En septiembre de 1944, en plena ofensiva aliada contra el ejército alemán, el primer ministro Winston Churchill tiene un temor supersticioso. Conoce la leyenda de que el día en que los monos desaparezcan de Gibraltar, la Roca dejará de ser británica. Y en ese momento sólo quedaban cuatro animales, herederos de los llevados en 1704 por los ingleses para asegurarse un alimento extra en caso de sitio español. Churchill se cree la historia y considera muy alta la posibilidad de perder la colonia. Por ello encargará a un comando especial de soldados de élite una misión tan secreta como sorprendente, por no decir ridícula: reforzar la población de monos de Gibraltar con animales africanos.
Ahora, eso sí, lo hicieron muy bien. Para evitar problemas de consanguinidad se capturaron macacos de las dos poblaciones salvajes existentes, la argelina y la marroquí; 24 en total, 12 de cada núcleo. Desde entonces y hasta 1991 su cuidado fue responsabilidad de la Royal Navy. Ahora son cerca de 300, así que la pertenencia del territorio a Isabel II parece garantizada.
Donde está ahora el problema es en las poblaciones naturales de este macaco (Macacus sylvanus). De Berbería y no de Gibraltar, pues su distribución natural es norteafricana. La única especie de primate al norte del Sáhara.
Según ha informado la asociación AAP Primadomus a través de un comunicado de prensa, en los últimos 30 años la población en Marruecos y Argelia ha descendido espectacularmente, de 23.000 a tan solo 8.000 ejemplares; una impactante caída del 65%.
Un informe del investigador de la Universidad de Utrecht Daan van Uhm revela que aproximadamente 200 macacos de Berbería, en su mayoría crías, son capturados en estado salvaje en Marruecos cada año para alimentar el comercio ilegal de mascotas en Europa y la industria turística.
Por lo no hablar de los muchos que, como me explicó hace dos años en el Rif un naturalista marroquí, son directamente cazados y comidos como una presa cinegética más.
Sin un Churchill salvador que decida poner fin a esta sangría, los pobres macacos desaparecerán del bosque y terminarán, apenas los más afortunados, provocando risas a los visitantes petardos del zoológico.
Según coinciden los expertos, si la Unión Europea y Marruecos no toman las medidas necesarias para poner fin al comercio y la caza ilegal, así como a la destrucción de los bosques donde vive, la especie corre serio peligro de extinguirse.