En Córdoba y Jaén se le conoce como el gato clavo; el mismo nombre —gato cravo— se usa en Portugal. Es el lince ibérico (Lynx pardinus)
y a Agustín Navarro no se le olvida la primera vez que vio un ejemplar
de este escurridizo depredador hace cuatro años. "Estaba allí sentado",
dice mientras señala una construcción medio derruida que ahora se emplea
como madriguera para conejos. Navarro nació a solo cinco metros de ahí
hace medio siglo en una casa (hoy abandonada) en lo alto de una loma
poblada de encinas de esta finca del municipio jienense de Vilches.
Navarro, que tiene 200 vacas repartidas por sus 580 “hectáreas de paz”, forma parte de una historia que de momento es un éxito: lograr que el lince ibérico no se extinga.
Él es uno de los más de 30 ganaderos y propietarios de fincas de los
alrededores del río Guarrizas que han firmado convenios para permitir a
los técnicos que se encargan del programa de recuperación del lince
entrar en sus tierras y trabajar. "¿Qué conseguimos a cambio? La
satisfacción de saber que estás ayudando en la recuperación del lince",
explica Pedro López, otro de los ganaderos que colabora con este
programa.
A principios de siglo, el lince ibérico estuvo a un suspiro de desaparecer de la faz de la tierra.
En 2002 solo quedaban 94 ejemplares en libertad repartidos en dos
poblaciones en Doñana y Sierra Morena, ambas en Andalucía. Tras 15 años
de esfuerzos para recuperarlo, en 2017 había ya 547 ejemplares. Además,
se han establecido nuevas poblaciones en Badajoz, Toledo, Ciudad Real y
en la zona portuguesa del valle del Guadiana. Todo de la mano del
biólogo Miguel Ángel Simón, que hace más de tres lustros diseñó el
primer plan de recuperación y sigue dirigiendo el programa europeo Iberlince, en el que hoy participan más de una veintena de socios, entre Administraciones y entidades privadas.
Cerca de 70
millones de euros se han invertido en este programa de recuperación
desde 2002 —la mitad han sido fondos europeos y la otra mitad han
procedido de la Junta de Andalucía y el resto de Administraciones
implicadas y socios privados—. "Sí, hemos tenido la suerte de contar con
fondos", reconoce Simón. "Por desgracia, otras especies endémicas menos
atractivas no lo consiguen", añade. El Iberlince es el programa Life
—el sistema de planes de conservación de la naturaleza de la UE— que
cuenta con más presupuesto de todos los de Europa.
Los fondos han
servido para poner en marcha desde cero un sistema de reintroducción de
animales para reforzar las poblaciones que aún quedaban a principios de
siglo y para crear nuevas, como la del río Guarrizas. La primera
reintroducción en esta zona de Jaén data de 2010. "Se hizo un estudio
previo para elegir el área", explica Maribel García Tardío, encargada
del programa Iberlince de esta zona. Y el factor clave fue la elevada
presencia de conejos, principal alimento de este depredador. "Casi el
90% de su dieta se basa en el conejo", explica Simón. "El éxito del
programa se debe a la selección minuciosa de los lugares de
reintroducción", detalla.
Variedad genética
Los dos últimos ejemplares liberados en Guarrizas —Olavide y Ofelia—
fueron puestos en libertad el pasado miércoles ante un centenar de
personas, entre técnicos del plan, responsables políticos y críos de un
colegio de la zona. Son dos hembras de un año —la edad con la que se
liberan los ejemplares— que nacieron en el centro de cría en cautividad
de Silves, en Portugal. Este centro portugués es uno de los cuatro que
existen en la Península ahora. En total, cuentan en estos momentos con
alrededor de dos centenares de ejemplares entre adultos y crías.
Pero,
¿por qué se traen desde Portugal estas dos hembras? "Se les selecciona
por su interés genético", señala el veterinario Guillermo López,
encargado de transportar los dos animales desde Silves. Tras reducirse
drásticamente su población, el lince arrastra un problema de poca
variedad genética. Por eso se seleccionan los ejemplares que más puedan
enriquecer a las poblaciones donde se introducen. Y en el caso de
Guarrizas, lo mejor era traer hembras, concluyeron los expertos.
Una
semana antes de la suelta en Jaén, los técnicos de Iberlince
anestesiaron a las dos linces y las sometieron a un chequeo completo en
el centro de Silves. En ese momento también les colocaron los collares
con radiomarcadores que permiten seguir sus movimientos.
Alrededor
del 20% de los ejemplares que están en libertad están radiomarcados.
Este seguimiento es fundamental, por ejemplo, para conocer los lugares
potenciales de expansión del felino.
El vigente programa Life del
lince —el tercero desde 2002— acaba este año. Simón prepara ya el
siguiente para presentarlo en Bruselas. Uno de los principales objetivos
que se plantea ahora es consolidar la conexión entre las distintas
áreas en las que ya está presente el felino. Y el seguimiento que se ha
hecho a más de un centenar de ejemplares radiomarcados servirá para
fijar esas rutas de conexión entre poblaciones.
Falta de conejos y atropellos
Que ya no esté en "peligro
crítico" no significa que haya despejado todas las amenazas. Una de las
más importantes es la falta de conejos. La población de este animal —el
principal alimento del lince— se ha reducido drásticamente por la
enfermedad hemorrágica del conejo. El programa Iberlince diseñó en 2013
un plan de choque, que ha supuesto liberar más de 42.000 conejos desde
entonces en las zonas con presencia de linces.
Otra de las
amenazas son los atropellos, que se concentran en un puñado de puntos
negros. En 2017 murieron 58 linces, de los que 31 fallecieron por
atropello. Existen varios planes para habilitar pasos de fauna para
evitar los atropellos, pero su ejecución lleva años de retraso.
Por Manuel Planelles, Paco Puentes, Nacho Catalán en El País