¿Sabéis que es la impronta? Sí, hombre, ¿recordáis aquello de que cuando nacen los gansos siguen a lo primero que se mueve? Normalmente es la madre, pero puede ser una persona o incluso un coche de juguete. Técnicamente es un aprendizaje en una fase temprana del desarrollo, que es más o menos rápido y que es, al parecer, independiente de las consecuencias. Y de la impronta, su historia y algunas curiosidades relacionadas con nosotros, los humanos, os hablaré en nuestra historia de hoy.
Parece ser que el primero que descubrió (al menos, quien dejó constancia escrita) fue un biólogo llamado Douglas Alexander Spalding allá por los años 1870. Describió cómo un pollito recién nacido “seguirá a cualquier otro en movimiento. Y si se deja guiar sólo por la vista, no parece tener una mayor disposición a seguir a una gallina que a un pato o a un ser humano… Existe un instinto a seguir; y antes que la experiencia, es el sentido del oído el que le vincula al objeto adecuado”. Explicó que si se ponía una capucha a un pollito durante los cuatro días primeros de vida, este huía de su lado nada más quitársela, pero que si se la quitaba un día antes corría hacia él. Así que no sólo la vista, sino también el oído tienen importancia en algunos animales, como los pollitos, a la hora de establecer la impronta.
Posteriormente, el fenómeno fue redescubierto por Oskar Heinroth pero tanto este último como Spalding cayeron en el olvido y sería otro hombre quien se llevaría la gloria por su trabajo sobre la impronta. La historia de este otro hombre empieza allá por el año 1909, en unas zonas pantanosas del Danubio al este de Austria, cerca de Altenberg. A un niño de 6 años y a su amiga un vecino les regaló dos patitos recién nacidos. Los niños criaron a los patitos y estos les seguían a todas partes creyendo que eran sus padres. Aquel niño se llamaba Konrad Lorenz y la niña sería su futura esposa.
Lorenz llegó más lejos y 64 años después de aquella experiencia diría: De lo que no nos dimos cuenta fue de que en el mismo proceso los patitos crearon una impronta en mí. (…) Toda una vida de esfuerzos está determinada por una experiencia decisiva en la infancia.
En 1935 describió la impronta de forma más científica. Se percató de que el periodo durante el cual se establece esa impronta es muy pequeño. Si la cría tenía menos de 15 horas de vida o más de 3 días no se creaba dicha impronta. Una vez establecida, el animal se bloqueaba y no podía aprender a seguir una figura materna distinta.
Fue él quien el primero en introducir la palabra imprinting (en alemán prägung) en la ciencia; y fue él quien estableció el concepto de “periodo crítico”, o sea, una ventana durante la cual el entorno actúa irreversiblemente en el desarrollo de la conducta. A Lorenz le parecía muy importante la impronta porque era en sí mismo un instinto.
Niko Tinbergen estuvo con Lorenz en Altenberg en la primavera de 1937 y entre los dos inventaron la ciencia de la etología. Por sus trabajos se llevaron el Premio Nobel de 1973.
Pero llegando un poco más lejos, la cría de oca no seguirá a nada, a no ser que haya algo a lo que seguir. Antes de esa situación, la mente de la oca estará abierta al concepto de cómo es una “madre”. Fijaos que es allí donde el entorno moldea nuestra conducta.
Tal y como con los patitos le habían costado poco en la infancia, cuando fue mayor le empezaron a costar un poco más. Y fue así hasta que se dio cuenta que con estos había que hacer ruidos específicos de pato. En otras palabras: los patos, a diferencia de las ocas, necesitan tanto ver como oír a sus madres. En 1960 Gilbert Gottlieb vio que los ruidos a los que seguían los patitos eran más poderosos si eran de su propia especie, a pesar de que antes de ello no podían saber cuál venía de alguien de su especie y cuándo no. Para acabar de comprobarlo, dejó mudos a los patitos mediante una operación en sus cuerdas vocales mientras estaban en el huevo. Entonces, una vez que nacían, no tenían preferencia por los ruidos de una madre de su especie. La conclusión era que los patitos sabían cuál era el sonido correcto porque lo habían oído antes de salir del cascarón.
El período crítico en la Impronta
Fuente principal: Historias de la Ciencia