Grant era famoso por su elegancia y encanto, pero también por una cualidad más difícil de fingir: la naturalidad. Quienes lo conocieron decían que su trato afectuoso con los animales lo mantenía “con los pies en la tierra”, lejos del artificio de Hollywood. Esa conexión con los perros —seres espontáneos y sinceros— reforzaba esa parte suya que era genuina, relajada y cercana.
Grant decía que los perros le enseñaban algo que ni la fama ni el dinero podían: la sencillez. Solía decir que un perro “te ve por lo que eres, no por lo que pareces”. Esa visión resume su constante tensión entre el hombre privado (Archie Leach) y el ícono público (Cary Grant).
En cierto modo, su amor por los perros fue también una forma de mantenerse conectado con su identidad más auténtica.
Algunos datos curiosos sobre su afición por los perros:
Tuvo un perro llamado Archie Leach, (un Sealyham Terrier) que era en realidad su propio nombre de nacimiento (Archibald Leach). Era una especie de broma privada: Grant tenía un sentido del humor muy británico y solía decir que el perro “mantenía vivo” a su antiguo yo.
Durante los años 30 y 40, cuando vivía en Hollywood Hills, era conocido por pasear con sus perros y por aparecer con ellos en sesiones fotográficas informales. Su elegancia contrastaba con la naturalidad con que jugaba con los animales, lo que reforzaba su imagen de “hombre encantador pero cercano”.
Grant apoyaba organizaciones de protección animal y solía donar dinero a refugios locales. No era un activista público, pero sí ayudaba discretamente a asociaciones dedicadas al bienestar de los animales.
En varias fotografías de su vida privada (no promocionales), se le puede ver con perros de diferentes razas —entre ellas terriers y spaniels—, lo que demuestra que no tenía preferencia por una raza concreta, sino amor general por los canes.
1. Archie, su “otro yo”
Cary Grant nació como Archibald Leach, y en tono de humor británico bautizó a uno de sus perros con su nombre real: Archie Leach.
Solía bromear diciendo que “Archie Leach todavía vive conmigo… pero ahora ladra”.
Este perro, lo acompañaba en sus caminatas diarias por Beverly Hills y, según sus amigos, era la única “estrella” que lo hacía llegar tarde a los rodajes.
2. Fotos improvisadas con sus perros
Aunque Grant cuidaba mucho su imagen pública, permitía que lo fotografiaran jugando con sus perros en su jardín o durante sus vacaciones en la playa.
La prensa de los años 40 y 50 comentaba lo “inusual” que era ver a un actor de su elegancia ensuciándose el traje lanzando pelotas o corriendo detrás de sus perros, algo que le hacía muy popular entre sus vecinos.
3. Su casa como refugio canino
Grant tenía fama de acoger perros de amigos o conocidos cuando viajaban o se mudaban. En entrevistas de la época, contaba que a veces tenía tres o cuatro perros en casa, aunque solo uno era oficialmente suyo.
Decía: “No puedo decir que no. Cuando un perro te mira, sientes que te ha elegido. ¿Cómo rechazar eso?”
4. Viajes con sus perros
En los años 50, cuando los vuelos privados empezaban a popularizarse entre las estrellas de Hollywood, Cary Grant viajaba con su perro en cabina, cosa poco habitual entonces. Incluso hubo un caso famoso en que un piloto detuvo el despegue porque el perro se había soltado y corría por el pasillo; Grant se lo tomó con calma y comentó:
“Si él no está listo para volar, ninguno de nosotros lo está.”
5. Un perro para su hija
Cuando nació su hija Jennifer Grant en 1966, Cary le regaló un pequeño cachorro mestizo al que llamaron Josie.
Grant quería que su hija creciera con animales, como él. Jennifer ha contado que su padre prefería que los perros durmieran dentro de casa, algo poco común en hombres de su generación. Ella misma ha dicho:
“Papá creía que un hogar sin perro no estaba completo.”
En resumen, Cary Grant veía a los perros como compañeros leales y parte esencial de una vida equilibrada. Su afecto por ellos formaba parte de su lado más humano, menos glamuroso pero muy genuino.
La afición de Cary Grant por los perros no solo fue una parte entrañable de su vida privada, sino que también dejó huella en su manera de ser y, de forma sutil, en algunos de sus personajes cinematográficos.
















