Antes de empezar a escribir sobre mis impresiones acerca del carácter de nuestro protagonista quisiera hacer algunas puntualizaciones. La primera es que lo que aquí sigue no pretende ir a misa, ni sentar ninguna lección magistral, son solo las opiniones fruto de mi experiencia con la raza. No soy ningún personaje y me considero un recién llegado a este mundillo, pero si me gustaría contribuir de alguna manera al conocimiento de este “pequeño pero formidable perro” y aquí estoy tomando prestada una de las frases que mas me gustan de su estándar. Creo que todos los días se aprende algo y que solo sé de perros un poco mas que el hombre de la calle, y mucho menos de lo que me gustaría saber. Dicho esto, ahí va eso:
Es vox populi, e idea generalizada el mal carácter del cocker, sobre todo de los dorados, opinión compartida incluso por la mayoría de los veterinarios. Para mi nada mas lejos de la realidad. No conozco ningún “autentico” cocker avieso, taimado o mordedor. Y cuando digo “autentico” me refiero a los cockers criados por buenos conocedores de la raza (profesionales o no), de padres conocidos y lineas contrastadas, y criado en un ambiente de cariño y con un mínimo de sentido común.
Si conozco “cockers” (a estos si los pongo entre comillas), huraños, recelosos y mordedores, y curiosamente todos, o casi todos son cockers atípicos, fuera del estándar, con muy poquito de cocker, con una genealogía totalmente desconocida. El motivo de esta disparidad podemos buscarlo en el boom que experimento la raza hace unas décadas, donde el afán comercial fue el único criterio de cría, y donde la gran demanda, sobre todo en los dorados, hizo que todo valiera a la hora de criar cockers. Es por esto también por lo que es tan baja la calidad de los cockers que vemos por la calle, siendo por el contrario tan alta en nuestros rings.
Un cocker con mal carácter no es un cocker, puesto que este debe de ser uno de los principales criterios de selección, no olvidemos al “merry cocker” de los ingleses. En algún libro he leído que la palabra “cocker” podría venir del ingles cooking; en español, y literalmente hacer capullo, anidar, y en sentido más amplio mimar, hacer caricias o lisonjas. Esto nos daría una idea del zalamero y dulce carácter de nuestro personaje. Me gusta pensar que así es.
El cocker es un perro de familia, no es un perro para el jardín, o para estar dieciséis horas solo en el apartamento esperando a que su amo llegue del trabajo. Se siente a gusto siendo parte de la familia y siendo tratado con la consideración que todo ser vivo merece. He dejado de vender algunos cachorros por este motivo. Comprar un cachorro de tres meses, cuando más atenciones necesita, cuando más cosas necesita saber y experimentar, y tenerlo todo el día solo es como encerrar a un niño en una habitación vacía y privarle del mundo exterior. Cuando llega a casa el amo, después de una jornada de trabajo, el perrito se ha hecho sus pises y sus cacas, y se las seguirá haciendo de por vida, porque nadie le enseña donde hacerlas. Además como se ha aburrido como una ostra se ha comido las patas de las sillas y esa alfombra tan cara que tenia su ama en el salón; por lo que llegan los gritos, las palizas, y el cachorro a los veinte días es devuelto, regalado o condenado a vivir en el trastero o la terraza. Pretender que nuestro cachorro criado de este modo llegue a ser un cocker equilibrado es pedirle peras al olmo. No es culpa de la raza
El cocker es una raza sensible, y como tal le afectan los castigos; no seamos crueles con él. He visto perros que de cachorros eran unos buenazos y que por unos amos de “línea dura” se han convertido en perros tímidos y asustadizos y por este motivo rayando la agresividad. Esto no quiere decir que le dejemos hacer de todo, no. Hemos de asumir que un cachorro nos va a dejar algún regalito en el parquet, y alguna trastada nos va a hacer. El cocker, como cualquier otro perro, debe de ser tratado con dignidad y afecto, eso sí, sabiendo que ocupa el ultimo lugar en el escalafón familiar, y que quien manda en casa es el amo, o en su defecto cualquier congénere de dos patas.
Cuando nuestro primer cocker llego a casa aun no habían nacido nuestros hijos y tras él llegaron tres niños uno tras otro, y en sus últimos años unos cuantos perros. Pero su carácter nunca mostró la más mínima fisura.
( Un servidor, en cambio tuvo que olvidarse de la monacal intimidad del WC, y ahora cada vez que lo visita lo hace en medio de una bullanguera tropa).
Para concluir, y reiterándome en lo dicho mas arriba, quisiera aconsejar a todos los futuros amos de cocker que huyan de las gangas (nadie da duros a peseta) y de perros de pasado incierto, que al final lo barato sale caro y que no escatimen dinero en una inversión que con suerte les durará una quincena de años, que va a convivir con nuestros hijos y ¡qué caramba! es un ser vivo. Asesórense antes de comprar, no compren el primer cachorro que les pongan delante de sus ojos, todos son muy bonitos con dos meses, busquen unos padres de calidad y unos criadores responsables, de esos que cuando entregan el cachorrito entregan un pedacito de ellos mismos y ¡animo! No se arrepentirán. Palabra.
ANTONIO RIEIRO
NUNCAJAMAS afijo nº 7771