"Allá por San Matías se igualan las noches con los días, y dice la oveja al pastor: sácame de estas solanas y llévame a aquellas umbrías, pues si no crío el cordero, la culpa no será mía".
El clima mediterráneo se caracteriza por veranos calurosos y secos, que condicionan toda la vida animal y vegetal. Los pastizales se agostan y dejan de ser aprovechables por los ganados.
Esta fuerte estacionalidad del clima mediterráneo da lugar desde los comienzos de la ganadería a continuos movimientos espaciales, en dos direcciones: latitudinal norte-sur y altitudinal llanura-montaña. Estos movimientos son una constante histórica, en todo el mediterráneo en busca, a lo largo del año, de climas más frescos y húmedos donde encontrar pastos adecuados.
En la cuenca mediterránea, Balcanes, Italia, Grecia Turquía, Marruecos, etc., se realiza la trashumancia, pero en España los movimientos ganaderos presentan peculiaridades muy acusadas derivadas de su diferente orografía.
España tiene dos grandes Mesetas, poco productivas en cuanto a pastos, aprovechadas principalmente para su uso agrícola y las cadenas montañosas se disponen en el borde de estas mesetas con dirección Este-Oeste.
Mapa de las Cañadas Reales (Archivo FEPMA)
Por tanto las montañas se disponen perpendiculares al eje de las migraciones norte-sur de los ganados. La distancia a recorrer entre las fértiles dehesas del sur y los pastizales de montaña son enormes, especialmente en la mitad occidental de España, ya que la montaña se sitúa muy alejada de los pastizales de invierno.
Por el contrario, en países como Grecia las cadenas montañosas se disponen en el eje norte-sur de movimiento del ganado y los desplazamientos son cortos, ya que siempre existen pastizales de montaña cerca de los pastos invernales.
Durante mucho tiempo los productos derivados de la ganadería, en especial la lana de oveja, fueron el motor de la economía nacional. La selección de unas ovejas oscuras que ya eran apreciadas por los romanos, y de las que se tienen representaciones en estatuillas de los siglos III y IV de nuestra era, fue de un valor patrimonial enorme.
La lana de oveja merina era y es la más fina de todas, debido a una mutación que elimina las fibras gruesas y meduladas. Se creo una enorme estructura para la protección y manejo de esta raza de ganado y la lana que produce. Una estructura cuyo estudio ha sido de objeto de gran atención, desde que el historiador americano Julius Klein publicara “La Mesta”.
En el siglo XVIII y con la invasión francesa la lana merina deja de ser un monopolio de España y Portugal y se exportan rebaños a Francia, Bélgica, Alemania que luego pasan a América, África del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Este viaje de la merina es de ida y vuelta, ya que seleccionada para la producción cárnica vuelve a nuestro país compitiendo con el merino puro español.
El caso del merino es uno de esos casos en que los españoles seguimos mirando con orgullo nuestra historia, pero sin tener en cuenta que con trabajo y esfuerzo, y sobre la base de lo que tenemos existe una enorme posibilidad de futuro. Tenemos en el merino una base genética suficiente para competir con ventaja sobre el merino de otras latitudes, por ello es necesario invertir en investigación y selección. Bien esta que miremos al pasado, siempre que no olvidemos presente y futuro, el desánimo ante el enorme trabajo que hay por delante, la investigación y la innovación (ya vendrán otros y lo harán) son pensamientos opuestos al grupo Ortros.