La expresión “mi perro es dominante” es muy frecuente hoy en día entre propietarios de perros para referirse a una cualidad o característica del suyo. Esta expresión es tan frecuente como equivocada, dado que el ser dominante no es una característica de la personalidad, no es una cualidad de un individuo como lo pueden ser el temple o la sensibilidad. Esta es la primera equivocación que cometemos sobre el término dominante.
La segunda es que el término “dominante” no se puede aplicar a un solo individuo, sino a la relación entre dos individuos que se encuentran o enfrentan. La dominancia y la sumisión son términos probabilísticos sobre lo que va a ocurrir en un encuentro entre dos perros. Pero el que un perro se comporte como dominante en una interacción, no convierte a ese perro en dominante. Solamente cuando veamos que en la mayoría de interacciones se comporta de la misma manera podremos decir que “este perro tiene tendencia a comportarse como dominante”, pero nunca “mi perro es dominante”.
Para averiguar las relaciones de dominancia y sumisión en un grupo de perros que viven juntos, tendríamos que observar durante un tiempo todos los encuentros que se producen entre ellos (todos con todos). Por ejemplo: A se comporta como dominante con B cuando hay un juguete, pero eso no quiere decir que lo hará también cuando haya un hueso, o que lo haga igual sobre C. Todas las interacciones hay que medirlas, y una vez obtenidos los resultados, podremos establecer las probabilidades que existen de que entre nuestros perros que conviven se comporten de una u otra determinada manera. De esta forma obtendremos la jerarquía del grupo.
Como comprobarán, es harto complicado, y más cuanto mayor es el número de perros.
Para establecer estas relaciones y que no existan luchas encarnizadas y absurdas, los perros tienen un lenguaje gestual ritualizado (heredado de su antepasado) que les permite entenderse en dichas interacciones e inhibir la agresión. Este lenguaje incluye las posturas y las vocalizaciones agonísticas. También les sirve para comunicarse con las personas. Así que tendremos que hacer lo posible para entenderlo, de otra manera nos llevará a situaciones de equívoco en las que probablemente inhibiremos este lenguaje en el perro, lo que les llevará a ellos adoptar posturas ambivalentes y a sus dueños a la consabida frase “me ha mordido sin motivo”.
Por tanto, es absurdo y también un sinsentido relacionarte con tu perro a base de acciones como castigos, fuerza, someterlo en el suelo o volverlo del revés, no tiene ninguna base científica.
Esto es un llamamiento a que intentemos todos entender el lenguaje de los perros, por su bienestar y por el nuestro. Acabemos con frases como “mi perro es dominante” o “me ha mordido sin motivo”, y con acciones como “someter al perro”, “poner al perro boca arriba”, “dar un toque”, “dar una patadita”, etc. Seamos un poquito más inteligentes, vayamos un poquito más allá, leamos más libros en vez de ver tanta tele, hagamos algo bien por nuestros perros.
Por Rosana Álvarez en Etolia