Los expertos creen que están lejos de encontrar una respuesta: "Desde el punto de vista de la física, el problema ha alcanzado un nivel en el que los detalles dependen del gato específico"
Hay pocos animales más enigmáticos que los gatos. Desde que aprendieron a convivir con los seres humanos, los felinos domésticos han fascinado a multitud de generaciones, ya sea por su peculiar forma de mostrar cariño o por sus inigualables reflejos. Su agilidad es tan legendaria que la cultura popular incluso les atribuye siete vidas, afirmación que, aunque en realidad sea una hipérbole, refleja una cuestión que la ciencia sigue sin resolver: ¿por qué siempre caen de pie? Tal y como explica 'BBC', hay que remontarse a los orígenes de la física clásica para encontrar las primeras explicaciones a este interrogante. En el 1700, el francés Antoine Perrent sostenía que los gatos eran capaces de ajustar su columna vertebral para darse la vuelta, desplazando así su centro de gravedad.
Hay pocos animales más enigmáticos que los gatos. Desde que aprendieron a convivir con los seres humanos, los felinos domésticos han fascinado a multitud de generaciones, ya sea por su peculiar forma de mostrar cariño o por sus inigualables reflejos. Su agilidad es tan legendaria que la cultura popular incluso les atribuye siete vidas, afirmación que, aunque en realidad sea una hipérbole, refleja una cuestión que la ciencia sigue sin resolver: ¿por qué siempre caen de pie? Tal y como explica 'BBC', hay que remontarse a los orígenes de la física clásica para encontrar las primeras explicaciones a este interrogante. En el 1700, el francés Antoine Perrent sostenía que los gatos eran capaces de ajustar su columna vertebral para darse la vuelta, desplazando así su centro de gravedad.
Esta idea fue considerada plausible hasta el siglo XIX, pero hoy día es considerada errónea, pues la flotabilidad del aire es demasiado débil como para afectar a un gato durante la caída. Fue a principios de aquella centuria cuando surgieron nuevas hipótesis al calor de la ley de conservación de la energía, según la cual en cualquier proceso físico la energía no se crea ni se destruye, se transforma. En estas fechas también se estandarizó el principio de conservación del movimiento angular, que establece la imposibilidad de que un objeto comience a girar sin que otro gire en sentido opuesto con la misma magnitud cinética. Con ambos argumentos en mano, cabía deducir que un gato no puede girar sobre sí mismo mientras está en caída libre. Por el contrario, lo más probable era que, antes de caer, el animal realizara una rotación inicial que le hiciera aterrizar de pie.
Pero dicho razonamiento fue desterrado en 1894 por el investigador Etienne-Jules Marey, que presentó a la Academia Francesa de las Ciencias una secuencia fotográfica que recogía todos los movimientos de un gato durante su caída. En las imágenes podía comprobarse que no realizaba ninguna rotación, antes ni durante el proceso y, aún así, lograba caer de pie. Hubo quien le acusó de crear "una paradoja científica en contradicción directa con los principios mecánicos más elementales". El debate se abría de nuevo.
El problema es que los científicos habían considerado al gato como un objeto rígido, pero cualquier propietario de mascota podrá corroborar que no lo es: es capaz de doblarse, girarse y mover varias partes de su cuerpo sin ningún movimiento angular. Ya en 1935, los fisiólogos holandeses G.G.J. Rademaker y J.W.G ter Braak se lo imaginaron como un conjunto de cilindros, lo cual permitió averiguar que la principal maniobra que ejecuta durante su caída consiste en doblar partes de su cuerpo en direcciones diferentes. Por ejemplo, es habitual que se doble por la cintura y tuerza las dos mitades de su cuerpo. La NASA cogió el relevo de la investigación en los años sesenta con la intención de enseñar a sus astronautas a girar en el espacio y minimizar el daño en la ejecución de sus caídas. Ingenieros de la Universidad de Stanford utilizaron simulaciones informáticas para redefinir los movimientos del gato, pero no obtuvieron resultados concluyentes. En la actualidad se trabaja a partir de prototipos de gatos robóticos, pero ninguno de ellos ha conseguido aterrizar de pie desde cualquier posición inicial.
¿Y si nunca se resuelve?
"Parte del problema es que cada gato puede hacer las cosas de manera un poco diferente, porque son seres vivos. Hay gatos más pesados y gatos más ligeros. Tengo ejemplos de ambos en casa; gatos más largos y gatos más cortos. Cada uno de ellos puede torcerse, doblarse, y girar de manera diferente", explica a la revista 'Ars' Greg Gbur, autor del libro 'Falling Felines and Fundamental Physics'. El experto cree que "desde el punto de vista de la física, el problema ha alcanzado un nivel en el que los detalles dependen del gato específico". "Si miras videos de gatos que caen, verás que muchos de ellos usan sus colas para darse la vuelta, pero también sabemos que los gatos sin cola pueden girar". Llegados a este punto de concreción, augura que el problema seguirá sin resolverse: "Los físicos tienen el instinto de buscar soluciones simples, pero la naturaleza siempre está buscando la solución más efectiva. Y estos dos enfoques no siempre coinciden".
Publicado en El Confidencial