Como ocurre con los seres humanos, hay perros compañeros, perros poco agradables, y perros súbditos de un dueño. La 'sociedad' de los perros no me parece que sea muy coherente. Lo era más la asociación de sus parientes, los lobos, que tendían a asociarse hábilmente para hacer sus excursiones -incursiones- en busca de una presa.
Parece
que de un tiempo a esta parte la importancia de sus batidas
-porque era
su manera de actuar- ha disminuido notablemente. En cualquier caso no
son noticia.
Ignoro qué pasa en las llanuras de Rusia y de
Siberia, pero es evidente que la importancia de los lobos se ha
desvanecido. Parece que durante el siglo XIX esta especie animal fue muy
castigada. Hoy, la enemistad de los agricultores con los lobos ya solo
se encuentra en algunas referencias populares que, por otra parte,
sospecho que también van desapareciendo.
¿Hay alguien, aún, que
diga ante una densa oscuridad que esa noche es negra «como la garganta
de un lobo»? Y ahora que los políticos practican con entusiasmo la
descalificación personal de los adversarios, se apartarían de los tópicos verbales
de los mítines quienes fueran capaces de decir que aquel candidato del
partido contrario, tan simpático como se presentan, es «un lobo con piel
de oveja».
Los parientes de los lobos, los perros, son animales que no practican la alevosía sino la amistad con sus dueños.
Nunca olvidaré que, yendo por un camino rural, me acerqué a una masía
solitaria. Comparecieron seis perros, que se me acercaron y se
desplegaron en posición de combate. Mi editora y yo nos fuimos retirando
lentamente, sin darles la espalda. Mi cuñado, Néstor Luján, 'empatizaba' con los gatos. Mi cuñada Tin es experta en perros y gatos. Yo no, más bien los admiro, sobre todo cuando los veo caminando con una lentitud elegante,
aristocrática.
Me impresiona recordar que los nazis estimulaban a los
perros para que aprendieran a atacar a los grupos de judíos.
Publicado en El Periodico