Para ayudar a los aviadores derribados, el ejército estadounidense entrenó perros para que saltaran en paracaídas de los aviones.
Dos perros con sus suministros. Para
endurecer los perros paracaidistas, los entrenadores del Ejército (estos son de la 26ª División de Infantería) los llevan a una caminata de 75
millas. En el momento en que regresan, los perros están en plena forma y listos para saltar.
The two dogs waft to the ground with
their supplies. To toughen up the paratrooper dogs, Army trainers (these
two are with the 26th Infantry Division) take them on a 75-mile hike.
By the time they are done, the dogs are in fine fettle and ready to
jump.
El Ejército de Estados Unidos entrenó perros para una serie de tareas durante la Segunda Guerra Mundial. Desde la búsqueda de minas hasta custodiar prisioneros de
guerra, tuvieron una actuación formidable, pero unos pocos
elegidos obtuvieron sus alas de salto. Para
resolver el problema de proporcionar asistencia a los pilotos derribados
en lugares aislados, el Ejército, con la ayuda de sus aliados
canadienses, entrenó perros para saltar desde aviones y llevar
suministros a los aviadores, y ayudandoles a alcanzar la seguridad en las lineas amigas. Partiendo
de la idea del San Bernardo con su barril de licor bajo la barbilla adentrándose en la nieve para salvar a los excursionistas perdidos, los más
ligeros huskies siberianos sustituyeron al San Bernardo, y las K-raciones (raciones de combate) y
agua sustituyeron el barril de whisky.
Para preparar los perros para el salto, los soldados llevarían
a los animales, con el equipo completo, a caminatas de 75 millas
para cansarlos antes de su terrible experiencia. A
continuación, a los perros se les equipaba el paracaídas, a veces dos
perros en uno, y eran cargados a bordo de un avión de transporte. El avión volaba a una zona con la altura y el objetivo deseado, donde los perros eran lanzados al exterior por la puerta lateral. El paracaídas, se abria automáticamente a medida que los caninos caian por la puerta. Una vez en el suelo, podrían entregar los suministros y ayudar al personal aeronáutico derribado.
Aunque el experimento no se aplicó en el campo de
batalla (Europa estaba demasiado poblada y las islas del Pacífico
eran demasiado pequeñas), se demostró que el Ejército podría llegar a
cualquier extremo para facilitar el retorno seguro de sus pilotos.
Fido gana sus alas! Habiendo aterrizado sobre sus cuatro patas, este perro resiste el tirón de su paracaídas. En el fondo se ve un biplano británico Lysander con marcas canadienses.
Fido earns his wings! Having landed on all fours, this dog is resisting
the pull of its parachute. In the background is a British Lysander
biplane with Canadian markings.
Dos huskies siberianos esperan para despegar de un aeropuerto canadiense. Un técnico de vuelo, con el equipo de protección y máscara, se encarga de introducirlos en el avión.
Two 100-pound Siberian Huskies await takeoff from a Canadian airfield. A
flight surgeon, with protective gear and mask, is responsible for
getting them out of the plane.
Los Huskies se lanzan desde un avión de búsqueda y rescate. Su paracaídas ya está empezando a desplegarse.
The Huskies are dropped from a search and rescue plane. Their parachute is already beginning to deploy.
Escrito por Michael Dolan y Kevin Hymel en
To help downed airmen, the U.S. Army trained dogs to parachute out of airplanes.
The U.S. Army trained dogs for a number of tasks during World War II.
From checking for mines to guarding prisoners of war, the dogs
performed admirably, but a few special dogs actually earned jump wings.
To solve the problem of providing assistance to downed airmen in
isolated locations, the Army, with the help of its Canadian brothers,
trained dogs to jump from planes and bring the fliers supplies, aiding
them in their treks to safety. Based on the idea of the St. Bernard with
a barrel of whiskey under its chin heading out into the snow to save
stranded hikers, lighter Siberian Huskies replaced the St. Bernard, and
K-rations and water replaced the barrel of whiskey.
To prepare the dogs for their jump, soldiers would take the animals,
with full packs, on 75-mile hikes to relax before their ordeal. Next,
the dogs were suited with parachutes—sometimes with two dogs to a
chute—and loaded aboard a transport plane. The plane flew to a desired
height and target zone where the dogs were pushed out of the side door.
The parachute, on a static line, automatically opened as the canines
cleared the doorway. Once on the ground, they could deliver supplies and
aid the stranded airman.
While the experiment was never applied to the battlefield (Europe was
too well populated and the islands of the Pacific too small), it showed
that the Army would go to any lengths to facilitate the safe return of
its pilots.