Lo más importante que hay que tener en cuenta al presentar un perrito a un gato es la seguridad. Los perros pueden mostrarse muy nerviosos con los gatos, por lo que debes darles tiempo a aprender a llevarse bien. Si tu perro sigue mostrándose nervioso o agresivo con el gato después de varios intentos de presentación, pide consejo profesional a tu veterinario y pregúntale si un especialista en comportamiento canino podría ayudarles a aprender a convivir.
Cuando tu nuevo cachorro o perro adulto se muestre relajado y cómodo en su nuevo hogar será un buen momento para presentarle a tu gato. Tendrás que tener paciencia y darle tiempo a tu gato para acostumbrarse a su nuevo compañero, sobre todo si tu gato no había vivido antes con un perro amistoso. No es raro que los gatos reaccionen ante el nuevo perro con siseos o zarpazos, o que intenten escapar corriendo o esconderse.
Presentar un cachorro a un gato puede ser un poco desalentador, pero tu tarea consistirá en ayudar a ambos a sentirse relajados en compañía del otro. Asegúrate de que tu gato o gatito esté en una zona segura, donde el perro no pueda alcanzarlo, y mantén al perro sujeto con una correa.
Premia a tu perro si está tranquilo y, aunque él ladre nervioso, mantén la calma.
Pasados cinco minutos, aleja al perro y deja que el gato salga de la habitación para descansar.
Preséntalos en sesiones cortas de pocos minutos cada una, en distintas habitaciones y varias veces al día, para que se acostumbren a verse y a olerse por toda la casa. No sueltes al perro de la correa.
Cuando se hayan calmado y estén relajados, deja que tu gato salga de su zona de seguridad pero mantén al perro sujeto con la correa.
Permíteles investigarse entre sí y prémiales con montones de amor y cariño si se toleran mutuamente. Recuerda que debes mantenerte tranquilo aunque alguno de ellos dé muestras de incomodidad. Repite esto con frecuencia visitando todas las habitaciones de la casa que sea posible.
Vigílalos hasta que estés seguro de que se llevan bien y no sueltes al perro de la correa hasta que confíes en que no reaccionará ni intentará perseguir al gato. Asegúrate que el gato tiene acceso a zonas a las que el perro no puede llegar, y de que puede escapar si no se siente cómodo.
Separa al perro y al gato a las horas de las comidas para que ambos puedan comer cómodamente sin riesgo de que el otro le robe la comida.
Pon la bandeja de arena del gato en un lugar de fácil acceso para él, pero inaccesible para tu perro. Aunque no suene bien, es posible que tu perro siga su instinto de búsqueda de comida ¡y considere buena idea zamparse el contenido de la caja!
Asegúrate de que tu gato tenga muchas oportunidades de acechar y perseguir juguetes móviles para que tu perro pueda relajarse sin miedo a que se abalance sobre él un gato al acecho.
No te preocupes si tu perro y tu gato no se convierten en grandes amigos. Los gatos suelen ser independientes por naturaleza y es posible que ignoren al perro, aunque éste acepte su presencia. Sin embargo, con el tiempo la mayoría de los gatos y los perros que viven juntos acaban mostrándose amistosos ¡aunque esto sea mucho decir para un gato! Siempre que cada uno tenga su propio espacio, con "zonas sin perro" para el gato, todo debería marchar bien.