miércoles, 16 de mayo de 2018

EL PARAISO DEL OSO


Un enorme oso pardo se deja ver de perfil en una cornisa rocosa llana en lo más alto de una de las montañas del Alto Sil, en la vertiente leonesa de la Cordillera Cantábrica. Visto con los prismáticos en esta tarde luminosa de principios de septiembre, el animal parece tranquilo y relajado cada vez que alza el brazo para recoger bellotas de las ramas del enorme roble que lo cobija. Durante más de una hora, parece seguir un hipnótico ritual que le lleva a hacer pequeños paseos, desafiar el vértigo junto al precipicio y volver a seguir comiendo con la absoluta convicción de no ser observado.
–¡El roble está lleno de bellotas, vaya meneo le va a dar! –comenta Luis Fernández, el observador de la Fundación Oso Pardo (FOP) que los vigila en el área de Villablino.
–¡Va a estar ahí hasta que se canse! –le responde Guillermo Palomero, el presidente de la FOP sin despegarse del telescopio, convencido de que el oso estará toda la tarde comiendo este fruto.


El saludable aspecto del animal simboliza el buen estado de conservación de los osos salvajes en la cordillera cántabra. Los avistamientos de osos cada vez se están haciendo más habituales. En todo el concejo de Somiedo (Asturias), se suceden las observaciones espontáneas: en Gúa, La Peral, los valles de Cangas del Narcea... En la carretera de Pola de Somiedo, los señales de tráfico alertan a los conductores de la presencia del oso. Hay que tener precaución. Pueden cruzar la carretera en cualquier momento.
Las últimas estimaciones indican que en el Cantábrico hay entre 250 y 300 osos, que continúan un proceso de colonización de nuevas zonas de montaña. El éxito de esta expansión se debe sobre todo a políticas bien diseñadas y aplicadas y a un diálogo con el territorio que ha convertido el oso en emblema del próspero turismo de naturaleza.


El resultado es que un animal que estuvo cerca de su extinción en los años del siglo pasado ha visto aumentar su población desde el primer censo, de 1989. El año pasado fueron inventariadas 40 osas con 67 oseznos. El porcentaje de osas con cría aumenta un 10% al año, con lo que este animal va alejándose de la situación de peligro crítico de extinción en que se encontraba. Además, en los tres últimos años, crece la interrelación entre los dos grupos de poblaciones (situados en la zona occidental cerca de Galicia, y la oriental, en el límite de Asturias con Palencia y Cantabria).


“¡Aquí es Dios!
 
“Aquí, el oso es Dios”, sintetiza Belarmino Fernández, alcalde de Pola de Somiedo (PSOE), quien destaca cómo este animal se ha convertido en el emblema económico de este municipio de 300 km2(el triple de la superficie de Barcelona) y 1.200 habitantes repartidos por 38 pueblos y aldeas. Una zona deprimida en los años 80 del siglo pasado, heredera de una cultura de subsistencia y de un minería en decadencia, es irreconocible para muchos y ha elevado su renta con una economía reforzada con la apuesta por el turismo rural y ecológico y que tiene como bandera de enganche al gran plantígrado.


La lucha contra el furtivismo (150 denuncias ganadas por la FOP) y la creación en 1988 del parque natural de Somiedo y otros en toda la cordillera con el sello europeo de la Red Natura 2000 (donde se delimitan amplias zonas oseras protegidas) ha diversificado la economía de la zona, que ya no está volcada exclusivamente en la ganadería. El fomento de las actividades vinculadas al turismo de naturaleza (senderismo, rutas a caballo, observaciones guiadas) y otros servicios han apuntalado el desarrollo socioeconómico en paralelo a la defensa del oso. La vigilancia de sus hábitats hace difícil, además, que puedan producirse impactos graves sobre este animal.


Aceptación social
 
En Somiedo, hace años sólo había dos pensiones y algún bar, mientras que ahora hay 90 negocios turísticos, 20 restaurantes y 1.400 plazas hoteleras. Todos estos establecimientos ven factible compatibilizar la ganadería tradicional y la conservación de la naturaleza entendida como acicate para fomentar un turismo que pone en valor el conjunto de la fauna y la vida salvaje de estas montañas. “En los años ochenta del siglo pasado, se decía que no tendríamos osos en el año 2000; pero la creación del parque natural hace ahora 20 años ha sido positivo”, dice el alcalde Belarmino Fernández. Los vecinos de Somiedo están orgullosos del oso; y se sienten reconocidos. El oso fue el emblema del parque y hoy es la estrella que atrae esta modalidad de turismo de naturaleza en auge.
También son una clave del éxito las iniciativas para lograr la aceptación social del oso, algo que se ha conseguido “implicando al territorio, a los líderes locales o a los cazadores, que son muy buenos aliados en su protección”, explica Guillermo Palomero. El oso, a diferencia del lobo, no se percibe como un animal conflictivo. En estos valles de Somiedo, matar al oso era una gesta heroica hasta los años 70; pero en la historia local (que se remonta al año 1500) no ha documentado ningún caso en que haya habido un ataque de un oso a ningún paisano.


Daños mínimos
 
“Los daños que causa el oso son mínimos”, resume el alcalde de Somiedo. Ocasionalmente, se producen daños en las colmenas y, más excepcionalmente, en el ganado o en los árboles frutales de algunas casas. Para evitar este foco de posible animadversión hacia el oso, la Administración autonómica indemniza los daños en las colmenas y subvenciona las vallas electrificadas a los apicultores. Además, paga con rapidez, lo que evita el enfado de los afectados. “Pagar rápidamente los daños y prevenirlos es clave”, dice Palomero.
Los osos sólo dan algún susto; ocasionan algún inopinado encontronazo. No obstante, a medida que vayan colonizando nuevas áreas y se adentren en zonas despobladas o en los pueblos, pueden generar alguna conflictividad. La falta de alimento a causa de la sequía hizo a principios de agosto que un oso llegara hasta el pueblo de Llamera (Cangas del Narcea), en donde devoró el pienso de un ganadero y destrozó algunos de los comederos de los terneros. “El oso está causando muchos daños en comederes, en árboles frutales... en Belmonte, Cangas, Proaza. Es imposible la convivencia entre la cabaña ganadera y el oso. Hay que tomar medidas”, se queja con vehemencia Mercedes Cruzado, secretaria general del sindicato agrario Coag, que propone sin ambages “hacer controles del osos, como se hace con el lobo”.


Retos de futuro
 
En cambio, Manuel López, presidente de la Sociedad de Cazadores El Narcea ve la mayor presencia del oso sin dramatismos. “Este sábado (el último de agosto) se me cruzó un oso al lado de casa. Le di una voz y se alejó. Vemos los rastros del oso por todos lados; pero su presencia no nos influye, no es algo significativo para nosotros”, señala.
Guillermo Palomero replica que algunas voces son “alarmistas”, por lo que su organización se afana en hacer pedagogía y contrarrestar los temores atávicos y cierta desinformación. “Hemos visto que el oso puede comer pienso. Lo hacen los osos y otros animales. Eso es algo anecdótico. Pero no hay que alarmarse a no ser que el oso se habituara; entonces habría que corregirlo”, dice Palomero.


El reto será afrontar que en el futuro el oso continúe su expansión, pues todavía le quedan hábitats que colonizar. “Debemos saber cuántos osos más puede haber sin que causen incidentes que no se puedan gestionar. Es algo que desconocemos”, dice Palomero. Ya se han dado casos de osos familiares, animales que no han conocido la persecución de los seres humanos y que se acercan a los pueblos en busca de comida que nadie recoge (igos o manzanas) o husmeando entre contenedores, confiados de que el hombre no es peligroso y su madre no les ha inculcado ese miedo. Pero, para estos casos, ya hay disponible un protocolo de actuación para enseñarle que sí lo es...


Beneficios a la vista
 
Más de media docena de coches se agolpan en la carretera de la aldea de Gúa (Somiedo), donde los conductores buscan un buen mirador para fotografiar a los osos en esta tarde de principios de septiembre. Días atrás, una osa con sus crías se ha dejado ver en estas laderas, lo que explica la expectación. Más de una veintena de personas, pertrechadas con cámaras y teleobjetivos, toman posiciones escalonadamente con el ánimo de ver a los osos que deberían moverse en el otro lado del valle. Sin embargo, la tarde oscurece y el oso no se deja ver. El pesimismo se va adueñando poco a poco de estos observadores aficionados...
Este es, en teoría, un momento del año propicio para contemplar el oso (como lo es en primavera). A finales de agosto y principios de septiembre, los osos salen a áreas de montaña más abiertas en busca de frutos (arándanos, bayas…), pero este año las heladas de primavera destruyeron las flores de muchos árboles y arbustos (cerezas, mostajos, descuernacabras…), un daño que ha rematado la sequía de este largo verano, todo lo cual les ha privado incluso de muchas avellanas. Los osos buscan ahora los frutos de robles y encinas. Los observadores deberán cambiar de sitio para verlos.


La expectación de Gúa demuestra que el oso se ha convertido en un gran atractivo en los valles de Somiedo. La conservación de esta especie no sólo crea puestos de trabajo (seguimiento, vigilancia...), sino que atrae cada vez a más visitantes. El oso es sinónimo de naturaleza de calidad, y es un imán para amantes de la naturaleza procedentes de Gran Bretaña, Bélgica, Holanda y otros países europeos que visitan Asturias de la mano de agencias internacionales de turismo de Naturaleza. “Estas visitas son positivas y hay que organizarlas bien para que no perjudicar la conservación”, dice Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo.


Actividades de avistamiento, al alza
 
“Las actividades de observación van al alza. En Europa, empezaron con la observación de aves. Y tienen un gran futuro”, dice mientras recorremos la zona Jesús Sánchez, un geógrafo que trabajó 17 años en el parque natural de Somiedo como agente forestal y que hoy trabaja como empleado de la Wildwatching Spain, que ofrece atractivas salidas explicativas. Sánchez nos guía por senderos y caminos en busca del oso capitaneando un grupo de seis personas (tres matrimonios ingleses, cántabros y abulenses...) que esperan con ansias la aparición del oso. Durante la excursión, nuestro guía nos deleita con sus explicaciones, mil anécdotas sobre osos que atacan sus crías buscando que las madres entren en celo, o sus conocimientos sobre venados, rebecos, buitres leonados, jabalíes y plantas que menudean en estas montañas escarpadas y recónditas.
También se dedica a estas tareas la empresa de Víctor García (Quei Vitorino), que nació hace 15 años; centrada inicialmente en actividades de artesanía en la comarca de Degaña, desde hace siete años ha ampliado su oferta con alojamientos de turismo rural y de naturaleza así como con rutas interpretativas denominadas Tras la huella del oso. “Con la excusa del oso, llevamos a cabo actividades en torno a este animal, para conocer sus hábitats, saber dónde y cómo vive. No garantizamos que vayamos a poder verlo, porque centrar todo en su avistamiento puede producir una gran frustración. Pero esta es una gran oportunidad para disfrutar de este entorno único”, destaca García.


Empleo local
 
“Nuestra filosofía es que los beneficios de estas actividades deben revertir a la población local”, nos comenta Jorge Jáuregui, promotor junto con Sofía G. Berdasco de la empresa Somiedo Experience. “Para que una zona se preserve es fundamental que la gente que vive en ella tenga interés en la conservación y pueda implicarse en ella”, dice. “No queremos solo centrar nuestras rutas en el oso; hay una enorme biodiversidad en estos valles que merece ser conocida”, añade este profesor de Biología.
Guillermo Palomero cree fundamental que el turismo no afecte a la conservación del oso, que no interfiera en su vida y ecología. Propone que los visitantes se concentren en puntos concretos de observación. “Debe haber rutas guiadas, con concesiones muy estrictas a empresas locales para poder ver a los osos en pequeños grupos de personas, y con beneficios que reviertan en la población local”, resalta.




Publicado en La Vanguardia