Querido Lucas:
No, yo no te voy a abandonar tampoco esta Semana Santa, ni la que viene. Hasta que tu vida se apague de forma natural, quiero disfrutar de tu compañía.
Lucas es mi perro. No tiene un pedigrí especial y llegó a mi casa por pura casualidad. Desde entonces, su entorno, su universo, somos mi familia y yo. Todo lo que en su instinto le impulsa a querernos, es nuestro olor, nuestra voz, nuestro tacto cuando le acariciamos.
Dicen que los animales no tienen alma, no lo sé ni me lo pregunto porque empiezo por dudar de la existencia de la mía. Pero sí hay una cosa que me une a él sin fisuras, ambos tenemos el mismo sistema nervioso, padecemos el dolor, y somos esclavos de las mismas miserias.
Por eso, cuando pienso en esas personas que llegado el momento abandonan a su perro en medio de la nada, me estremezco al pensar en Lucas, sin comer en varios días, sin agua con la que apagar su sed, y adivino su desconcierto, su soledad, su sufrimiento…
Lucas, desde que está conmigo, ha confiado en mi, y cuando algo le causa dolor, o le regaño, me mira con esa mirada suplicante que no engaña nunca. He leído en alguna parte que, los perros, a hora de la muerte, confían en que su amo les va a sacar del trance.
Querido Lucas: no, no te voy a abandonar esta Semana Santa, ni la que viene… y me gustaría que fueses capaz de entenderme para poder decirte lo que te quiero.
Paco, tu amigo
HA MUERTO LUCAS
Lucas era mi perro, y desde mi infinita tristeza, siento la necesidad de contarlo a quienes quieran saberlo.
Lucas, desde hace diez años que llegó a mi casa, era mi “compi”, mi amigo. Nunca supe si era capaz de pensar, si tenía ese alma de la que presumimos y que a ellos les negamos, sólo sé de su mirada limpia y de su alegría cuando le acariciaba o abría la puerta del coche para llevarle donde pudiese, correr, sentirse libre.
He sufrido muchos reveses en la vida, algunos muy dolorosos, pero nunca pensé que la pérdida de un amigo tan fiel, me iba a hacer tanto daño.
Hace tiempo que dejé de creer en una segunda vida, pero, quizás, a los seres sin maldad, Dios les tiene reservado un sitio en alguna parte.