes de carga son ilegales en el norte de la India, ha habido elefantes trabajado en campos de carga durante cientos de años. Un día, mientras hacíamos senderismo por el lecho seco del río, nos topamos con un elefante enorme con un mahout a lomos. No lo habíamos visto ni oído llegar; es increíble lo silenciosos que son. 
El mahout me ofreció dar una vuelta en el elefante y yo acepté, aunque hubo algo que me pilló desprevenida: el elefante no llevaba silla, el asiento consistía en un saco de arpillera relleno de algo blando y sujeto con unas cuerdas. El elefante dobló una de las patas traseras cuando se lo ordenaron y el mahout me tendió la mano para que apoyara en ella los pies y subiera a lomos del animal. Me sentí como si estuviera escalando una montaña. Me daba miedo hacer daño a la criatura, pero no se movió en absoluto. Una vez colocada en el asiento, empezó a caminar enérgicamente por el lecho del río hacia el bosque. Caminaba con paso suave pero firme. 


 Cuando me bajé, el mahout se sentó a horcajadas en el cuello del elefante, con los pies detrás de las orejas del animal, y le dio unas cuantas órdenes en hindi que no pude comprender. El elefante cogía troncos con la trompa y caminaba increíblemente rápido para estar arrastrando unas cadenas y unos troncos tan grandes. El elefante trabajaba sin descanso y con elegancia mientras yo le hacía fotos.
Al final del día, volvían al campo de carga para curar las heridas del elefante con una infusión preparada en la hoguera y para dejarle comer hojas de palmera. Se le dejaba vagar por el bosque por la noche, pero con las cadenas puestas. Así, por la mañana, los mahouts podían encontrar al elefante por el sonido de las cadenas y capturarlo para prepararlo para otro día de trabajo.
En mis viajes a la India, también he visto cómo se venera a los elefantes como a animales espirituales. Ganesha, el dios con cabeza de elefante, es adorado como una de las deidades más importantes de la religión hindú. Muchos de los templos del sur de la India albergan a un elefante en su interior para que los fieles lo vean. Los fieles recorren grandes distancias para rezar y ser bendecidos por el elefante del Templo de Jambukesvara, en Tiruchirapali (Tamil Nadu). Yo fui testigo de cómo, uno a uno, niños pequeños, mujeres de atuendos elegantes, hombres ataviados con lunguis, sacerdotes y mendigos se aproximaban al elefante cuidadosamente pintado.  
Muchos, especialmente los niños, tenían miedo del enorme animal, pero al final se atrevían a acercarse a él. Le ofrecían una moneda como donativo para el templo y el elefante la cogía con la trompa y se la daba a su mahout y, para terminar, el animal bendecía al devoto tocándole la cabeza con la trompa mientras este se inclinaba. Al final del día, el elefante dejaba descansar la trompa en el regazo de su mahout, agotado tras haber realizado el mismo movimiento repetitivo durante todo el día. 
Esta colección de fotografías es un trabajo de documentación cultural sobre los elefantes en la sociedad de la India. El papel del elefante está cambiando poco a poco a medida que crece la preocupación por la conservación de la naturaleza y por la salud y la seguridad de los elefantes. Este animal tan complejo y majestuoso, con su inteligencia, su intrincada jerarquía social y sus habilidades comunicativas tan desarrolladas, se encuentra atrapado entre el pasado y el futuro. Seguir a los elefantes por los rincones más remotos de la India ha sido una aventura extraordinaria y ha sido todo un privilegio poder ver su mundo.  















Publicado por Annette Bonner en El Huffington Post