El poder de seducción que ejercen las aves sobre el ser humano obedece a menudo a un impulso atávico: el afán por volar. Tal vez por ello la ornitología es la disciplina del naturalismo de campo que agrupa a mayor número de aficionados.
Pero
además de la sensación de libertad que transmite seguir el vuelo de los
pájaros con la mirada, observarlos en su medio natural nos depara un
placer añadido: el de admirar su belleza. Por eso la ornitología genera
tanta pasión entre quienes la practicamos.
En el Reino Unido, la prestigiosa y afamada Royal Society for the Protection of Birds (RSPB/Birdlife) entidad hermanada con nuestra Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife) tiene más de un millón de socios, de los cuales alrededor de 200.000 son chavales menores de 18 años. Jóvenes naturalistas que dedican buena parte de su tiempo libre a ayudar a la naturaleza estudiando, observando y protegiendo a las aves silvestres. Y todos ellos sueñan con una jornada de birdwatching en nuestros espacios naturales.
Observar
el vuelo pausado de los flamencos llegando a las marismas de Doñana, o
el de los bandos de grullas en las dehesas de Extremadura. Escuchar el
canto del rascón en el Delta del Ebro, seguir el vuelo del
quebrantahuesos en el pirineo aragonés, observar al águila imperial en
los Montes de Toledo.
Belleza con alas
Asistir al espectacular celo del urogallo en la montaña asturiana
o el de las avutardas en las Lagunas de Villafáfila. Disfrutar de la
rara belleza del pinzón azul del Teide, del elegante vuelo a ras de ola
de las pardelas baleares en el archipiélago de Cabrera. Recorrer los
pinares de Soria tras los pájaros carpinteros. Ser ornitólogo y vivir en
este país es tener a mano la fortuna y la dicha, algo así como ser
amante del arte y vivir en Florencia.
Por eso el turismo
ornitológico está experimentando un auge tan considerable en España,
creciendo a un ritmo muy superior al del agotado e insostenible modelo
de sol y playa. Y por eso es tan estimable la labor que realiza la
organización conservacionista SEO/Birdlife, que vela por la protección
de nuestras aves silvestres y sus ecosistemas y que este fin de semana
nos invita a compartir la locura por las aves con las diferentes
actividades organizadas con motivo de su día internacional.
Pero no se trata de convertirse en pajareros coleccionistas de citas, capaces de recorrer medio mundo por anotar una nueva especie en el cuaderno de campo. Sino de estudiar y conocer los espacios naturales que habitan las aves para reclamar su protección. Porque existe una condición previa a la de ser ornitólogo y es la de ser amante de la naturaleza. No se puede amar a las aves sin sentir igual pasión por el medio que habitan.
Buena parte de los espacios naturales protegidos en España deben su tipificación al trabajo de campo desarrollado por ornitólogos que, al establecer la singularidad de una colonia de cría o un área de invernada de una especie amenazada, han propiciado las medidas legales para lograr la protección de ese espacio natural.
Por eso la mayor parte de los espacios protegidos en el
territorio español están clasificados a su vez como ZEPA (Zona de
Especial importancia Para las Aves): una figura de protección
establecida en cumplimiento de las Directivas de Aves y de Hábitat de la
UE y que ha servido como base principal para el desarrollo de la Red
Natura 2000: el mayor conjunto de áreas protegidas del mundo y una de
las herramientas esenciales para garantizar la conservación de la
biodiversidad europea.
Estamos locos por las aves, es cierto, pero esa sana locura parte de un profundo sentimiento de amor a la naturaleza y nos lleva a mantener el firme e inquebrantable compromiso de defenderla.
Publicado en La Vanguardia en 2017