La de poner un cascabel a un gato es una de esas costumbres que se han convertido en cotidianas y que muchas personas realizan sin tener verdadero conocimiento del daño que ello puede comportar a su mascota.
Es un viejo hábito que se realiza desde hace centenares de años
(cuando nuestros antepasados todavía no tenían conocimientos suficientes
sobre la morfología de los felinos). Antiguamente no se tenían como
animal de compañía (evidentemente con algunas excepciones de culturas,
como la egipcia), sino como un eficaz cazador de roedores y otros
pequeños animales que solían colarse en los hogares, almacenes… pero
también había quien los tenía como mascotas (y no como cazadores) a
sabiendas de que podían correr peligro los pájaros que hubiesen en aquel
hogar, así que para poder advertir en qué lugar de la estancia andaba
el gato, y así advertir a las pequeñas aves, se le colocaba un cascabel.
Con el paso del tiempo el gato pasó a ser un animal doméstico y de compañía, pero se heredó aquella vieja costumbre de colocarle algún tipo de esquila con la que advertir de su presencia, que se convirtió más en un objeto de decoración dentro del propio felino y porque a mucha gente le gustaba escuchar el sonido del tintineo cuando el animal se movía por la casa.
Pero tal y como indico en el título e inicio de este post, no es una
buena idea poner un cascabel a un gato, sobre todo por su propia salud
auditiva.
Morfológicamente los gatos están dotados de una especial agudeza auditiva que hace que puedan percibir numerosos sonidos, incluso estando lejos de ellos y distinguirlos entre otros muchos ruidos ambiente. El grado de intensidad con el que advierte muchos de los sonidos puede llegar a ser el de varias veces el de cualquier ser humano.
El hecho de llevar colgado al cuello una campanita que cada vez que
camina o se mueve empieza a tintinear es algo que entorpece poder
percibir otros sonidos (además de escucharlo amplificado debido a la
mencionada agudeza auditiva) y por tanto no poder estar atento de la
llegada de un posible peligro.
Llevarlo puesto continuamente y desde que son pequeños acaba
atrofiándoles el oído y provocándoles que, con el tiempo, pierdan una de
sus principales virtudes.
Pero no solo le afecta a su percepción acústica, sino que también puede llegar a estresarlo. El escuchar continuamente el soniquete del cascabel provocará ansiedad en el animal, debido a que con el más ligero de sus movimientos sonará, algo que deberá soportar escuchar durante todo el día.
Por su naturaleza son animales que están acostumbrados a moverse con sigilo y el cascabel entorpece esa función.
Si la pretensión del propietario del gato es poder tener al animal
controlado y así saber dónde se encuentra en cada momento, la mejor
opción (y más recomendada) es colocarles un chip y a modo decorativo, se le puede colgar un cascabel siempre y cuando dentro de éste no lleve el ‘escrupulillo’ (bolita que hay dentro para que suene).
Eso sí, en los ratos de juego del gato se le puede dar pelotas u otros juguetes que hagan ruido o lleven cascabeles dentro, porque durante un rato estarán la mar de entretenidos, pero en el momento que dejen de jugar ya no sonará y, por tanto, no será una molestia continua para ellos.