Cada vez tenemos, lamentablemente, más noticias de hombres que odian a las mujeres.
Los diarios cuentan, prácticamente cada día, los casos en que las
mujeres son asaltadas. Los agresores aprovechan las más diversas
circunstancias. En casa o en la calle. De noche o de día. Nacho Herrero explica en este diario, desde Valencia, que hay un imponente guardaespaldas capaz de vigilar las 24 horas del día. Este vigilante es un perro.
Dice también que hay en España 168.000 órdenes de alejamiento
de hombres agresivos, y me gustaría que fuera un error o un
malentendido. En cualquier caso, no todas esas posibles víctimas están
preparadas para tener un perro adecuadamente entrenado. Pienso que el
éxito lo deben compartir la paciencia del hombre y la inteligencia del
perro. La Fundación Escan, valenciana,
tiene un programa de entrenamiento para resolver este problema. Estoy
seguro de que en otras comunidades también se entrenan perros para que descubran
rastros y sepan actuar según las circunstancias.
DE ANIMAL AGRESIVO A SERVIDOR
En la antigüedad, los humanos domesticaron a los lobos
para convertirlos en perros. El animal agresivo se convertía en un
servidor. En un 'compañero' útil. Y ahora, quién lo iba a decir, hay
unos perros que han sido adiestrados para luchar contra los 'salvajes' humanos.
Y enlazando con la primera frase, tal vez nada me sorprende tanto como
que haya hombres que odien a las mujeres. ¿Han sufrido una herida que no
se ha podido cicatrizar? ¿Acaso tienen problemas con su propio sexo?
Las explicaciones pueden ser muchas.
El odio es una intoxicación, y se puede contagiar. El perro, en cambio, puede ser pacificador y crear sintonías. Unos vecinos tienen un perrito, ¿o perrita?, al que veo cuando coincidimos en el portal. Son gente amable que nos ayuda si tenemos algún pequeño problema doméstico. No creo que destroce ningún sofá. Me atrevería a decir que hay personas y perros que se educan mutuamente.