Por
todos es sabido, o por la mayoría, que en las dos grandes guerras
mundiales se emplearon animales para diversos tipos de cometidos,
caballos de tiro, palomas mensajeras, delfines, focas e incluso ratas
detectoras de bombas, el zorro del desierto y como no el inseparable mejor amigo del hombre,
el perro.
Este
último fue utilizado para una gran variedad de labores, entre ellas la
de mensajería, vigilancia, detección de enemigos y de bombas, perros
sanitarios, los famosos perros bomba anti-tanque rusos y un largo etc.,
al cual se han dedicado tanto en la red como en los demás medios de
comunicación una infinidad de artículos.
Pero una labor que casi nunca se
menciona, quizá por no ser tan heroica o por dar cierta imagen de
vulnerabilidad, es el apoyo moral y psicológico que prestaron a los
combatientes, reconfortándolos y dándoles cariño en unos momentos
realmente difíciles. Cualquiera se puede imaginar la satisfacción de un
soldado cuando al regresar de la batalla se encuentra a su fiel amigo
lleno de alegría, o compartiendo su calor en las frías noches de
invierno en las trincheras, o su apoyo en la tristeza que se siente al
perder a un compañero en combate.
Ese
afecto, el cual es tan necesario como respirar o comer, es una labor más
que destacable para alguien que no pide nada a cambio salvo lamer las
latas vacías de las raciones de combate. Esto es por lo que realmente se
le considera el mejor amigo del hombre: EL PERRO.
Escrito por Emilio Vazquez Sanchez en Royal Green Jackets