Puedo confesar y confieso que la noticia que más me interesó de la
actualidad es la de los burros de Allariz. Todo lo demás me produce
hastío.
Los burros del concello de Allariz son otra cosa. Nos reconcilian con
la naturaleza y la tradición. Como cuenta este diario, la encomiable
asociación Andrea, después de salvarlos del maltrato y el abandono, los
va a soltar por los montes como agentes contra incendios. Irán dotados
de GPS, que la modernidad no está reñida con el mundo animal, y tendrán
la función que hemos dejado de hacer los humanos: limpiar el monte y
dejarlo libre de maleza. Ya lo hacen, dice la crónica de Fina Ulloa, los
rebaños de cabras y las vacas de pastoreo intensivo. Pero el burro
puede llegar adonde otros animales no llegan.
«¿Qué pensará la burra, si es que tienen las burras pensamientos?»,
preguntaba un viejo cantar español. Vayan ustedes a saber. A mí me
gustaría que pensasen que son útiles, que dejan de ser una especie
menospreciada, que el ser humano les encontró una finalidad en la vida.
Y, sobre todo, que, si son capaces de salvar el monte gallego, habrán
prestado el gran servicio a una comunidad que estos mismos días, con
estos sorprendentes calores de marzo, sufrió un incendio que quemó 80
hectáreas en Valdeorras.
El burro, como agente forestal, tiene otras ventajas: no enciende
barbacoas ni quema rastrojos, no plantea conflictos salariales, no usa
carrocetas, ni gasta gasolina. Si, además, tuviera un mecanismo para
avisar del comienzo de un fuego o de fotografiar a los pirómanos
criminales, su servicio sería perfecto. Será cuestión de pedir
asesoramiento a la CIA que, si graba desde un televisor apagado, seguro
que graba un fuego encendido.
Gracias, asociación Andrea. Espero que encontréis apoyo parecido en
otros concellos. Volvemos a los orígenes. Con que una manada de burros
evite un solo incendio en la Galicia que se seca, ya merecerían una
medalla Castelao. Y ahora que escribo esto como homenaje al burro y a
quien lo hace útil, no puedo evitar un lamento: ¡ya pudieron los
ingenieros del trazado del AVE echar un burro por delante como se hizo
siempre con el trazado de los caminos! ¡Cuántos túneles se hubieran
evitado! ¡A cuánta más gente se hubiera servido!
Escrito por Fernando Onega en La Voz de Galicia