La nit és morta, i ja es fa clar.
(La noche ha muerto, y ya se hace claro.)
Joan Manuel Serrat, Canço de matinada
Amanece uno de los primeros días de la primavera. El sol despunta
tras las montañas, aún cubiertas por los restos de nieve de los últimos
temporales. Pero la atmósfera ya está tibia, y en ella resuenan las
voces de los más madrugadores.
En los campos abiertos las alondras son las primeras en levantar el
vuelo. El cielo es un dosel sonoro tejido con sus parloteos emitidos
desde el aire.
A ras de suelo, desde algún arbusto, rechina, áspero, un triguero.
Desde la mata de encinas cercana llegan los silbidos líquidos de totovía
-las alondras de bosque- los mirlos.
En este contraste continuo entre los silbidos dulces y los chirridos
estridentes, pasan raudos unos vencejos, claramente integrados en el
segundo grupo. Acaban de llegar de África; son de los primeros en
acercarse a pasar aquí la buena estación. A partir de hoy, cada día
habrá una nueva voz en los campos.
El sol apenas calienta, pero el alba es un concierto.
Publicado por Carlos de Hita en El Mundo