Los gatos viajaron desde el Próximo Oriente y desde Egipto hasta nuestros hogares
El gato salvaje se hizo doméstico atraído por los ratones de las granjas
Dicen que si un gato pasa una noche en una casa se queda
definitivamente en ella. Estos pequeños felinos, asiduos protagonistas
de vídeos en internet que a veces parecen conspirar sobre la dominación
del mundo, lo que han logrado conquistar es por lo menos nuestro hogar y
sobre todo nuestro sofá.
Les pertenecemos,
según nos ven ellos a nosotros, y en sus dominios entra todo lo que él
cree suyo, lo que incluye desde nuestro más preciado sillón hasta
nuestra cama y, por supuesto, nosotros mismos. El gato nos tiene bien
amaestrados y de no poner coto a esa fascinación con la que nos seduce,
seríamos los dueños los que acabásemos ronroneando para solicitar su
atención.
Es un encantamiento que viene de lejos y, aunque no siempre fue el animal casero
que conocemos, su historia y evolución está ligada en parte a esa
atracción que producen las elegantes formas de este pequeño felino.
El primo salvaje del gato doméstico, un Felis silvestris de hábito solitario cuenta con cinco subespecies de las que sólo una, el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica) sucumbió a su vez a la cercanía del hombre y fue domesticado con éxito.
Lo atrajo el ratón que frecuentaba los almacenes de grano de los primeros agricultores, los del Oriente Próximo, 7.500 años antes de Cristo. Y así, persiguiendo a la que ya por aquel entonces era su más codiciada presa, el ratón se introdujo en los graneros y el gato en nuestras casas. El beneficio de tenerles cerca para controlar las plagas contribuyó a una asociación que ha perdurado hasta nuestros días.
Esta
es la conclusión a la que ha llegado un grupo de científicos de hasta
25 instituciones que, en un trabajo conjunto que se ha publicado en la
revista Nature este lunes, desvelan cómo se produjo la domesticación de los felinos.
Estas subespecies "difieren bastante en su morfología y sobre todo en su comportamiento. Felis silvestris lybica tiene una actitud más amistosa con los seres humanos,
en comparación, por ejemplo, con el gato montés europeo", ha mencionado
en declaraciones a EL MUNDO Claudio Ottoni coautor del estudio por la Universidad de Leuven, en Bélgica.
Mediante el análisis del ADN de 200 muestras de gatos provenientes de tumbas vikingas, momias egipcias y yacimientos de la Edad de Piedra,
los investigadores han revelado que la domesticación del gato ocurrió
en dos lugares distintos, el Próximo Oriente y Egipto, y se propagó a
otras regiones, en dos oleadas que llegaron a Europa.
"Hemos
suministrado el material de los yacimientos españoles, zona en la que
hasta la fecha no constaba gato alguno analizado paleogenéticamente, y
hemos participado en la contextualización e interpretación de los
datos", ha explicado a este medio Arturo Morales Muñiz, del Laboratorio
de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid, coautor del estudio junto a la española Laura Llorente.
Domesticados y viajeros
La
comparación del ADN tomado de estos gatos antiguos en distintos lugares
ha permitido trazar por dónde viajaron los intrépidos felinos que desde
Oriente Medio aparecieron en Bulgaria y Rumanía hace 6.000 años. La segunda oleada surgió de su domesticación en el antiguo Egipto.
Son
los gatos de la época que se conservan momificados en yacimientos y
museos. Representados en innumerables pinturas de esta cultura, los
gatos egipcios se extendieron hacia Europa con las rutas comerciales del
imperio romano, probablemente para controlar a los roedores de los
barcos durante el primer milenio antes de Cristo.
"Es posible
que fuera en la sociedad egipcia cuando algo cambió en el comportamiento
de los gatos: evolucionaron hacia una disposición más amistosa con los
seres humanos, lo que probablemente los convirtió en los animales
domésticos que conocemos hoy en día. Formaban parte del hogar, pero
todavía guardaban habilidades de depredadores que los hicieron útiles cazadores de ratones a bordo de las naves", ha comentado Ottoni.
Esta
dispersión fue incluso más intensa en la época vikinga en la Edad
Media, cuando era incluso obligatorio llevar a los felinos a bordo, lo
que explica que los investigadores hayan encontrado ADN de gato egipcio
en el puerto vikingo de Ralswiek, lo que confirma su transporte a lo largo de las rutas comerciales marítimas al norte de Europa.
Los
gatos egipcios y vikingos "no se diferenciaban morfológicamente, pero
sí son genéticamente diferentes", ha aclarado Ottoni. Estas diferencias
de linaje entre las poblaciones de gatos egipcios, vikingos o del
Oriente Próximo y Medio son las que "nos hizo pensar que los gatos de
Egipto viajaban a bordo de naves recorriendo largas distancias", ha
añadido.
Sin embargo, estos primeros felinos amaestrados no eran
cómo los de ahora. Desde los primeros gatos salvajes domesticados, hasta
las mascotas actuales que todos conocemos, el pelaje de estos animales ha ido variando
de un patrón listado, como el de la piel de las caballas, a un conjunto
de manchas atigradas que aparecieron por primera vez en los gatos
turcos en el siglo XIV.
La esbeltez de estos pequeños felinos adornada con estos llamativos dibujos fue ampliamente valorada durante la sociedad del siglo XIX
y ayudó a popularizar la tenencia de estos animales de aspecto elegante
que hoy conviven en nuestras casas y someten a sus dueños a su bella
tiranía.
¿Continúan nuestros queridos mininos su evolución?
"Por supuesto", ha aseverado Morales. "De hecho, dado que las
poblaciones de felinos son cada vez mayores, con millones de individuos,
cabe suponer que generen cada vez una mayor variación heredable, y por
tanto, una evolución cada vez más intensa", ha estimado. "La evolución
nunca para", añade por otro lado Ottoni. "En qué dirección es algo ya difícil de decir", ha concluido el investigador.