Un perro que despunte necesita un humano capaz de plantearle retos, conocedor de la naturaleza canina, de cómo educarle para sacar provecho a esa buena predisposición y poner freno a aquellos comportamientos que puedan alterar nuestra convivencia entre especies. "La gente suele creer que su perro es el más listo del mundo, por suerte no es así o tendrían entre manos a un animal que no son capaces de gestionar", escuché hace tiempo decir a una educadora canina, Anika Rytel. Toda la razón.
Ha sido noticia reciente que el Malinois, el Ferrari de los perros, ha desbancado al Border Collie en un nuevo estudio sobre cognición canina. Poco importa si es el pastor belga o el pastor anglo-escocés el más listo de los canes, mucho debe importarnos en cambio que ambos estén de moda. Que una raza canina tenga mucha demanda, sí que entraña riesgos.
"No tengáis Malinois a menos que vayáis a trabajar con ellos y sepáis de perros", pedía por favor otra educadora, Sonia Losada, en su último podcast. Ni Malinois ni Border Collies ni ninguna otra raza de trabajo, deseosa de poner sus muchas capacidades a nuestro servicio, con una inteligencia que nos pondrá a prueba. Seamos responsables. No es fácil conducir un deportivo, menos aún si ni siquiera hemos pasado por la autoescuela.