"Los convencí para que me dejaran quedármelas"
Los documentos de entre 1914 y 1919 pertenecen a la Libby Hall Collection, uno de las mayores conjuntos de imágenes caninas recopilados y atesorados por una sola persona. Neoyorquina residente en Inglaterra y amante de la fotografía, Hall comenzó con la colección en 1966. Trabajaba entonces como fotógrafa de prensa y dio por casualidad con "una chatarrería local" que hacía limpieza y tiraba fotos viejas. Sólo quería salvar las fotos del cubo de la basura". Los convencí para que me dejaran quedármelas, realmente sólo para salvarlas del cubo de la basura. Después, a lo mejor porque viví siempre con perros y no podría imaginarme la vida sin ellos, me empezaron a intrigar las fotos en las que aparecían", cuenta la coleccionista. Cuantas más imágenes tenía, más le parecía estar reconstruyendo testimonios sobre "la extraordinaria relación que existe entre los perros y las personas". Al principio, quiso investigar sobre la historia personal y determinar la fecha de cada documento visual, pero pronto dejó de importarle. "Los perros eran los mismos en 1850 que en 1920".
Mensajeros en el ejército francés
Cada perro combatiente era registrado y en el collar figuraba su nombre y un número. En el ejército francés se los utilizó de mensajeros en el frente cuando todas las vías de comunicación dejaban de funcionar. Aunque también hubo palomas mensajeras o corredores, los perros demostraron ser casi cuatro veces más rápidos que los humanos y, al contrario que las palomas, se manejaban bien en la niebla y en la oscuridad. Algunos demostraron en las trincheras ser grandes cazadores de ratas. Muchos soldados adoptaron perros como mascotas no oficiales y los animales les proporcionaron seguridad emocional en la que fue la primera guerra moderna, marcada por las trincheras.
Demostraron que no sólo eran útiles para hacer compañía, sino que ejemplares de ciertas razas (como el ágil Jack Russell Terrier) se volvieron grandes cazadores de ratas, abundantes en las zanjas defensivas.
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