jueves, 25 de junio de 2020

SAN GUINEFORT, EL GALGO SANTO


San Guinefort era un perro francés del siglo XIII que recibió la veneración local como un santo popular después de milagros fueron reportados en su tumba

Leyenda

Su historia es una variación sobre el tema muy transitado del "fiel perro", similar a la historia de Gales del perro Gelert. Guinefort el galgo pertenecía a un caballero que vivía en un castillo cerca de Lyon. Un día, el caballero se fue de caza, dejando a su hijo recién nacido en el cuidado de Guinefort.


Cuando regresó, se encontró con su morada sumida en el caos - la cuna estaba volcada, el niño no estaba a la vista y Guinefort saludó a su maestro con las mandíbulas sangrientas. Creyendo que Guinefort había devorado a su hijo, el caballero mató al perro. Luego, al oír un niño que llora; se dio la vuelta sobre la cuna y encontró a su hijo tirado allí, sano y salvo, junto con el cuerpo de una víbora. Guinefort había matado a la serpiente y salvado al niño. Al darse cuenta de la equivocación la familia enterró al perro en un pozo, lo cubrió con piedras y plantó árboles a su alrededor.


La historia de aquel galgo corrió como la pólvora sobre las localidades cercanas y muchos campesinos comenzaron a acudir a la tumba de Guinefort. Cada día iban más personas en peregrinaje pues los lugareños comenzaron a considerar a aquel perro como santo y mártir. Además muchas personas afirmaban que aún en su tumba el bonito galgo continuaba haciendo el bien en forma de milagros, sobre todo de curación de niños enfermos que acudían con sus padres a la tumba en busca de esperanza y salud. 


El lugar, la continua peregrinación y la propia historia llegaron a oídos de las más altas autoridades del Vaticano, que si bien, tras unos estudios realizados que daban credibilidad a algunos de los milagros atribuidos a Guinefort, exigieron poco después la prohibición del culto a aquel perro. Cuestión ésta acrecentada con la llegada de la Inquisición que consideraba herejía adorar a un animal y mandó exhumar los restos del perro y quemarlos para que fuera olvidado para siempre.


Pero en el corazón de los lugareños, siempre habría sitio para aquel buen animal, y la historia y el culto se fueron trasladando de padres a hijos en secreto hasta bien entrado el siglo XX, más de setecientos años después de los hechos.
Su festividad era el 22 de agosto. El culto de este santo perro persistió durante varios siglos, hasta la década de 1930, a pesar de las repetidas prohibiciones de la Iglesia Católica que nunca canonizó a Guinefort porque los perros no tienen alma inmortal y no pueden ser santos.


No olviden su oración, “Sant Guinefort, protégenos de los idiotas y las serpientes malvadas”