Llamamos Grupo Étnico a una población canina que comparte entre sus miembros unos rasgos propios, tanto físicos como funcionales, fijados por “selección funcional”, a lo largo de los años, dentro de una determinada área geográfica. ¿Puede denominarse a estos grupos étnicos RAZA canina? Desde un punto de vista coloquial, popular e incluso en el ámbito de algunas administraciones, así se ha hecho y se hace.
Pero, en un sentido estricto, y de acuerdo con los parámetros de selección en la Cinofilia moderna, existen diferencias esenciales entre Grupo Étnico y Raza canina y, el hecho de no haber comprendido cabalmente esas diferencias, fue una de las principales causas de no haber aprovechado los años finales del siglo XIX, y buena parte del siglo XX, para consolidar unas Razas caninas españolas pujantes y bien establecidas, como hicieron otros países.
Para convertir un Grupo Étnico o “casta” canina en una Raza moderna, hace falta un trabajo específico de selección, por parte de los criadores, de una forma consensuada en torno a un proyecto común (Estándar racial), con sus individuos registrados de generación en generación (Libro de Orígenes) y conseguir un nivel notable de homogeneización y estabilidad en los individuos reconocidos, tanto en su fenotipo como en su genotipo. Esa estabilidad “genética” requiere que, durante al menos tres generaciones, se pueda constatar la herencia de los caracteres deseados y que constituyen la tipicidad racial. Por emplear una metáfora, los Grupos Étnicos serían piedras preciosas “en bruto” que se convierten en auténticas joyas únicas (Raza) tras un trabajo planificado de limpieza, corte y tallado, que las presenta en todo su esplendor y personalidad.
Pues bien, en nuestro país, hemos tenido históricamente un riquísimo patrimonio de Grupos Étnicos (Mastines, Galgos, Podencos, Perdigueros, Pachones, Presas, Alanos, Perros de Agua, Careas, Ratoneros…) pero, lamentablemente, no pudimos o no supimos trabajar adecuadamente en el decisivo paso de “limpieza, corte y tallado” de esas auténticas piedras preciosas, para convertirlas en RAZAS modernas de primer nivel.
Resulta patético leer como los cinófilos más avanzados de nuestro país, a principios de siglo XX, buscaban afanosos y desconcertados “joyas acabadas y deslumbrantes” entre nuestros ricos Grupos Étnicos y quedaban desolados ante el supuesto “deterioro, bastardeo y degeneración de nuestras razas caninas, en otro tiempo inigualables”. No acertaron a comprender que las brillantes y homogéneas Razas caninas que aparecían en otros países, no eran producto de un regalo divino, sino del trabajo de selección llevado a cabo por cientos de entusiastas criadores con método, conocimientos, dedicación y objetivos claros.
De aquella errónea concepción que suponía que nuestras Razas caninas autóctonas fueron en otro tiempo perfectas, sin necesidad del trabajo necesario de “limpieza, corte y tallado”, somos todavía deudores en la actualidad en no pocos aspectos. Así queda de manifiesto cuando reiteradamente hablamos de “RECUPERAR UNA RAZA “, como si alguna vez en el pasado hubiese existido tal. La verdad es que no. Las Razas en sentido moderno, no son simplemente un regalo de la naturaleza, sino el producto de un arduo trabajo. No se trata de “recuperar” una raza, sino de seleccionar un Grupo Étnico para crear una Raza.
Hubo que esperar hasta finales de los años 70 y principio de los años 80 del siglo XX, para que surgiese un movimiento entusiasta dispuesto a revitalizar nuestro patrimonio canino autóctono y se comenzasen a aplicar, de forma más rigurosa, los principios selectivos vigentes en la cinofilia internacional: estandarizar adecuadamente nuestros Grupos Étnicos, agrupar a los criadores en torno a ese Estándar y controlar selectivamente el acceso de los ejemplares adecuados al Libro de Registro (R.R.C.) y al Libro de Orígenes (L.O.E.) a partir de la tercera generación completa en el pedigrí.
Este proceso, en el que a todos los Grupos Étnicos se les “concedió” el status de Raza prácticamente de partida, ha resultado satisfactorio en general, pero muy desigual en los resultados. Hoy en día, unos han cumplido con sobresaliente y se han ganado con creces no solo el derecho a lucir con orgullo el título de Raza canina en sentido moderno, sino que han logrado un reconocimiento nacional e internacional rotundo e indiscutible.
Otros, aunque con un éxito menos clamoroso, están en una situación de mejora evidente y en fase de consolidación y, por último, hay algunas Razas, como los Podencos Andaluces que, aun estando por número de individuos y homogeneidad física y funcional entre los más importantes de nuestro patrimonio canino, no hemos acertado con la tecla para integrarlos en el proceso de consolidación como raza en la Cinofilia moderna. Resulta frustrante comprobar cómo, habiendo transcurrido ya muchos años desde su oficialización como Raza, y contando con miles de individuos desempeñando de maravilla su función cazadora, solo unos pocos han optado por completar las tres generaciones de un pedigrí… Es indudable que esta población canina merece que hagamos un esfuerzo imaginativo para que la situación cambie para mejor.
En la actualidad, existen todavía en nuestro país varios Grupos Étnicos que tratan de recorrer el camino que les lleve a su reconocimiento como Raza canina oficial y aumentar así la riqueza cultural de nuestro patrimonio canino. Entre ellos están el “Carea Castellano-Manchego”, el “Carea Leonés”, el “Xarnego Levantino”, el “Lobito Herreño” o el “Naveño” de Extremadura entre otros varios… Para estos y otros Grupos Étnicos que estén interesados, la Real Sociedad Canina de España ha creado una “hoja de ruta” que les lleve a ser reconocidos como Raza oficial.
Esa hoja de ruta está concretada en el Reglamento para Grupos Étnicos Caninos de la Real Sociedad Canina de España.
Carlos Salas Melero
Delegado de Razas Españolas de la R.S.C.E.