Después de la Segunda Guerra Mundial, las familias comenzaron a ser menos numerosas. En los países desarrollados, los perros empezaron a recibir mayor atención ya que muchas veces llenaban importantes vacíos. Este proceso se acentuó a medida que la sociedad se tornó cada vez más competitiva e individualista. A su vez los cambios demográficos y la mayor urbanización produjeron que el ser humano se alejara cada vez más de la naturaleza y buscara reemplazar esta carencia en forma doméstica, a través de la adopción de un animal.
Estas dos situaciones motivaron en las personas una necesidad de mayor afecto y de mayor contacto con la naturaleza. Un perro satisface la primera de las necesidades en forma incondicional y además para muchas personas es un fiel representante del mundo natural. Estos hechos, sumados a los avances de la medicina veterinaria en salud canina y su relación con la humana, generaron en muchas personas un cambio de actitud en su relación con los perros. Básicamente estos animales dejaron, en muchos casos, de vivir aislados en el fondo de la casa y pasaron a convivir en forma más estrecha con sus propietarios. Con el correr de los años esta situación se extendió a los países en vías de desarrollo.
En una encuesta realizada en Capital Federal y el Gran Buenos Aires, el 94% de los propietarios de perros afirmó que sus animales eran considerados como un miembro de la familia, lo que representa una muestra irrefutable de este cambio. Este estudio arrojó a su vez algunos resultados que merecen ser analizados detalladamente; ya que permiten sacar algunas conclusiones muy, interesantes. El 95% de los encuestados reconoció que solía hablar con su perro en varios momentos durante el día, el 47% de los propietarios compartía la comida con su animal, el 39% permitía que su perro durmiese junto a él en la cama y el 29% celebraba el cumpleaños de su animal.
Estos datos no sólo indican que la mayoría de los dueños establece un vínculo estrecho con los perros sino que los tratan como a seres humanos, estableciendo una relación de tipo emocional más que racional. Si bien saben que los perros son animales domésticos, sienten que son más que eso y frecuentemente se refieren a ellos como si fuesen personas, más específicamente niños.
Durante el ejercicio de mi profesión tuve la oportunidad de conocer innumerable cantidad de propietarios que tenían una relación con sus perros similar a la que mantenían con los hijos. Tal fue el caso de un matrimonio que convivía con un hermoso ejemplar de pastor belga de dos años de edad. Este animal tenía serios problemas; el más grave era la agresividad hacia sus dueños. Antes de indicarles el tratamiento necesario para intentar corregir esta alteración de comportamiento, procedí a explicarles los riesgos que existían para su integridad física si el animal repetía alguno de los episodios agresivos. A partir de eso, les sugerí que decidieran si continuarían conviviendo con su perro. La respuesta del matrimonio fue preguntarme qué decisión tomaría yo si una de mis hijas tuviese un problema de conducta.
¿Por qué mucha gente siente que sus animales son como niños y en algunos casos hasta los consideran como a sus propios hijos? La respuesta es que los perros son animales sociales que buscan permanentemente la compañía de sus dueños. Esto mismo es válido para los niños con respecto a sus padres.
Muchos perros cuando son separados de sus dueños presentan signos de angustia y ansiedad. En una primera etapa se muestran hiperactivos y vocalizan casi permanentemente mediante aullidos, ladridos y/o gemidos. A los chicos les pasa exactamente lo mismo cuando son separados de sus padres y lo manifiestan a través del llanto. En una segunda etapa la hiperactividad desaparece y da lugar a una hipoactividad y a un menor interés por lo que sucede a su alrededor. Esto se manifiesta en una clara disminución del apetito, llegando en casos extremos a una anorexia total. Los niños que pasan por este proceso lo manifiestan a través de conductas más complejas, como el retraimiento, la violencia o la rebeldía.
Estas y muchas otras razones explican por qué muchas personas sienten que sus perros son como seres humanos. Sin embargo, podríamos resumirlas recurriendo a un antiguo proverbio chino: "Existe mucho del ser humano en el animal y todo lo del animal en el ser humano."
Extracto del libro "Nuestro perro"
Autor: M.V. Claudio Gerzovich Lis
Comportamiento animal
Después
de la Segunda Guerra Mundial, las familias comenzaron a ser menos
numerosas. En los países desarrollados, los perros empezaron a recibir
mayor atención ya que muchas veces llenaban importantes vacíos. Este
proceso se acentuó a medida que la sociedad se tornó cada vez más
competitiva e individualista. A su vez los cambios demográficos y la
mayor urbanización produjeron que el ser humano se alejara cada vez más
de la naturaleza y buscara reemplazar esta carencia en forma doméstica, a
través de la adopción de un animal.
Estas dos situaciones motivaron en las personas una necesidad de mayor afecto y de mayor contacto con la naturaleza. Un perro satisface la primera de las necesidades en forma incondicional y además para muchas personas es un fiel representante del mundo natural. Estos hechos, sumados a los avances de la medicina veterinaria en salud canina y su relación con la humana, generaron en muchas personas un cambio de actitud en su relación con los perros. Básicamente estos animales dejaron, en muchos casos, de vivir aislados en el fondo de la casa y pasaron a convivir en forma más estrecha con sus propietarios. Con el correr de los años esta situación se extendió a los países en vías de desarrollo.
En una encuesta realizada en Capital Federal y el Gran Buenos Aires, el 94% de los propietarios de perros afirmó que sus animales eran considerados como un miembro de la familia, lo que representa una muestra irrefutable de este cambio. Este estudio arrojó a su vez algunos resultados que merecen ser analizados detalladamente; ya que permiten sacar algunas conclusiones muy, interesantes. El 95% de los encuestados reconoció que solía hablar con su perro en varios momentos durante el día, el 47% de los propietarios compartía la comida con su animal, el 39% permitía que su perro durmiese junto a él en la cama y el 29% celebraba el cumpleaños de su animal.
Estos datos no sólo indican que la mayoría de los dueños establece un vínculo estrecho con los perros sino que los tratan como a seres humanos, estableciendo una relación de tipo emocional más que racional. Si bien saben que los perros son animales domésticos, sienten que son más que eso y frecuentemente se refieren a ellos como si fuesen personas, más específicamente chicos.
Durante el ejercicio de mi profesión tuve la oportunidad de conocer innumerable cantidad de propietarios que tenían una relación con sus perros similar a la que mantenían con los hijos. Tal fue el caso de un matrimonio que convivía con un hermoso ejemplar de ovejero belga de dos años de edad. Este animal tenía serios problemas; el más grave era la agresividad hacia sus dueños. Antes de indicarles el tratamiento necesario para intentar corregir esta alteración de comportamiento, procedí a explicarles los riesgos que existían para su integridad física si el animal repetía alguno de los episodios agresivos. A partir de eso, les sugerí que decidieran si continuarían conviviendo con su perro. La respuesta del matrimonio fue preguntarme qué decisión tomaría yo si una de mis hijas tuviese un problema de conducta.
¿Por qué mucha gente siente que sus animales son como chicos y en algunos casos hasta los consideran como a sus propios hijos? La respuesta es que los perros son animales sociales que buscan permanentemente la compañía de sus dueños. Esto mismo es válido para los niños con respecto a sus padres.
Muchos perros cuando son separados de sus dueños presentan signos de angustia y ansiedad. En una primera etapa se muestran hiperactivos y vocalizan casi permanentemente mediante aullidos, ladridos y/o gemidos. A los chicos les pasa exactamente lo mismo cuando son separados de sus padres y lo manifiestan a través del llanto. En una segunda etapa la hiperactividad desaparece y da lugar a una hipoactividad y a un menor interés por lo que sucede a su alrededor. Esto se manifiesta en una clara disminución del apetito, llegando en casos extremos a una anorexia total. Los niños que pasan por este proceso lo manifiestan a través de conductas más complejas, como el retraimiento, la violencia o la rebeldía.
De esta forma vemos que de la misma manera que los niños extrañan a sus padres, los perros extrañan a sus dueños. Por eso, cuando se restablece el vínculo tanto los niños como los perros se muestran alegres. Incluso muchas personas señalan que cuando llegan a la casa después de un arduo día de trabajo, el perro suele recibirlos mejor que sus propios hijos.
Estas y muchas otras razones explican por qué muchas personas sienten que sus perros son como seres humanos. Sin embargo, podríamos resumirlas recurriendo a un antiguo proverbio chino: "Existe mucho del ser humano en el animal y todo lo del animal en el ser humano."
Extracto del libro "Nuestro perro"
Autor: M.V. Claudio Gerzovich Lis
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Estas dos situaciones motivaron en las personas una necesidad de mayor afecto y de mayor contacto con la naturaleza. Un perro satisface la primera de las necesidades en forma incondicional y además para muchas personas es un fiel representante del mundo natural. Estos hechos, sumados a los avances de la medicina veterinaria en salud canina y su relación con la humana, generaron en muchas personas un cambio de actitud en su relación con los perros. Básicamente estos animales dejaron, en muchos casos, de vivir aislados en el fondo de la casa y pasaron a convivir en forma más estrecha con sus propietarios. Con el correr de los años esta situación se extendió a los países en vías de desarrollo.
En una encuesta realizada en Capital Federal y el Gran Buenos Aires, el 94% de los propietarios de perros afirmó que sus animales eran considerados como un miembro de la familia, lo que representa una muestra irrefutable de este cambio. Este estudio arrojó a su vez algunos resultados que merecen ser analizados detalladamente; ya que permiten sacar algunas conclusiones muy, interesantes. El 95% de los encuestados reconoció que solía hablar con su perro en varios momentos durante el día, el 47% de los propietarios compartía la comida con su animal, el 39% permitía que su perro durmiese junto a él en la cama y el 29% celebraba el cumpleaños de su animal.
Estos datos no sólo indican que la mayoría de los dueños establece un vínculo estrecho con los perros sino que los tratan como a seres humanos, estableciendo una relación de tipo emocional más que racional. Si bien saben que los perros son animales domésticos, sienten que son más que eso y frecuentemente se refieren a ellos como si fuesen personas, más específicamente chicos.
Durante el ejercicio de mi profesión tuve la oportunidad de conocer innumerable cantidad de propietarios que tenían una relación con sus perros similar a la que mantenían con los hijos. Tal fue el caso de un matrimonio que convivía con un hermoso ejemplar de ovejero belga de dos años de edad. Este animal tenía serios problemas; el más grave era la agresividad hacia sus dueños. Antes de indicarles el tratamiento necesario para intentar corregir esta alteración de comportamiento, procedí a explicarles los riesgos que existían para su integridad física si el animal repetía alguno de los episodios agresivos. A partir de eso, les sugerí que decidieran si continuarían conviviendo con su perro. La respuesta del matrimonio fue preguntarme qué decisión tomaría yo si una de mis hijas tuviese un problema de conducta.
¿Por qué mucha gente siente que sus animales son como chicos y en algunos casos hasta los consideran como a sus propios hijos? La respuesta es que los perros son animales sociales que buscan permanentemente la compañía de sus dueños. Esto mismo es válido para los niños con respecto a sus padres.
Muchos perros cuando son separados de sus dueños presentan signos de angustia y ansiedad. En una primera etapa se muestran hiperactivos y vocalizan casi permanentemente mediante aullidos, ladridos y/o gemidos. A los chicos les pasa exactamente lo mismo cuando son separados de sus padres y lo manifiestan a través del llanto. En una segunda etapa la hiperactividad desaparece y da lugar a una hipoactividad y a un menor interés por lo que sucede a su alrededor. Esto se manifiesta en una clara disminución del apetito, llegando en casos extremos a una anorexia total. Los niños que pasan por este proceso lo manifiestan a través de conductas más complejas, como el retraimiento, la violencia o la rebeldía.
De esta forma vemos que de la misma manera que los niños extrañan a sus padres, los perros extrañan a sus dueños. Por eso, cuando se restablece el vínculo tanto los niños como los perros se muestran alegres. Incluso muchas personas señalan que cuando llegan a la casa después de un arduo día de trabajo, el perro suele recibirlos mejor que sus propios hijos.
Estas y muchas otras razones explican por qué muchas personas sienten que sus perros son como seres humanos. Sin embargo, podríamos resumirlas recurriendo a un antiguo proverbio chino: "Existe mucho del ser humano en el animal y todo lo del animal en el ser humano."
Extracto del libro "Nuestro perro"
Autor: M.V. Claudio Gerzovich Lis
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