Traigo al blog este artículo de mi amigo Emilio Valadé del Río, que gentilmente me ha permitido copiarlo del suyo. Nos habla de conceptos e ideas equivocados sobre los animales a los que les otorgamos sentimientos y emociones propias de los humanos.
Comento
algunos conceptos erróneos que se tienen al enjuiciar la vida en la
naturaleza. En la actualidad, se dispone de muchos conocimientos que
indican la falsedad de dichos juicios, pero siguen vigentes.
Entre
nosotros, los humanos, existe una costumbre que viene de antiguo y que
consiste en enjuiciar las prácticas animales como dictadas por virtudes o
vicios, sin tener en cuenta que tanto virtud como vicio son componentes
conceptuales de nuestras conductas y de cada una de sus múltiples
culturas. Se nos ha enseñado a admirar a los animales como ejemplos
incuestionables dignos de ser imitados o repudiados. Tenemos como
ejemplo a las hormigas por laboriosas, odiamos a las serpientes por
engañosas, menospreciamos a los zorros por astutos o a los mulos por
tercos. Hay insultos que hacen referencia a supuestas conductas
animales, como zorrería o burrada. Inspirados en este espíritu, decimos
que es un burro alguien que no se caracteriza por agudeza y llamamos
cerdo a quien no es muy limpio. Bajo este mismo concepto, los animales
carnívoros son asesinos y, por tanto, no está mal recriminar sus
conductas o, incluso, condenarlos a morir, y matarlos.
Esto viene de lejos. Ya en la literatura griega existió un género, la fábula, en el que los animales hablaban con humanos y en general eran los animales quienes nos enseñaban cómo comportarnos en la vida cotidiana o ante adversidades. Siempre existía finalidad didáctica y moralizante en estas composiciones, y muchas de ellas retrataron actitudes que aún hoy son muy reconocibles. Sigue siendo muy actual el comportamiento del zorro que desprecia las uvas, inalcanzables para él, con la disculpa de que “no están maduras”. El desencuentro entre las cigarras y las hormigas sigue también de actualidad, por citar dos casos. Las cosas pueden no ser tan simples. A veces, con un gran desconocimiento de la realidad, se toman como humanos algunos comportamientos que no lo son.
Entre los animales que viven libres en la naturaleza, existen diversos
instintos encaminados a preservar sus propias vidas, a la vez que a
reproducirse, que es preservar la especie de la que cada uno forma
parte. Los animales carnívoros, pera preservar sus propias vidas han de
cazar, matando a sus presas sin alterar por eso la armonía de la
naturaleza, ni mereciendo el calificativo de asesinos.
Me gustaría que esto que comento fuese del dominio público y utilizado
como argumento normal en nuestras conversaciones. Pero no es así.
Comento esto porque en estos días he visto una hermosa serie de tv sobre
parques naturales de América del Norte. Junto a maravillosas vistas,
aparecen tomas también espectaculares, sobre animales, sus costumbres y
sus formas de vida. No he escuchado la versión original, pero sí la
doblada a nuestro idioma, y no he podido hacer más que lamentar los
desatinos que se vierten en ellos.
Según quien habla, los animales carnívoros sor crueles, sus costumbres
asesinas, sanguinarias y un sinfín de lindezas por el estilo. Lamento
mucho esta forma de enjuiciar unos comportamientos naturales, pues
muchos espectadores se creen todo cuanto les dice la tele y también lo
lamento por los niños, porque están aprendiendo a enjuiciar el entorno.
En esas series, parece como que se quiera mantener unos criterios
anticuados. Y si nos ponen a una tierna madre herbívora cuidando de sus
pequeños cachorros, es para hacernos más repulsivo aún el crimen del
lobo destrozando esa entrañable familia.
Son animales viviendo en la naturaleza, con sus normas y sus leyes, pero
se nos quiere hacer ver que las crueldades humanas tienen su raíz, su
base, en la misma naturaleza, pues nuestros instintos criminales son
compartidos por más animales. Se nos ha dicho que “el pez grande se come
al chico” como una justificación natural del comportamiento del fuerte,
lo mismo que esa manera simple e ignorante de explicar la teoría de la
selección natural como “la supervivencia del más fuerte”.
En ambos casos, creo que se nos presenta al pez grande y al más fuerte
como al prototipo de ser despiadado que triunfa gracias a serlo. Lo malo
es que se ponen como ejemplo y justificación, cuando no son ni una cosa
ni otra y las frases, como enunciados, son falsas.
Escrito por Emilio Valadé del Río en su blog El Paseante Silencioso.