Al igual que el género humano, los perros tienen sus filias y sus fobias. Conocemos de sobra sus comportamientos cariñosos, sus querencias y sus manifestaciones de alegría y gratitud. Pero ignoramos en gran parte ese otro lado menos visible, compuesto de miedos, amenazas y manías. Es necesario comprender qué son las fobias, cómo funcionan en los perros y cómo actuar ante ellas.
En el terreno de la psiquiatría humana, una fobia se define como el “temor angustioso e incontrolable ante ciertos actos, ideas, objetos o situaciones, que se sabe absurdo y se aproxima a la obsesión”. Si en una persona la fobia es un comportamiento irracional, mucho más comprensible es todavía que este tipo de actitudes existan entre nuestros animales de compañía. ¿Cómo explicar nuestro miedo a volar o el temor a la oscuridad? ¿Por qué algunas personas temen quedarse encerradas en lugares pequeños? ¿O por qué sienten pánico ante los grandes espacios? Claustrofobia, agorafobia, aracnofobia… Hay una larga lista de miedos humanos que arrastran el mismo sufijo: la fobia.
¿Qué son las fobias de los perros?
Entre los perros, una multitud de acontecimientos pueden generar también comportamientos a simple vista incomprensibles en los animales. Ahora bien, conviene diferenciar desde el principio lo que supone miedo en el animal y lo que representa una fobia. El miedo es algo fácilmente explicable, porque surge en el perro como una respuesta dictada por su instinto de supervivencia ante una situación que considera amenazadora.
La fobia, sin embargo, es un miedo desmedido a situaciones que, objetivamente, no representan una amenaza real. Aquí influyen diversos factores, entre los que podemos enumerar el haber vivido una experiencia negativa bajo determinadas circunstancias, factores genéticos o una falta de socialización temprana.
Miedos y fobias, no obstante, presentan en los canes un cuadro de comportamiento muy similar. ¿Cómo lo notaremos? Puede traducirse en actos de agresividad, ademanes destructivos, fuertes ladridos y babeo fuera lo habitual.
Tipos de fobias y miedos que puede tener un can
Lo desconocido y lo presuntamente amenazador son dos posibles fuentes de fobia para la mascota. No todos los animales de la misma especie reaccionan igual ante el mismo estímulo. Pero en el caso de los perros, está comprobado el origen de algunas de sus reacciones anómalas.
Los ruidos. Los ruidos fuertes a los que no están acostumbrados los animales, como los de los truenos en una tormenta, los de los electrodomésticos o los fuegos artificiales, son el origen de un buen porcentaje de sus miedos. Esto puede hacerse extensivo a las situaciones que el animal viva en la calle, con el ruido de autobuses, sirenas de policía o ambulancias y todo tipo de vehículos. Está comprobado que uno de los objetos más temidos por el perro es el ruido de la aspiradora doméstica. Puede suceder lo mismo con la lavadora, el lavavajillas o el secador.
El veterinario. Si una persona siente a veces rechazo por encontrarse en una consulta médica, con mayor motivo un can, sobre todo si la última vez que visitó al veterinario fue vacunado o sometido a alguna inspección que le haya provocado molestias. Volver a vivir esa situación se asocia en el animal con una experiencia adversa que no desea volver a experimentar.
Los extraños. Algunos perros no se dejan acariciar por desconocidos o ladran habitualmente cuando se presenta en casa una persona a quien antes no ha visto nunca. Por ello es importante socializar al animal y acostumbrarle a la presencia de todo tipo de personas desde que es un cachorro. Cuando ya está crecido es un riesgo obligarle en contra de su voluntad a que se acerque a personas desconocidas, pues podría volverse contra su dueño.
La soledad. Hay canes que no toleran quedarse solos en casa cuando su dueño sale a la calle y cierra la puerta. En algunos casos muestran un comportamiento destructivo y ladran y ladran, ocasionando las habituales quejas de los vecinos.
Las escaleras. Existen canes que se acercan con una enorme lentitud y precaución a los peldaños de una simple escalera. Otros incluso se quedan paralizados, como si una barrera invisible les impidiese avanzar. Se trata de un temor que procede de su etapa de cachorros, en la que seguramente no subieron ni bajaron escalones.
¿Qué hacer si tu mascota los padece?
Si las manifestaciones de miedo en el perro son absolutamente desproporcionadas, seremos los primeros en darnos cuenta. Y será el momento de llevar a al animal a un veterinario para que nos aconseje cómo solucionar el problema y por si necesitara terapia. En todo caso, nunca caeremos en la desesperación ni en el maltrato, por muy ridículo que nos parezca su miedo. En todo momento, debemos transmitir paz y tranquilidad a la mascota.
Si el miedo o la fobia no desata nuestras alarmas, podemos tratar de corregir estas situaciones acostumbrando al can de manera lenta y progresiva a las situaciones que le provocan ese estrés. Este proceso es lento y gradual y no debemos someter al perro a una presión innecesaria, porque acentuaremos todavía más sus desequilibrios.
La desensibilización, también llamada exposición controlada, funciona en el ambiente canino del mismo modo que en el género humano. Se introduce suavemente el elemento que perturba en los hábitos del animal (por ejemplo los ruidos) de tal forma que el perro apenas lo note al principio. Las estrategias que pueden seguir los dueños son muy variadas en función de la fobia que sienta el perro. Pero siempre sin prisa.
Sucede lo mismo con las visitas al veterinario. Podemos llevarle a la consulta sin que necesariamente tenga que ser examinado. O en el trato con extraños, podemos premiar al animal con un estímulo, si se comporta bien con una persona a la que nunca haya visto.
Por último, es de vital importancia evitar con los perros la técnica conocida como la “inundación”, que es someterle a diario a todo lo que más miedo le da con el propósito de que se acostumbre. Esta estrategia puede funcionar con personas, pero jamás con animales porque no tienen capacidad de racionalizar la situación y discernir.