Los ganaderos al sur del Duero aprenden a protegerse del lobo, que se ha adaptado a los paisajes abiertos de la campiña
Fernando Pastor, un ganadero de ovejas criadas de forma extensiva y en
ecológico en Armuña (Segovia), es precavido. No le queda más remedio.
Aún tiene muy presentes los ataques del lobo registrados hace ocho años
en el pueblo. Por eso, enseña con cierto orgullo el pastor eléctrico en
el que guardará el ganado si aparece el temido carnívoro: una
valla-redil con una malla de nailon y un hilo con corriente eléctrica
conectado a una batería. "Es un sistema eficaz. Si el lobo sufre una
descarga, ya nunca se acercará, porque relaciona la valla con la
descarga", comenta.
En los territorios de Castilla al sur del Duero
no hay costumbre de protegerse frente al lobo. El ganado se dejaba en
naves con vallado franqueables y en verano los rebaños eran conducidos
al monte también con poca vigilancia. Pero eso va cambiando, una vez
constatado el avance del lobo, que se ha adaptado a los paisajes
abiertos de la campiña segoviana. Muchos ganaderos han optado por tomar
medidas de prevención, en lugar de pedir a la administración que cace al
lobo sin más. No obstante, el Ministerio de Agricultura y Medio
Ambiente -presionado por el lobby ganadero- ha pedido a la UE que se
cambie la directiva de Hábitats para que se pueda cazar el lobo al sur
del Duero. Pero, por ahora, no lo ha conseguido (aunque Bruselas ya ha abierto esa posibilidad).
Con más experiencia en materia de protección, el ganadero Alberto Fernández nos enseña sus 1.600 ovejas estabuladas en Santa Colomba de Sanabria (Cobreros, Zamora). "Yo veo el lobo cada año; pero cuando muevo el ganado llevo once mastines. En mi granja no he sufrido ataques; para esos están ellos", dice feliz.
Fernández vivió hace unos años un peligroso encuentro con dos lobos, pero se debió a que fueron invadidos por las 1.200 ovejas al entrar en el monte. "Pensé: '¿Por qué corre mi ganado?' ¡Pero si es el lobo! Me topé con un animal en el sendero, casi me atropella, dando saltos y quiebros". Sus mastines estuvieron persiguiendo a los lobos dos horas. "El lobo es un h. de p.; pero siempre ha estado aquí. Si no hubiera lobos, yo no tendría mastines; y para mí sería terrible", agrega. Fernández prefiere al lobo vivo, aunque controlado, consciente de sus ventajas. "El lobo nos trae ecologistas para estudiarlo, crea empresas de turismo, controla al ciervo o al jabalí...".
Jorge Echegaray, consultor experto, aclara que "el número de ataques al ganado no depende de que haya más lobos, sino de que se haga un manejo correcto de los rebaños". Al sur del río Duero hay menos lobos, pero se registran más ataques al ganado proporcionalmente. Eso prueba que la ganadería extensiva que se mueve muchas veces sin vigilancia ni recogida nocturna y está carente de perros mastines es más sensible.
Los ganaderos se muestran, en cambio, reacios a contratar un seguro para afrontar los daños del lobo con el argumento de que el problema no lo han causado ellos. Además, se quejan de que son caros y de que las indemnizaciones de la administración no cubren impactos difíciles de valorar (casos de estrés en los animales, abortos, pérdida de productividad...). Echegaray apunta que las indemnizaciones y las ayudas oficiales (por los daños o para medidas de protección) deben estar sujetas a objetivos ambientales. Se trataría de ofrecerlas si realmente se comprueba que se alcanzan las metas sobre conservación de la fauna salvaje (incluido el lobo). "La caza no resuelve el problema. Llevamos años cazando y eso no ha disuadido los ataques", dice Theo Oberhuber. Ecologistas en Acción pide la puesta en marcha de un plan de recuperación del lobo al sur del Duero, combatir el furtivismo y medidas para lograr la coexistencia de la ganadería extensiva y la conservación del gran carnívoro.
Publicado en La Vanguardia