Les veremos con el hocico empujando la barra de la jaula, o con su patita golpeando un cristal mientras nos mira. Les oiremos escondidos entre los setos; o escucharemos unos maullidos que nos suenan tiernos o nos estremecen. ¿Y qué hay del jilguero que nos despierta bien temprano? Por no hablar del hámster tan gracioso que ha traído el chico del cole. Llega el dilema de la mascota en casa. Superado el sí, ¿a cuál adoptamos? ¿Nos quedamos con la estrella: el perro? ¿Innovamos, teniendo en cuenta que no sobra espacio en casa? ¿El gato puede asustar a mi bebé? ¿Pueden los peces entretener y relajar? ¿El cachorro, además de jugar, acompañar y activar la oxitocina (la hormona del amor) puede ayudar a mi hijo a hacer los deberes?
La ciencia está demostrando que los animales de compañía, además de hacernos más felices, y de beneficiar a los niños, contribuyen a corregir comportamientos, a mejorar aptitudes y a aliviar síntomas. Dieter Krowatschek, psicólogo infantil y escolar en Marburgo (Alemania), autor de Los niños necesitan animales de compañía, comprobó que con su perrita Fly resultaba más fácil tratar a chicos con problemas de conducta y atención, a veces con actitudes de agresividad. Los animales son sensibles, leales, cariñosos, atentos, alegres, juguetones e incluso pacientes. Toda esa influencia positiva se ve en casa, y en otros casos, con terapias dirigidas.
Hay variedad de ejemplos avalados por los especialistas. Un Labrador que acompaña a un niño que lee en voz alta refuerza su aprendizaje y facilita su concentración. Chinchillas para el manejo de la impulsividad. Peces de colores llamativos en el salón para focalizar la atención de unos hermanos muy activos. Un Border Collie que duerme con un pequeño de seis años para que afronte y supere mejor los miedos evolutivos, como el quedarse solo, la oscuridad o los fantasmas. La suavidad de un hámster para activar la psicomotricidad de un bebé con lesión cerebral. Jugar con un perrito feo y cariñoso para reforzar la autoestima en la escuela. O un pastor alemán manso para distraerse ante un dolor de tripa interminable.
Con mascota, aprenderá antes a ser paciente, a hacer deberes, y a querer (se)
“Existen algunas conductas y actitudes que un perro nos puede ayudar a corregir. Por ejemplo, si queremos trabajar el autocontrol en un grupo de niños, cada uno de ellos debe aprender a respetar el turno si quiere interactuar con ese animal”, explica David Ordóñez, educador canino, experto en Intervenciones Asistidas con Perros y director de la empresa Perruneando. Enumera otros beneficios, como una mejor gestión de situaciones de estrés, más capacidad empática, fomento del trabajo en equipo y el apoyo emocional en momentos de conflicto con los padres.
Sobre cómo elegir la mejor mascota en casa teniendo en cuenta el comportamiento de los pequeños, Maribel Vila, terapeuta de la Fundación Affinity y profesora en la Universidad Autónoma de Barcelona, sostiene que lo fundamental es plantearse qué estilo de vida se lleva: “Si la familia es joven y tiene niños pequeños, necesitará un perro activo, que juegue, estimule; si son padres que trabajan mucho, un gato que sea muy sociable, que le guste el contacto y con el que se palíe el sentimiento de soledad; y si se pretende tener un compañero de juego en poco espacio, un hámster, con el que aprenderá a cumplir unas tareas, como tener limpia su jaula”, explica.
Y esa vida familiar va a ser redonda si la mascota encuentra el mismo bienestar. Un equipo de investigadores desveló en abril en la revista Science el secreto del vínculo afectivo entre el perro y su dueño. La mirada provoca en ambos una descarga de oxitocina (la hormona del amor).
“El perro ayuda a redirigir la mirada del niño con autismo y a captar su atención”
En las terapias asistidas, se buscan perros que tiendan a interactuar de manera positiva con personas, aunque no es el único requerimiento. El Golden Retriever y el Labrador son las dos razas más frecuentes, pero se pueden encontrar mestizos. Lo importante es que sean bien seleccionados y entrenados, apunta Nuria Blanco Piñero, terapeuta infantil de la Fundación ATAP: “El perro es una herramienta más del profesional, que seleccionará los rasgos que más le interese para el colectivo con el que va a trabajar. Ayudará en el abordaje de los problemas físicos, sociales, conductuales o emocionales, desde la perspectiva de la rehabilitación, la estimulación, el aprendizaje o la compensación de funciones y recursos”.
¿Cómo puede trabajar un perro en casos de autismo? “Nos puede ayudar a redirigir la mirada del niño, captando su atención y sirviendo como vehículo para que el terapeuta realice su trabajo con más facilidad”, expone David Ordóñez.
“Los animales deben disfrutar con los ejercicios para que las terapias funcionen”, incide Vanessa Carral, psicóloga clínica y educativa de Dogtor Animal, donde desarrollan actividades con diversas mascotas. Un loro llamado Pitágoras que juega con niños que tienen problemas para expresarse o entender palabras; la chinchilla Aníbal que se deja tocar delicadamente como forma de controlar la impulsividad; y si en el juego se suman un insecto palo, un cachorro y peces, la sesión multiespecie se convierte en un espacio para habilidades sociales y juegos en equipo.
Las terapias asistidas con animales, sobre todo con perros, están ganando espacio en centros sociales, escuelas y hospitales. Francis Lozano coordina la unidad interdisciplinar canina del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, pionera en España. "Antes se veía este campo como algo psico-científico, pero ahora tiene un discurso académico y se considera innovador”, cuenta Lozano. Recientemente, han desarrollado talleres para fomentar la lectura.
También, el Hospital de Villalba (Madrid) va a empezar a trabajar en septiembre con perros para tratar a niños con dolor abdominal funcional. Iván Carabaño, pediatra del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, sostiene que en este caso el animal tendrá un efecto de distracción. Los beneficios serán sobre todo en el plano emocional, disminuyendo la sensación de estrés que esconde este problema y creando lazos afectivos, con el mimo y el acompañamiento.
¿Y estas terapias pueden continuar con los padres? Sí, siempre que sean guiadas por especialistas. Y sigan haciendo felices a los hijos. Aunque cada uno tiene una historia diferente. Además, lo que importa es que nuestra mascota sienta lo maravilloso que es vivir en casa. Con niños.