domingo, 23 de julio de 2023

POEMA A NIEBLA, MI PERRO; POR RAFAEL ALBERTI

Una noche gélida y brumosa, Pablo Neruda, otro genio que por aquel entonces vivía en España encontró a una perra que tenía la pata lastimada. La recogió y la ayudó a recuperarse. Era una ovejera irlandesa que antaño, y  debido a la contienda que pronto acaecería en España tuvo que ganarse la vida en la calle.
Neruda, que tuvo que partir del país, dejó a Niebla a cargo de su amigo Rafael para que la cuidara y terminara de recuperarla. 


«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas,

el tabaco inocente, tonto, de tu mirada,

los largos resplandores que por el monte dejas,

al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.

Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados,

que de improviso surgen de las rotas neblinas,

arrastrar en sus tímidos pasos desorientados

todo el terror reciente de su casa en ruinas.

A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,

que transportan la muerte en un cajón desnudo;

de ese niño que observa lo mismo que un festejo

la batalla en el aire, que asesinarle pudo;

a pesar del mejor compañero perdido,

de mi más que tristísima familia que no entiende

lo que yo más quisiera que hubiera comprendido,

y a pesar del amigo que deserta y nos vende;

«Niebla», mi camarada,

aunque tú no lo sabes, nos queda todavía,

en medio de esta heroica pena bombardeada,

la fe, que es alegría, alegría, alegría.