El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial de Madrid es uno de esos lugares rodeado por el misterio y la leyenda ya desde antes de su construcción. Cuenta la Historia que Felipe II, el rey que lo concibió y mandó construir, reunió a un pequeño grupo de expertos -hombres sabios, filósofos y canteros- para que le aconsejasen sobre el lugar dónde habría de levantarse su grandioso edificio. El lugar elegido, cercano a una antigua mina de hierro, ya contaba entonces con su propia leyenda: se decía entre las gentes del pueblo que sus galerías llegaban hasta la misma puerta del infierno.
La primera piedra del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial se colocó el 23 de abril de 1563 y ya casi desde el mismo comienzo de la construcción se empezó a hablar entre los obreros y las gentes del pueblo de un enorme perro negro que deambulaba por la zona cuando caía la noche. Al parecer sus espeluznantes aullidos se escuchaban en todo el contorno y atemorizaban a todos aquellos que trabajaban en la obra.
Un perro negro infernal en el Monasterio de San Lorenzo
Fue finalmente en 1577, año en que toda una suerte de desgracias retrasaron enormemente las obras, cuando los monjes franciscanos tuvieron que actuar. Todo ocurrió en la noche del 21 de junio, mientras los frailes rezaban maitines. El aullido del perro negro era tan fuerte que tuvieron que interrumpir los rezos. El padre Villacastín y otros tres monjes salieron a buscarlo y consiguieron atraparlo, resolviendo el misterio, pues al parecer se traba de un perro que se le había perdido al marqués de las Navas. Sin embargo, el perro negro fue ajusticiado, para acallar los rumores, quizá, pues durante meses permaneció colgado de uno de los arcos del claustro grande, donde todo el mundo podía verlo.
El regreso