De repente, se oye un sonido in crescendo. Son ellos, aúllan. Primero han empezado los cachorros y, más tarde, se les ha unido el resto de la manada. Es una noche sin viento, de nitidez absoluta. El aullido de los lobos irradia una fuerza extraordinaria y está cargado de un simbolismo capaz de hacer retroceder el calendario tres mil años atrás.
Ese es el espíritu de 'Looking for the Wild' ('En busca de lo salvaje'), un nuevo proyecto que llevará al autor de este reportaje a dar la vuelta al mundo durante quince meses buscando imágenes de la fauna más emblemática del mundo, eligiendo un animal que represente cada lugar (el lobo, el bisonte, el puma o el cocodrilo) y, a través de fotografías y palabras, hacer un retrato de la biodiversidad del mundo apelando a la conciencia y a la necesidad de salvaguardarla.
La figura del lobo evoca los conflictos más antiguos del hombre con la naturaleza. Estos dos seres primero competieron por la caza de los mismos ungulados: ciervos, corzos o rebecos que poblaban bosques y montañas. Y, cuando el ser humano empezó a domesticar ganado, el enfrentamiento todavía fue mayor. Así, el lobo se convirtió en la bestia negra del mundo rural, ocupando el papel de malo en el imaginario colectivo. Pero, en el fondo, el lobo era tan temido u odiado como admirado. Y en el proceso de reconversión de esa imagen negativa, ya en pleno siglo XXI, el lobo también ha adquirido un rol de símbolo de la vida salvaje.
Los lobos se mueven en manadas, creadas en torno a un macho alfa que domina el grupo y a su pareja, que, en principio, es permanente y la única que pocrea dentro del grupo. Con ellos va su prole más reciente. Cada camada tiene una media de cinco lobeznos, que permanecen con sus padres hasta cumplir dos años. Una manada puede incluir unos ocho individuos y llegar a doce o trece. A la hora de alimentarse, primero come el macho alfa y, luego, la hembra. Después, el resto, respetando los turnos marcados por la edad o la fuerza y el dominio del sexo masculino.
En España, la mayor parte de la población de lobos se concentra en Castilla y León, y Galicia, pero también los hay en Asturias, Cantabria, La Rioja e incluso han llegado a la Comunidad de Madrid. En el País Vasco, Aragón y Navarra se ha visto algún ejemplar suelto. Juan Carlos Blanco, biólogo y miembro del Grupo de Especialistas del Lobo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), participó en el último censo del lobo ibérico y explica que "los últimos censos de 10 años indican que en España hay al menos unas 260 manadas de lobos. Si añadimos las 60 manadas de Portugal, tenemos una población ibérica de al menos 2.000 ejemplares, la más numerosa de Europa occidental. El lado negativo es la delicadísima situación del lobo en la población aislada de Sierra Morena, que parece estar al borde de la extinción".
Después de muchas observaciones frustradas, el siguiente intento de Unai para ver al lobo es junto a Juan Carlos Blanco. El lugar elegido esta vez es un valle profundo rodeado de bosque. Pasan varias horas esperando y, por fin, aparece el lobo. Unai no puede contenerse y en voz baja exclama: "¡Mira, mira! ¡Ahí está! Va caminando hacia ese árbol... ¡Guaauuu! ¡Ahí viene otro!". Es la loba seguida del macho. Al cabo de poco tiempo, la hembra se reúne con los cachorros y empieza el juego. "¡Qué pasada! Los cachorros se tiran encima de la madre y también por debajo...!". Por supuesto, imágenes como esta desmontan esa idea tan presente en los cuentos clásicos de que el lobo es un animal huraño y sanguinario.
Experiencias como las de Unai son las que buscan los tours que organizan empresas como Wildwatching Spain (WWS). Iñaki Reyero, de WWS, comenta: "El ecoturismo ligado al lobo favorece el desarrollo de alternativas económicas en estas comarcas deprimidas, sostenibles desde un punto de vista ambiental y con grandes perspectivas de crecimiento a corto y medio plazo. Además, muchas agencias especializadas en ecoturismo que visitan nuestro país en busca del lobo están interesadas en participar en la conservación del cánido, apoyando programas o proyectos específicos a tal respecto". Sobre las molestias que pueden suponer estos tours para los lobos, Reyero explica: "El medio donde viven los lobos cantábricos se encuentra fuertemente humanizado en comparación con otras poblaciones europeas y mundiales; sin embargo, un aprovechamiento descontrolado y masificado puede conllevar cambios de conducta que podrían incluso acabar en fracaso reproductivo. Para evitar esto, sería deseable que las administraciones regulasen la actividad cuanto antes".
Lobos y ganadería
Pero los ganaderos de toda la vida no quieren ni oír hablar del lobo. César, vecino de Remolina, un pueblo cerca de Riaño, calcula que los lobos le han matado en el último año más de treinta cabras. Murió uno de sus perros mastines (compañero imprescindible del pastor), y el que tiene todavía es demasiado joven para poder mantener a los lobos a raya. Si el ataque del lobo es dentro de los límites de la reserva de caza, la Administración debe pagar una indemnización. Pero César dice que él no cobra por los daños "porque mis cabras están fuera de la reserva. Y tampoco tengo seguro, porque cuesta un dinero y sólo sirve si encuentras a los animales muertos dentro de un periodo determinado". El pastor añade: "Es imposible saber cuándo el lobo las mata, y no puedes subir a buscarlas cada día ni quedarte siempre con ellas para vigilar". César explica que muchos paisanos vieron desde a plaza del pueblo cómo los lobos atacaban a las cabras y mataban a una de ellas.
La relación con la Administración es controvertida, por el tema de las indemnizaciones y por el número de permisos para abatir lobos. Mientras que los ganaderos desean liquidar más lobos, a los conservacionistas les parece inaceptable esa persecución. Expertos como Juan Carlos Blanco consideran que para poder matar lobos primero es necesario tener información rigurosa y actualizada y no tomar decisiones a ciegas. Según Blanco: "La politización de las administraciones ha arrinconado a los investigadores y a los profesionales de la conservación, ha alimentado la desconfianza de muchos grupos sociales y ha fomentado las posturas radicales. Todo ello se ha manifestado en el recrudecimiento del conflicto del lobo. Se debería recuperar a los expertos independientes en el Grupo de Trabajo del Lobo del Ministerio de Medio Ambiente para poder contar con información rigurosa". Parece obvio que hay que saber cuántos lobos hay y dónde están antes de permitir una caza casi indiscriminada, que recuerda la que a principios del siglo XX llevó a la especie al borde de la extinción.
La sierra de la Culebra, en Zamora, cerca del límite con Portugal, es uno de los lugares con mayor densidad de lobos en Europa. En La Veniata, un centro de turismo rural en San Pedro de las Herrerías, se ofrece un trato familiar a grupos de naturalistas que desean ver al lobo en vivo. Allí se aloja gente que ha venido de varios lugares de Europa y de España. Después de cuatro días, todos han logrado ver algún lobo en diferentes salidas. Todos tienen la intención de volver en alguna otra ocasión, y varios de ellos ya habían estado antes allí.
Más turismo
En La Veniata, Sergi García, miembro de la entidad ecologista Galanthus, reflexiona sobre esta actividad: "Lugares como la sierra de la Culebra son bastiones de la biodiversidad que hay que conservar frente a tentaciones de industrializar y masificar el negocio de la observación de la naturaleza. Quizá el factor limitante que equilibraría la demanda sería la propia dificultad de observar los elementos atractivos de la naturaleza que se ofertan turísticamente. Hay que buscar al tipo de público que valora eso y no al que entiende la actividad como un objeto de consumo. Para este tipo de público, que merece por supuesto todo respeto, hay muchas otras ofertas (los lobo parks, etcétera)".
En la Culebra se ha conseguido un equilibrio entre la caza controlada del lobo dentro de la reserva, los intereses de los ganaderos y las expectativas de un turismo que tiene como valor principal la presencia del animal. Pero la balanza entre caza y observación del lobo se va inclinando cada vez más hacia la segunda opción. Las cifras hablan por sí solas. En el 2012, se recaudaron unos 36.000 euros provenientes de los trofeos de caza del lobo, mientras que las pernoctaciones y las comidas en los establecimientos relacionados con el turismo del lobo produjeron 600.000 euros de ingresos. "El lobo vivo vale mucho más que el muerto", asegura Javier Talegón, biólogo que estudia al lobo desde 1995 y que actualmente dirige la agencia de ecoturismo Llobu. Talegón añade: "El ecoturismo debe siempre beneficiar a los ecosistemas y las especies. En el caso del lobo, debe desplazar a otros usos (como el cinegético) y repercutir directamente en su conservación mediante el desarrollo rural de las zonas loberas, la investigación, los donativos a oenegés, la educación ambiental y la sensibilización de la sociedad. En Llobu, ya estamos desarrollando iniciativas en esta dirección y además incluimos numerosa formación y sensibilización sobre la especie en muchas de nuestras actividades".
Controversia
Aun existiendo experiencias positivas como la de la Culebra y la de Riaño, la polémica en torno a la actividad del animal ha crecido, despertando antiguas rivalidades. Tanto es así que en Ávila se presentó hace unos meses una moción para declarar la provincia lugar libre de lobos. En Asturias, ha aumentado de manera drástica el número de lobos que cazar, autorizando incluso su caza en el parque nacional de Picos de Europa. El año pasado, el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente español solicitó a la Unión Europea que el lobo también pudiera cazarse al sur del río Duero para contentar a los ganaderos que se quejaban de exceso de ataques. En Castilla y León, el número de lobos que se permite cazar la próxima temporada ha superado los 150. A toda la caza legal hay que sumar el gran número de lobos que se matan de manera furtiva en toda el área de distribución. Ello es especialmente grave en las zonas de expansión del lobo como Ávila, Euskadi, La Rioja, Navarra y al sur del Duero. En el lado opuesto, se han hecho fuertes movimientos como Lobo Marley, que defienden la protección del lobo a capa y espada y están totalmente en contra de su caza, siguiendo la línea de otras asociaciones como Ascel, Gedemol, Grupo Lobo de Euskadi, Fapas, Ecologistas en Acción o el Grupo Lobo de Portugal, que llevan años en defensa de este animal.
Decía Félix Rodríguez de la Fuente en uno de sus célebres documentales: "El lobo viva donde pueda y donde deba, para que en las noches españolas no dejen nunca de escucharse los hermosos aullidos del lobo". En España y en otros países, se ha comprobado que existen formas de aumentar eficazmente la protección del ganado (usando perros mastines adiestrados y las vallas eléctricas). Por otro lado, es también necesaria una regulación de la observación de lobos para que la masificación no cause molestias al animal ni ponga en peligro a las manadas. Pero, en cualquier caso, el lobo tiene derecho a vivir y a reclamar sus antiguos territorios. De hecho, allí estaba antes de que empezara su batalla secular con el hombre.
Números sobre el lobo en España
- En España hay al menos unas 260 manadas de lobos. Si añadimos las 60 manadas de Portugal, tenemos una población ibérica de al menos 2.000 ejemplares, la más numerosa de Europa occidental.
- La mayor parte de la población de lobos se concentra en Castilla y León, y Galicia, pero también los hay en Asturias, Cantabria, La Rioja e incluso han llegado a la Comunidad de Madrid.
- Cada camada tiene una media de cinco lobeznos, que permanecen con sus padres hasta cumplir dos años. Una manada puede incluir unos ocho individuos y llegar a doce o trece.
- En Castilla y León, el número de lobos que se permite cazar la próxima temporada ha superado los 150.
- En el 2012, se recaudaron unos 36.000 euros provenientes de los trofeos de caza del lobo. Las pernoctaciones y las comidas en los establecimientos relacionados con el turismo del lobo produjeron 600.000 euros de ingresos.