Considerando el impacto que ha tenido el perro en nuestra sociedad y la gran variedad de funciones que se le atribuyen, resulta normal preguntarse de dónde viene este extraordinario animal y cómo se han establecido los vínculos que tanto lo acercan al hombre.
Origen del perro
Los vestigios más antiguos de perros se han encontrado en China, donde también se encontraron las primeras asociaciones entre el hombre y una variedad de lobo de pequeño tamaño hace 150.000 años. La coexistencia de huesos de ambas especies en los yacimientos arqueológicos parece corroborar la teoría del lobo como antepasado del perro. Además, los recientes avances en genética demuestran que los genes del perro y del lobo apenas difieren en un 0.2% (la diferencia entre el genoma del hombre y del chimpancé es del 1%).
Aunque se han descubierto en Europa huellas y huesos de lobos de hace 40.000 años en territorios ocupados por el hombre, la utilización real del animal por el Homo sapiens todavía no ha podido ser confirmada por frescos prehistóricos. En un determinado período de tiempo, y debido a los cambios acontecidos en el clima, el hombre y el lobo acabaron por entrar en competencia puesto que se alimentaban de las mismas presas y utilizaban el trabajo en grupo como técnica de caza. El hombre consiguió amansar al lobo para utilizarlo como aliado de caza mucho antes de hacerse sedentario y criar ganado. Los perros primitivos eran sin duda perros de caza, no de pastoreo.
La domesticación del lobo fue simultánea al paso del hombre de la “predación” a la “producción”. Se ha descubierto que comenzó en Asia, pero no se consiguió únicamente allí, sino que se realizaron numerosas tentativas en diferentes partes del mundo con lobeznos procedentes de distintos grupos, que terminaron siendo rechazados por sus congéneres y acatando las normas del hombre con relativa facilidad, puesto que se trata de animales jerárquicos acostumbrados a vivir en grupo. Esta domesticación vino acompañada de numerosas modificaciones morfológicas (la mandíbula es menos fuerte puesto que han dejado de cazar, el carácter se asemeja al de un cachorro… por lo que la supervivencia del perro depende casi por completo del hombre).
La mayoría de las razas de perros son producto de la presión de la selección ejercida por nuestras civilizaciones, proceso que ha sido posible gracias a la domesticación y al control de los apareamientos. Así, contrariamente a los que ocurre con otras especies no domesticadas como los cocodrilos, que apenas han evolucionado desde hace 200 millones de años, la especie canina se ha adaptado (o ha sido adaptada) en un tiempo récord a todos los climas, civilizaciones y regiones geográficas que conocemos.
Desde la Antigüedad, el perro ha asumido numerosas funciones y participado en actividades tan diversas como los combates, el arrastre de trineos en regiones polares y los ritos sagrados de la mitología. Posteriormente, el imperio romano fue pionero en la cría canina y sus ciudadanos se enorgullecían del título de “patria de los mil perros” que sugería la existencia de una gran diversidad de perros que eran utilizados como animales de compañía, para proteger granjas y rebaños y, por supuesto, para cazar.
No resulta difícil imaginar que esa diversificación se vio enriquecida a lo largo de los siglos por el intercambio entre pueblos, las mutaciones genéticas, las selecciones e incluso eliminaciones, tanto naturales como voluntarias. Este largo proceso ha derivado en la gran variedad de razas y cruces caninos de los que disfrutamos en la actualidad y que, en la mayoría de casos ostentan el título de animal de compañía o incluso son considerados por sus dueños como “uno más de la familia”.
Publicado en Hospital Veterinario Cruz Cubierta