Hay cinta adhesiva, huevos escoceses, el pino silvestre, musgo escocés, spray Scotch Guard y, por supuesto, whisky escocés.
Pero ¿sabías que hasta finales del siglo XIX, todos los terriers de Escocia se llamaban históricamente “Scotch Terriers”? Esto cambió (ligeramente) cuando las exposiciones caninas se convirtieron en algo habitual y, entonces, los terriers de Escocia pasaron a llamarse “Scottish Terriers”. Pero, ¿cuál era el terrier escocés? ¿El Skye Terrier, el West Highland White Terrier, el Cairn Terrier, el Dandie Dinmont Terrier o incluso el Yorkshire Terrier?
¿Y por qué las exposiciones caninas habrían influido en un cambio de nombre?
La última pregunta se responde señalando que el cambio tuvo más que ver con la madurez de los criadores de la época. Querían una forma más sustancial de diferenciar entre los diversos tipos de terriers de Escocia, y eso significaba ponerlo por escrito, por así decirlo. Y cuando se trata de anotar aspectos de una raza de manera oficial (esas cualidades que hacen que una raza sea diferente de cualquier otra raza), significa registrarlas en un estándar de raza, una descripción escrita detallada de las características ideales, el temperamento y la apariencia de esa raza.
Las fuentes coinciden en que los primeros pasos significativos hacia la estandarización de un terrier de Escocia se dieron alrededor de 1880, y que la primera raza de terrier que tuvo un estándar escrito fue el Scottish Terrier. Eso sí, la primera mención conocida del Scottie había ocurrido mucho antes. El obispo John Lesley en su libro History of Scotland from 1436 to 1561 lo describió como un “perro de baja estatura, que arrastrándose por madrigueras subterráneas, ahuyenta a zorros, tejones, vencejos y gatos salvajes de sus escondites y guaridas”.
Si nos adelantamos al siglo XIX, cuando la mayoría de los aficionados a los terriers en Escocia se referían a sus perros como “Scotch Terriers”, era inevitable que se produjera una pelea: una disputa muy pública en la que los criadores expresaron sus quejas en el Live Stock Journal, junto con sus opiniones sobre cuál debería ser el estándar. Exasperado por el ritmo frenético con el que llegaban las cartas al director, el Journal no tuvo más remedio que terminarla, lo que hizo con la siguiente declaración: “ No vemos ninguna utilidad en prolongar esta discusión a menos que cada corresponsal describa el perro que considera el tipo verdadero”.
Nunca desafíes a un terrier ni a su dueño. Solo lo digo.
Un tal capitán, Gordon Murray, aceptó el desafío y escribió una descripción de un Scottish Terrier ideal, la raza que hoy conocemos con el mismo nombre.