Cuando el veterinario observa que su paciente, perro o gato, manifiesta malos comportamientos, y le expresa al propietario la necesidad de consultar a un médico veterinario especializado en etología clínica son frecuentes preguntas como las siguientes: ¿Qué significa Etología clínica veterinaria?; ¿Cómo y dónde se realiza la consulta?; ¿El animal se queda solo con el profesional o los miembros de la familia deben participar?; ¿Hay edad para realizar un tratamiento?; ...entre otras.
Suele desconocerse que con el adecuado asesoramiento del veterinario, los problemas de conducta generalmente pueden resolverse independiente de la especie, raza, sexo y edad del animal que los manifiesta, y pueden prevenirse y evitarse.
Suele desconocerse que con el adecuado asesoramiento del veterinario, los problemas de conducta generalmente pueden resolverse independiente de la especie, raza, sexo y edad del animal que los manifiesta, y pueden prevenirse y evitarse.
En los párrafos siguientes compartiré respuestas a las preguntas más frecuentes en el consultorio de la especialidad.
La etología clínica veterinaria, también llamada medicina comportamental o zoopsiquiatría, es la rama de la Medicina Veterinaria que se ocupa de prevenir, diagnosticar y tratar los problemas de comportamiento. Estos pueden presentarse en las distintas especies pero, en mi caso particular, me referiré a los animales de compañía por excelencia, el perro y el gato.
Un problema de comportamiento es cualquier conducta que resulte peligrosa o inconveniente para el individuo que lo manifiesta, su familia humana, sus congéneres u otras especies con quienes tiene contacto, o la sociedad en general.
Estos problemas pueden derivar de conductas normales para la especie pero que suelen resultar inadecuadas para convivir con personas, entre ellas ciertas manifestaciones de agresión; la monta jerárquica; la marcación territorial con orina o materia fecal (menos frecuente), o mediante el arañado que tantos disgustos genera en los propietarios de gatos; cavar pozos; robar alimentos o residuos; revolcarse en materia fecal de otra especie o ingerirla, etcétera.
Así mismo, los comportamientos problema pueden deberse a rituales de comunicación dentro del grupo social, como por ejemplo el saludo excesivo del perro cuando su propietario regresa al hogar, el salto sobre las visitas, mendigar alimento, entre otros. También a conductas alteradas, entre ellas la succión excesiva de tejidos, plásticos, o partes del cuerpo propio o ajeno.
En otros casos, los problemas de conducta pueden ser debidos a enfermedades del comportamiento que le impiden al animal interactuar adecuadamente en su entorno social y ambiental. Estas enfermedades pueden originarse durante el desarrollo comportamental del gatito o perrito, o en el adulto, en ellas los malos comportamientos suelen ser, entre otros, los mismos signos clínicos que los citados anteriormente pero se presentan con mayor intensidad y frecuencia.
Entonces, que el perro haga pozos en el jardín puede ser consecuencia de la edad o de un ambiente hipoestimulante, pero si el jardín parece un campo donde las minas han explotado por doquier es diferente, y puede ser un signo clínico de una enfermedad conductual. Lo mismo sucede con la excesiva destructividad, los saltos de bienvenida, el tirar de la correa en la calle, el juego excesivo con congéneres que genera la respuesta hostil del compañero de juegos, los miedos intensos, las vocalizaciones, eliminación inadecuada, agresividad, marcación con uñas u orina, etcétera. Ninguna raza, edad o sexo por sí solos justifican estos u otros comportamientos.
Por lo tanto, en presencia de cualquier problema de conducta del perro o gato, el médico veterinario debe realizar el diagnóstico del mismo mediante el examen clínico etológico o médico comportamental. Este examen es extenso, su duración suele ser de 60 minutos o más, y puede realizarse en el consultorio o en el domicilio en función de las características propias del problema y el paciente.
Durante la consulta etológica tiene que estar presente el animal y los miembros de la familia, quienes deben involucrarse en el tratamiento.
Salvo pocas excepciones, nunca es tarde para realizar el tratamiento. La duración del mismo dependerá del diagnóstico, la edad del animal y el tiempo de evolución del mal comportamiento. O sea, como en otras especialidades, cuanto antes se detecte, menor será la evolución del problema, mejor será el pronóstico y mayor la posibilidad de resolución.
Respecto de la pregunta sobre las causas más frecuentes de consulta en etología clínica en el perro son destructividad y vocalización excesiva al quedar solo, por ser animales incansables, o porque manifiesta agresividad en diferentes situaciones. En los gatos generalmente se debe a que ensucian fuera de la bandeja sanitaria, porque permanece escondido durante todo el día y sólo se alimenta o elimina en las piedras sanitarias durante la noche, y también agresividad (ataca las piernas o las manos con uñas y dientes en forma imprevista, o durante el juego o al ser acariciado; o es agresivo con las visitas u otro gato del hogar).
Son menos, lamentablemente, los propietarios que consultan para asesorarse sobre como elegir la especie e individuo adecuados para la familia, y sobre como educarlo para prevenir problemas que pudiera manifestar en el futuro.
La presencia de problemas de conducta en el animal de compañía indica que algo no está bien y necesita ayuda profesional. Abarcan distintas formas de agresión, miedos, alteraciones en la conducta de eliminación, de alimentación, de descanso, juego, comportamiento sexual, ansiedad, trastornos compulsivos, deficiencias en la educación….
Hay más preguntas y más respuestas que quedarán para otra oportunidad.
El comportamiento del perro y el gato depende de la herencia, del ambiente que lo rodea desde su gestación y los aprendizajes.
Por lo tanto, es importante la conducta de sus ancestros ya que algunas son heredables; cómo fue su gestación porque el estrés de la madre durante la misma favorece la futura presentación de trastornos de ansiedad en el animal adulto; la conducta materna (su primera maestra); el número de individuos en la camada; las condiciones sanitarias y características respecto del espacio y estímulos adecuados de donde fue criado; todo lo referente al lugar donde habita en la actualidad; cómo está integrada la familia y el carácter de sus miembros; los horarios de trabajo y rutinas; y lo que aprendió y aprende día a día.
O sea, no basta con comprar una buena raza para lograr un buen animal de compañía.
Para compartir los días con un compañero de cuatro patas con “perrolidad o gatolidad agradable” (entiéndase personalidad pero en estas especies ya que no son personas) no se necesita una raza determinada. Es necesario cuidar el desarrollo conductual del sujeto desde su preñez y educarlo desde el primer día, primero lo hará su madre quien debe conocer y poseer buenos rituales de comunicación para poder enseñárselos y tener el tiempo necesario para hacerlo (por lo que la adopción debe realizarse en tiempo y forma adecuadas).
La educación tiene que ser continuada en su nuevo hogar por su propietario, quien debe ser coherente en el mensaje que le brinda a diario, ofrecerle un ambiente variado y tiempo para educarlo con paciencia y jugar adecuadamente con él, evitando siempre malos tratos que predisponen a miedo, ansiedad y agresividad.
Las enfermedades de comportamiento no mejoran solas. Es necesario el diagnóstico y el tratamiento adecuado de las mismas.
Como conclusión, los primeros meses de vida son fundamentales para que posteriormente sea un gato o perro adulto de comportamiento equilibrado y competente. La buena comunicación y el trabajo diario, evitando enojos y castigo físico, previenen la aparición de malos comportamientos.
Aunque la siguiente frase no es mía, siempre es importante recordar que “el buen comportamiento también es signo de buena salud”.
Autora: Dra. Silvia I. N. Vai