Un enorme oso pardo se deja ver de perfil en una cornisa rocosa llana en lo más alto de una de las montañas del Alto Sil,
en la vertiente leonesa de la Cordillera Cantábrica. Visto con los
prismáticos en esta tarde luminosa de principios de septiembre, el
animal parece tranquilo y relajado cada vez que alza el brazo para
recoger bellotas de las ramas del enorme roble que lo cobija. Durante
más de una hora, parece seguir un hipnótico ritual que le lleva a hacer
pequeños paseos, desafiar el vértigo junto al precipicio y volver a
seguir comiendo con la absoluta convicción de no ser observado.
–¡El
roble está lleno de bellotas, vaya meneo le va a dar! –comenta Luis
Fernández, el observador de la Fundación Oso Pardo (FOP) que los vigila
en el área de Villablino.
–¡Va a estar ahí hasta que
se canse! –le responde Guillermo Palomero, el presidente de la FOP sin
despegarse del telescopio, convencido de que el oso estará toda la tarde
comiendo este fruto.
El saludable aspecto del animal
simboliza el buen estado de conservación de los osos salvajes en la
cordillera cántabra. Los avistamientos de osos cada vez se están
haciendo más habituales. En todo el concejo de Somiedo
(Asturias), se suceden las observaciones espontáneas: en Gúa, La Peral,
los valles de Cangas del Narcea... En la carretera de Pola de Somiedo,
los señales de tráfico alertan a los conductores de la presencia del
oso. Hay que tener precaución. Pueden cruzar la carretera en cualquier
momento.
Las últimas estimaciones indican que en el
Cantábrico hay entre 250 y 300 osos, que continúan un proceso de
colonización de nuevas zonas de montaña. El éxito de esta expansión se
debe sobre todo a políticas bien diseñadas y aplicadas y a un diálogo
con el territorio que ha convertido el oso en emblema del próspero
turismo de naturaleza.
El resultado es que un animal
que estuvo cerca de su extinción en los años del siglo pasado ha visto
aumentar su población desde el primer censo, de 1989. El año pasado
fueron inventariadas 40 osas con 67 oseznos. El porcentaje de osas con
cría aumenta un 10% al año, con lo que este animal va alejándose de la
situación de peligro crítico de extinción en que se encontraba. Además,
en los tres últimos años, crece la interrelación entre los dos grupos de
poblaciones (situados en la zona occidental cerca de Galicia, y la
oriental, en el límite de Asturias con Palencia y Cantabria).
“¡Aquí es Dios!
“Aquí, el oso es Dios”, sintetiza Belarmino
Fernández, alcalde de Pola de Somiedo (PSOE), quien destaca cómo este
animal se ha convertido en el emblema económico de este municipio de 300
km2(el triple de la superficie de Barcelona) y 1.200
habitantes repartidos por 38 pueblos y aldeas. Una zona deprimida en los
años 80 del siglo pasado, heredera de una cultura de subsistencia y de
un minería en decadencia, es irreconocible para muchos y ha elevado su
renta con una economía reforzada con la apuesta por el turismo rural y
ecológico y que tiene como bandera de enganche al gran plantígrado.
La lucha contra el furtivismo (150 denuncias ganadas por la FOP) y la creación en 1988 del parque natural de Somiedo y otros en toda la cordillera con el sello europeo de la Red Natura 2000 (donde se delimitan amplias zonas oseras protegidas) ha diversificado la economía de la zona, que ya no está volcada exclusivamente en la ganadería. El fomento de las actividades vinculadas al turismo de naturaleza (senderismo, rutas a caballo, observaciones guiadas) y otros servicios han apuntalado el desarrollo socioeconómico en paralelo a la defensa del oso. La vigilancia de sus hábitats hace difícil, además, que puedan producirse impactos graves sobre este animal.
Aceptación social
En Somiedo, hace años sólo había dos pensiones y
algún bar, mientras que ahora hay 90 negocios turísticos, 20
restaurantes y 1.400 plazas hoteleras. Todos estos establecimientos ven
factible compatibilizar la ganadería tradicional y la conservación de la
naturaleza entendida como acicate para fomentar un turismo que pone en
valor el conjunto de la fauna y la vida salvaje de estas montañas. “En
los años ochenta del siglo pasado, se decía que no tendríamos osos en el
año 2000; pero la creación del parque natural hace ahora 20 años ha
sido positivo”, dice el alcalde Belarmino Fernández. Los vecinos de
Somiedo están orgullosos del oso; y se sienten reconocidos. El oso fue
el emblema del parque y hoy es la estrella que atrae esta modalidad de
turismo de naturaleza en auge.
También son una clave
del éxito las iniciativas para lograr la aceptación social del oso, algo
que se ha conseguido “implicando al territorio, a los líderes locales o
a los cazadores, que son muy buenos aliados en su protección”, explica
Guillermo Palomero. El oso, a diferencia del lobo, no se percibe como un
animal conflictivo. En estos valles de Somiedo, matar al oso era una
gesta heroica hasta los años 70; pero en la historia local (que se
remonta al año 1500) no ha documentado ningún caso en que haya habido un
ataque de un oso a ningún paisano.
Daños mínimos
“Los daños que causa el oso son mínimos”, resume el
alcalde de Somiedo. Ocasionalmente, se producen daños en las colmenas y,
más excepcionalmente, en el ganado o en los árboles frutales de algunas
casas. Para evitar este foco de posible animadversión hacia el oso, la
Administración autonómica indemniza los daños en las colmenas y
subvenciona las vallas electrificadas a los apicultores. Además, paga
con rapidez, lo que evita el enfado de los afectados. “Pagar rápidamente
los daños y prevenirlos es clave”, dice Palomero.
Los
osos sólo dan algún susto; ocasionan algún inopinado encontronazo. No
obstante, a medida que vayan colonizando nuevas áreas y se adentren en
zonas despobladas o en los pueblos, pueden generar alguna
conflictividad. La falta de alimento a causa de la sequía hizo a
principios de agosto que un oso llegara hasta el pueblo de Llamera
(Cangas del Narcea), en donde devoró el pienso de un ganadero y destrozó
algunos de los comederos de los terneros. “El oso está causando muchos
daños en comederes, en árboles frutales... en Belmonte, Cangas, Proaza.
Es imposible la convivencia entre la cabaña ganadera y el oso. Hay que
tomar medidas”, se queja con vehemencia Mercedes Cruzado, secretaria
general del sindicato agrario Coag, que propone sin ambages “hacer
controles del osos, como se hace con el lobo”.
Retos de futuro
En cambio, Manuel López, presidente de la Sociedad de
Cazadores El Narcea ve la mayor presencia del oso sin dramatismos.
“Este sábado (el último de agosto) se me cruzó un oso al lado de casa.
Le di una voz y se alejó. Vemos los rastros del oso por todos lados;
pero su presencia no nos influye, no es algo significativo para
nosotros”, señala.
Guillermo Palomero replica que
algunas voces son “alarmistas”, por lo que su organización se afana en
hacer pedagogía y contrarrestar los temores atávicos y cierta
desinformación. “Hemos visto que el oso puede comer pienso. Lo hacen los
osos y otros animales. Eso es algo anecdótico. Pero no hay que
alarmarse a no ser que el oso se habituara; entonces habría que
corregirlo”, dice Palomero.
El reto será afrontar
que en el futuro el oso continúe su expansión, pues todavía le quedan
hábitats que colonizar. “Debemos saber cuántos osos más puede haber sin
que causen incidentes que no se puedan gestionar. Es algo que
desconocemos”, dice Palomero. Ya se han dado casos de osos familiares,
animales que no han conocido la persecución de los seres humanos y que
se acercan a los pueblos en busca de comida que nadie recoge (igos o
manzanas) o husmeando entre contenedores, confiados de que el hombre no
es peligroso y su madre no les ha inculcado ese miedo. Pero, para estos
casos, ya hay disponible un protocolo de actuación para enseñarle que sí
lo es...
Beneficios a la vista
Más de media docena de coches se agolpan en la
carretera de la aldea de Gúa (Somiedo), donde los conductores buscan un
buen mirador para fotografiar a los osos en esta tarde de principios de
septiembre. Días atrás, una osa con sus crías se ha dejado ver en estas
laderas, lo que explica la expectación. Más de una veintena de personas,
pertrechadas con cámaras y teleobjetivos, toman posiciones
escalonadamente con el ánimo de ver a los osos que deberían moverse en
el otro lado del valle. Sin embargo, la tarde oscurece y el oso no se
deja ver. El pesimismo se va adueñando poco a poco de estos observadores
aficionados...
Este es, en teoría, un momento del año
propicio para contemplar el oso (como lo es en primavera). A finales de
agosto y principios de septiembre, los osos salen a áreas de montaña
más abiertas en busca de frutos (arándanos, bayas…), pero este año las
heladas de primavera destruyeron las flores de muchos árboles y arbustos
(cerezas, mostajos, descuernacabras…), un daño que ha rematado la
sequía de este largo verano, todo lo cual les ha privado incluso de
muchas avellanas. Los osos buscan ahora los frutos de robles y encinas.
Los observadores deberán cambiar de sitio para verlos.
La expectación de Gúa demuestra que el
oso se ha convertido en un gran atractivo en los valles de Somiedo. La
conservación de esta especie no sólo crea puestos de trabajo
(seguimiento, vigilancia...), sino que atrae cada vez a más visitantes.
El oso es sinónimo de naturaleza de calidad, y es un imán para amantes
de la naturaleza procedentes de Gran Bretaña, Bélgica, Holanda y otros
países europeos que visitan Asturias de la mano de agencias
internacionales de turismo de Naturaleza. “Estas visitas son positivas y
hay que organizarlas bien para que no perjudicar la conservación”, dice
Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo.
Actividades de avistamiento, al alza
“Las actividades de observación van al alza. En
Europa, empezaron con la observación de aves. Y tienen un gran futuro”,
dice mientras recorremos la zona Jesús Sánchez, un geógrafo que trabajó
17 años en el parque natural de Somiedo como agente forestal y que hoy
trabaja como empleado de la Wildwatching Spain, que ofrece atractivas
salidas explicativas. Sánchez nos guía por senderos y caminos en busca
del oso capitaneando un grupo de seis personas (tres matrimonios
ingleses, cántabros y abulenses...) que esperan con ansias la aparición
del oso. Durante la excursión, nuestro guía nos deleita con sus
explicaciones, mil anécdotas sobre osos que atacan sus crías buscando
que las madres entren en celo, o sus conocimientos sobre venados,
rebecos, buitres leonados, jabalíes y plantas que menudean en estas
montañas escarpadas y recónditas.
También se dedica a
estas tareas la empresa de Víctor García (Quei Vitorino), que nació hace
15 años; centrada inicialmente en actividades de artesanía en la
comarca de Degaña, desde hace siete años ha ampliado su oferta con
alojamientos de turismo rural y de naturaleza así como con rutas
interpretativas denominadas Tras la huella del oso. “Con la excusa del
oso, llevamos a cabo actividades en torno a este animal, para conocer
sus hábitats, saber dónde y cómo vive. No garantizamos que vayamos a
poder verlo, porque centrar todo en su avistamiento puede producir una
gran frustración. Pero esta es una gran oportunidad para disfrutar de
este entorno único”, destaca García.
Empleo local
“Nuestra filosofía es que los beneficios de estas
actividades deben revertir a la población local”, nos comenta Jorge
Jáuregui, promotor junto con Sofía G. Berdasco de la empresa Somiedo
Experience. “Para que una zona se preserve es fundamental que la gente
que vive en ella tenga interés en la conservación y pueda implicarse en
ella”, dice. “No queremos solo centrar nuestras rutas en el oso; hay una
enorme biodiversidad en estos valles que merece ser conocida”, añade
este profesor de Biología.
Guillermo Palomero
cree fundamental que el turismo no afecte a la conservación del oso, que
no interfiera en su vida y ecología. Propone que los visitantes se
concentren en puntos concretos de observación. “Debe haber rutas
guiadas, con concesiones muy estrictas a empresas locales para poder ver
a los osos en pequeños grupos de personas, y con beneficios que
reviertan en la población local”, resalta.