Cuando se tienen perros, gatos y un bebé, como es nuestro caso, todo
se te hace un caos. La verdad sea dicha, por mucho que quieras y que lo
intentes, no puedes llevarlo “tó palante”. No te queda tiempo para nada,
es más, te da la sensación de que al día le faltan horas, aunque las
que tiene se te hacen eternas porque te parece que nunca vas a acabar
con todo lo que tienes que hacer. Para colmo, si de la pareja trabajan
los dos y no eres rica como para pedir excedencias o contratar a alguien
que te arregle la casa, ya sabes: “¡no olvides supervitaminarte y
mineralizarte!”, como decía Súper Ratón.
Así que, bueno, vas
observando casi sin darte cuenta cómo el bebé va creciendo, y te das
cuenta de que ya se mueve, gatea y lo coge todo, o al menos lo intenta.
Si no andas con mil ojos, estaréis de acuerdo conmigo los que tengáis
niños, en 0,2 milésimas de segundo se ha podido pillar los dedos con una
puerta, darse de boca contra la mesa o suicidarse desde la trona,
cuando no otras cosas peores.
Dentro de los elementos que
conforman este tan tranquilo ambiente casero están los animales. Y
claro, ellos tienen sus sitios y momentos de descanso. Y hay que tener
mucho cuidado de que esa cosa que gatea a mil por hora no invada estos
espacios y estos momentos de tranquilidad del animal. Porque una de las
cosas que hará es agarrarle un puñado con la mano cerrada y tirar con
todas sus fuerzas (no sabemos por qué, esto de arrancar pelo a puñados
parece ser un instinto básico de los bebés)
Los bebés son muy
pequeños, claro, pero no creáis que por eso no pueden entender lo que
les expliques, lo que pasa es que no se pueden expresar con palabras,
pero engañan más de lo que parece. Además, llega un momento en que
tienden a imitar lo que hacen sus padres. No hay que castigar, no hace
falta, simplemente enseñarles cómo se debe hacer. El refuerzo positivo
es la mejor arma, y en esta casa se escucha el ¡muy bieeeeeeen! por
doquier. De vez en cuando los perros te miran con cara de: “¿dónde está
el premio?”
Un ejemplo de las cosas que puedes enseñar a tu bebé
es cómo acariciar al perro o al gato. Cambiar esa interacción en forma
de agarrar pelo por otra en forma de tocar despacito. Y así, en vez de
tener un perro calvo y un niño macarra, tendrás un perro feliz y
relajado y un niño contento con sus bichos.
Por supuesto, el
refuerzo positivo vendrá para el bebé por tocar suave al perro, y para
el perro por aguantar sus manitas golpeándole, que lo de “suave” para un
bebé que todavía no coordina bien sus movimientos es un decir, claro.
Que sepáis que yo también me he beneficiado del cambio, que ya me veía comprándome una peluca.
Posteriormente,
cuando el bebé lo haya aprendido del todo, se le podrá ir enseñando la
mejor zona donde tocarle, el mejor momento y muchas cosas más.
Por Rosana Alvarez Bueno en Etolia