El Islam considera a los perros animales sucios y despreciables
Un olor nauseabundo se cuela
por la ventanilla cuando queda menos de un quilómetro para llegar al
refugio. Pronto, el hedor se hace más intenso hasta que una vez dentro y
después de unos minutos recorriendo el centro, nos acostumbramos a él. Más de 700 perros callejeros conviven en el primer albergue para perros abandonados creado en Irán, el refugio 'Vafa'.
Lo que en otros países es normal, aquí es un milagro. No solo porque
hasta hace poco no existía conciencia alguna sobre los derechos de los
animales, sino porque el Islam considera a los perros animales sucios y
despreciables.
EL MUNDO ha quedado en visitar el centro de la
mano de una voluntaria. "Pasad por aquí. En este pabellón se encuentran
los llegados de Gilán", nos conduce Maryam, que vive a caballo entre
Otawa y Teherán. A su ciudad natal regresa cada dos meses con el único
objetivo de estar en contacto con estos animales y dinamizar el centro.
Esta treintañera lidera las patrullas de voluntarios que
circulan por las calles de Teherán con la misión de rescatar a los
perros que deambulan heridos o malnutridos.
Con
frecuencia, estos escuadrones encuentran canes con signos de
ensañamiento, en un estado próximo a la muerte. Su trabajo consiste en
recogerlos del asfalto, llevarlos al centro, ponerlos en cuarentena y
una vez vacunados, reinsertarlos en las celdas comunes.
El estruendo de los ladridos y el fuerte olor que se respira en el cobertizo dificultan la conversación.
Los perros no están sucios, simplemente son muchos. Hace dos meses, el
albergue recibió una "remesa" de más de 70 canes moribundos procedentes
de Gilán, al norte de Irán. Las redes sociales permitieron identificar
la nave en la que habían sido encerrados, maltratados y abandonados.
"El
ayuntamiento pagó a un hombre para que cuidara de ellos. Pero los
abandonó a su suerte sin comida ni agua. Cuando los encontramos, su
estado era deplorable. Se habían comido los unos a los otros", narra la
voluntaria, mientras muestra en su teléfono móvil fotos tomadas del
infierno. El individuo que hizo semejante fechoría está libre. No desaparecido, sino libre.
Todavía no existe en Irán una ley que castigue la violencia animal.
Pero su aprobación está cerca. Grupos de activistas llevan tiempo
negociando con el gobierno una normativa que proteja a los animales
contra el maltrato. En un país donde las leyes colisionan en demasiadas
ocasiones con los derechos humanos, existe una cada vez mayor
sensibilidad hacia la protección de los animales.
Mitra Hajjar
es una conocida actriz iraní, de reputación internacional. Compagina su
trabajo en el cine con un activismo animalista incondicional. Cada
semana mantiene reuniones con la administración para hacer un
seguimiento del redactado de la ley y desde su página de Instagram hace
campaña para educar a sus seguidores. "Si el gobierno o los medios dicen
que no hay que maltratar a los animales, nadie hará caso. Pero si yo y
otros artistas predicamos con el ejemplo, entonces la gente nos sigue",
cuenta a EL MUNDO. Hajjar no asistió a la concentración pro-animalista
que tuvo lugar hace poco en Teherán frente a la Organización del Medio
Ambiente.
Ella se opuso al considerar que el gobierno ya trabaja en la línea que quieren los activistas. ¿Por qué protestar más, entonces? Pero sus compañeros artistas sí participaron y acabaron todos detenidos.
En Irán, ninguna concentración, sea cual sea el motivo, está permitida.
"La gente espera que la administración lo haga todo. Y no es así. La
sociedad debe concienciarse de que es responsable de sus actos y no
podemos estar esperando que las autoridades nos digan qué debemos
hacer", expresa con gran madurez ciudadana.
Educación y lucha
"Lo
que falta es educación y concienciación. Pero estoy muy contenta porque
estamos avanzando", afirma la actriz, que tiene adoptados dos perros
del centro Vafa a los que mantiene económicamente. En casa, sin embargo,
convive con tres gatos. "El camino es muy largo, pero ya hemos
comenzado a recorrerlo. Lo que necesitamos es que en las escuelas se enseñe a los niños a respetar a los animales.
Creo que la gente que maltrata a los perros está enferma y en lugar de
la cárcel debería ir a un centro de salud mental. Pero lo importante es
que hace unos años no existía el movimiento animalista en Irán, pero
ahora hay gente valiente que lucha", subraya.
La mayoría de los perros del Vafa, en especial los rescatados en Gilán, conviven en amplias celdas cubiertas por un techo que les protege de la lluvia y el frío.
Sus ladridos se hacen más fuertes cuando alguno de los canes que anda
suelto se acerca desafiante a la valla y empotra sus patas delanteras
contra la verja. Rezahatdam, de unos cuarenta años, juega con un
labrador de pelaje dorado y aspecto formidable. Tiene el mono de trabajo
amarillo perdido de fango. La tromba de agua que acaba de abatirse
sobre este trozo de monte, donde se ubica el refugio, a 80 kilómetros de
Teherán, le ha pillado de lleno.
Hoy se ha llevado al centro a
su sobrino, que sostiene un cachorro con un ímpetu cómico. "Estamos
negociando la creación de otro centro como éste en Gilán para evitar que
vuelva a suceder lo ocurrido. En este país es más efectivo negociar que manifestarse. Las autoridades pueden venir cualquier día y cerrar esto. Es mejor no hacer ruido y dialogar", sostiene.
Sin ayudas públicas
Cerca
de las oficinas, una diminuta cabaña rudimentaria cobija a varias
hembras con sus cachorros. Allí, Engameh observa a las crías. Lleva
cinco años viniendo al centro cada viernes. Sus compañeros de trabajo no
entienden que dedique su único día libre "a un lugar como éste". "Los
animales son mi vida", se justifica la voluntaria, cuyo marido, religioso, no quiere ver ni uno en casa. Por eso su madre cuida de sus siete gatos.
Con un inglés atropellado, esta mujer denuncia que el ayuntamiento paga
a gente para que mate de un disparo a los perros callejeros. "Es mucho
más barato que recogerlos y cuidarlos", afirma.
"Cuando nos
quejamos a la administración por las ejecuciones, nos responden que la
gente les llama pidiéndoles que los maten", explica compungida. "Hay gente en este país que cree que los animales no merecen vivir dignamente",
suelta casi con asco. Pero las cifras hablan por sí solas. Mantener el
centro Vafa cuesta 10.000 euros al mes. Ninguna administración quiere
sufragar un gasto semejante para este fin. Su viabilidad corre a cargo
de donaciones privadas. No recibe ni una ayuda pública.
Y, pese
al esfuerzo que supone cada mes mantener en vida a tantos animales, sus
responsables no escatiman en gastos a la hora de alimentarlos, signo
inequívoco del afecto que dispensan a estos supervivientes. "Les preparamos comida casera; cocinamos una pasta a base de pollo, zanahoria, patata y harina.
Si les damos comida preparada o cruda, ya no la quieren", relata
Maryam, orgullosa de transformación de perros agónicos y silentes en
canes revoltosos y sibaritas.
En el camino de vuelta en coche, un
perro cruza de súbito la carretera. Rezahatdam, al volante, para en
seco y para avistar al animal, que ya anda lejos y solo se distingue su
larga cola. "No era un perro, sino un lobo. El único que teníamos en el
centro".
Publicado en El Mundo
Publicado en El Mundo