Amparados en la oscuridad, en el ruido del ajetreo ciudadano o en la lejanía de terrenos, las agrupaciones que organizan las peleas caninas son verdaderas cofradías cuyo secreto es herméticamente vigilado por sus miembros. La ilegalidad y hermetismo de esta actividad se ha visto favorecida por la telefonía móvil e internet, pues a través de mensajes SMS o mensajes cifrados en foros y chats se acuerdan los términos de la pelea y se cita a los apostadores. Con este mismo secreto y rapidez se suspende la pelea en caso del peligro que la presencia de la policía o de extraños merodeando el lugar.
Las mafias
La ilegalidad de las peleas de perros en todos los países se debe principalmente a que es una actividad que mueve mucho dinero al margen de la contribución a las arcas estatales. El dinero que se recauda por cada pelea alcanza cifras altísimas: en Europa, y dependiendo de la experiencia y currículum de los perros contendientes, la apuesta mínima es de €50 y el premio puede llegar, por lo bajo, a €500 por pelea/perro. Por este motivo económico, las peleas de perros son consideradas en muchos países una falta cuyo castigo es una multa que debe pagarse al Estado. Sin embargo, por sus consecuencias e implicanciones sociales y culturales, muchas organizaciones de protección y liberación animales, están solicitando que se tipifique como delito, lo que supondría penas de cárcel, además de multas y/o trabajos comunitarios para los detenidos involucrados en este tipo de actividades ilegales. Los perros preferidos para este tipo de actividades sangrientas y crueles son los llamados perros de ataque: pit bulls terrier, staffordshire bull terrier, american staffordshire, dogo argentino, fila brasilero, tosa inu, akita inu, e incluso el rottweiler.
Por sus características fisio-morfológicas, estos perros son fuertes, musculosos y atléticos; además su mordida bloquea la mandíbula y no suelta a su presa, características que los hacen ideales para pelear a muerte con otros perros. Mediante un entrenamiento siempre sangriento y brutal cuyo objetivo es enloquecer al animal para que odie al mundo y quiera dar muerte a todo lo que se mueva, estos desgraciados animales son meros instrumentos para hacer ganar dinero a sus dueños sin escrupulos. El entrenamiento consiste en el fortalecimiento físico, el debilitamiento emocional -forzándolo a vivir situaciones de stress y fracaso, para luego reforzarlo "positivamente" a través del sparring, o enfrentamiento con otros animales de menor tamaño (a los que mata compulsivamente) o de mayor tamaño (de su misma raza y/o peso, para que se curta y aprenda a sufrir).
Además, los perros son usualmente torturados e incluso, drogados para que su ferocidad aumente, y así conseguir un gladiador potente.
Matar o morir
Las peleas suelen ser en la modalidad matar o morir, por lo que la vida de estos perros no suele durar más allá de las 4 o 5 peleas. Si sobrevive a éstas, termina sus días en la calle, abandonado porque ya está muy maltratado o herido. Estos pobres animales nunca han recibido cariño, por lo que su socialización a veces es muy difícil -aunque no imposible-. Por estos motivos, en los refugios y protectoras, la cantidad de estos animales aumenta alarmantemente.
Psicológicamente hablando, los expertos afirman que el perfil de los dueños de perros de pelea corresponde a personas psicopáticas, con fuerte complejo de inferioridad, lo que lo lleva a proyectarse como un ser fuerte y temible por medio de su perro. El enfrentamiento del perro con otro fuerte mide a ambos machos en valentía, competitividad y fuerza. Por su parte, las personas que asisten a estas peleas son en su mayoría hombres, adolescentes y adultos, cuyo gusto por la sangre denotaría diversos trastornos de personalidad, generalmente psicopatías más o menos graves; que asisten a estos eventos para reforzar su virilidad y masculinidad, disminuida por algún motivo en sus vidas.
En favor de los perros sobrevivientes a las peleas, tanto veterinarios como personas de las protectoras insisten en que la raza no determina la agresividad de un perro, por lo que debidamente estimulado y criado, un perro de ataque no tiene porqué ser necesariamente un asesino. Bajo esta premisa, y velando por su reinserción, se apuesta por la re-educación y socialización de estos canes, para que puedan optar, algún día, a tener una familia que los quiera, después de vivir una vida llena de sufrimientos, tortura y muerte.