Estos viajes se idearon inicialmente para comprobar si un ser humano resistiría las duras condiciones de un vuelo espacial. En cuanto las misiones tripuladas fueron una realidad, los animales astronautas se convirtieron en sujetos de prueba para estudiar cómo la microgravedad y los viajes por el espacio afectan a la biología de los organismos.
La mosca de la fruta (más conocida en el ámbito científico como 'Drosophila melanogaster') es uno de los organismos más utilizados en investigación, pionera para el estudio de la genética y todavía muy utilizada en la actualidad. Como no podía ser de otra forma, estos insectos fueron también los primeros animales en viajar al espacio, una década antes que Laika.
En 1947, la NASA envió un contenedor lleno de 'Drosophila melanogaster' que alcanzó una altitud de 170 kilómetros antes de ser recuperadas sanas y salvas. Fue el primer paso para comprobar si los seres vivos podían sobrevivir a la radiación cósmica. Tras esta prueba, comenzó una 'carrera animal' para determinar si un astronauta humano resistiría las condiciones de aceleración y microgravedad propias de todo viaje espacial.
Así nació el proyecto estadounidense Albert, bautizado en honor del mono Rhesus protagonista. Albert iba a convertirse en 1948 en el primer mono astronauta, pero una serie de fallos técnicos provocó que la misión fracasara. No solo la cápsula se estrelló contra la Tierra durante el aterrizaje: Albert había muerto antes de que el cohete V-2 se levantara del suelo, al no poder respirar en el interior de la cápsula.
Albert II tuvo más suerte, si es que puede llamarse así. El 14 de junio de 1949 su cápsula alcanzó los 134 kilómetros de altura, certificando el récord que su compañero no pudo lograr. Su destino, por desgracia, fue similar: el animal falleció durante el aterrizaje debido a un fallo en el paracaídas.
Gracias a esta pareja de monos se confirmó que un organismo complejo podía sobrevivir al despegue y aterrizaje de un cohete espacial (siempre y cuando el paracaídas se abriera durante el descenso). Pero todavía quedaba mucho trabajo que hacer antes de poder enviar a un ser humano más allá de la atmósfera terrestre.
Tsygan y Dezik fueron los primeros perros en viajar al espacio, en 1951. No llegaron a estar en órbita, pero sí fue la primera vez que organismos 'superiores' eran recuperados con vida tras el aterrizaje. Dezik moriría en una misión posterior, pero Tsygan fue adoptado por el físico soviético Anatoli Blagonravov.
Una perra muy normal
Y entonces llegó Laika, la primera astronauta en orbitar por el espacio exterior. Este símbolo soviético se convirtió en una estrella mundial en noviembre de 1957, aunque tampoco sobrevivió a su viaje.
Durante años se vendió que Laika había sido sacrificada a los seis días del despegue, para evitar que muriera asfixiada por la falta de oxígeno. Esta era la intención inicial, pero en realidad la perra falleció por el sobrecalentamiento de la cabina durante el cuarto día: “Era prácticamente imposible crear un sistema de control de temperatura fiable con tiempos tan ajustados”, confesó en 2002 uno de los ingenieros de la misión. En abril de 1958, tras más de 2.500 órbitas completas alrededor de la Tierra, el 'Sputnik 2' reingresó en la atmósfera terrestre, desintegrándose junto al cuerpo de la perra.
Mejor suerte corrieron los perros Belka y Strelka, los primeros animales en volver con vida tras ser puestos en órbita en 1960. Pero aunque los canes han jugado un papel fundamental para la investigación aeroespacial, el primer animal en dar una vuelta a la Luna y regresar (y por lo tanto en alejarse tanto de nuestro planeta) fue uno de los seres más lentos del planeta.
La 'Zond 5' fue lanzada el 15 de septiembre de 1968 y se convirtió en la primera nave en circunvalar la Luna y volver a la Tierra. A bordo, junto a varias plantas, moscas y bacterias, se encontraban dos ejemplares de tortuga rusa.
Durante años se vendió que Laika había sido sacrificada a los seis días del despegue, pero en realidad murió abrasada por las altas temperaturas
Saltamos a 2007, cuando varios tardígrados enviados por la Agencia Espacial Europea lograron sobrevivir 10 días en el espacio abierto, sin más protección que sus defensas naturales. Estos extraños animales invertebrados son famosos por ser casi inmortales y resistir condiciones extremas de radiación y temperatura.
En la misma misión viajaba Nadezhda, el primer animal en dar a luz en condiciones de microgravedad. Sus 33 crías demostraron la viabilidad de la reproducción en el espacio, y todo gracias a una madre perteneciente a una de las especies menos apreciadas de nuestro planeta: las cucarachas.
La historia de los astronautas animales está llena de mártires y primeras veces. Pero todos los conejos, ranas, chimpancés, avispas, conejillos de Indias y gallipatos enviados no pueden hacer sombra a la más famosa de todas. Gracias al sacrificio de Laika y sus compañeros, el ser humano ha pisado la Luna y está cada día más cerca de llegar a Marte.