Es urgente que el reproductor promedio deje de autoengañarse con la fantasía de sentirse criador. La realidad es contundente: más del 70% de quienes se ostentan como “criadores” no cuentan con los conocimientos, la formación ni las credenciales necesarias para asumir ese título con responsabilidad. Negar esta realidad no solo frena el progreso de las razas que reproducen, sino que perpetúa malas estructuras, deficiencias funcionales y prácticas de crianza equivocadas.
Ser criador implica mucho más que reproducir perros. Requiere estudio profundo del estándar, análisis crítico de la morfología y el temperamento, conocimiento genético, ética, autocrítica y un compromiso real con la mejora de la raza.
Así como un médico veterinario no puede tratar a un paciente sin antes diagnosticar correctamente la enfermedad, un verdadero criador debe ser capaz de reconocer con honestidad sus propias carencias, así como los defectos, virtudes y limitaciones de sus perros. Sin diagnóstico no hay mejora, y sin autocrítica no hay evolución.
Sin embargo, pocos están dispuestos a mirarse con objetividad. La falta de honestidad intelectual y la resistencia a aceptar errores se han convertido en uno de los mayores obstáculos para el avance real de la cinofilia.
Creo firmemente que llamar a las cosas por su nombre no divide: ordena y eleva el nivel.
La cinofilia que aspiramos construir exige criadores verdaderos, no solo reproductores con título auto otorgado.
Por Roberto Martínez Arana



