Este próximo verano, Freedom y yo llevaremos 10 años juntos. Ella llegó hasta mí siendo una aguilucha, en 1998, con las dos alas rotas, especialmente la izquierda, que no podía desplegar en absoluto, aún después de haberle practicado cirugía. Su ala estaba rota por cuatro sitios. Ella es mi ‘niña’.
Cuando Freedom llegó a nuestro Centro de Rehabilitación Animal no se sostenía sobre sus patas. Estaba flaca, llena de piojos y parecía que su final era inminente. Pero decidimos darle la oportunidad de vivir y superar esas condiciones tan dramáticas. A partir de ese momento, me hice cargo de ella todo el tiempo. La pusimos en una jaula para perros, ‘acolchada’ con tiras de papel periódico para ‘acomodarla’ como si se tratase de un nido.
Estaba tan mal, que parecía no responder a ningún cuidado. Yo le hablaba durante horas todos los días y la animaba a luchar por su vida. Ella permanecía echada y sólo me miraba con sus grandes ojos marrones. Teníamos que alimentarla por un tubo, ya que no podía picotear la comida. Era lastimoso verla tan destrozada. Freedom estuvo en esa situación tan lamentable por espacio de 6 semanas que parecían interminables. Mis compañeros del Centro de Rehabilitación me dijeron que habría que pensar en la eutanasia si no se ponía en pie, porque no podíamos cruzar la línea entre ‘rehabilitación’ y ‘tortura’. Sin embargo, yo me resistía a perderla. Mis colegas me habían hablado de ‘programarla’ para el viernes de la semana siguiente si no lograba sostenerse en pie.
Llegó el jueves y al día siguiente habría que ejecutar la decisión que se había tomado una semana atrás. Yo estaba tan desolado que no sentía deseos de acudir al Centro porque no soportaba la idea de la eutanasia para mi pobre y bella amiga Freedom. No obstante, me vestí con desgana y fui. Cuando llegué al Centro todo el mundo me saludaba con una sonrisa de oreja a oreja. Fui inmediatamente hacia la jaula de Freedom y...
¡Allí estaba! ¡En pie! ¡Una grande y hermosa águila!
¡Fue maravilloso verla dispuesta a vivir! Estuve a punto de echarme a llorar de alegría. Fue un gran día. Sabíamos que ella nunca podría volar, pero aún así, decidimos entrenarla con el guante y unas tiras de cuero para rehabilitarla al máximo posible y recuperarle sus alas.
Inundamos los periódicos, las radios y hasta un programa de TV. con nuestra historia.
En la primavera del 2000 fui diagnosticado de un linfoma de grado 3. Esto significa que tenía un órgano principal afectado y metástasis en el resto. Me darían quimioterapia durante 8 meses seguidos para reducir al máximo la extensión de la enfermedad, pero si no funcionaba la terapia, tendrían que hacerme un transplante de médula ósea. Perdí todo el cabello. Muchas noches soñaba con Libertad, volando majestuosa hacia mí y mirándome con fijeza y atención como queriendo darme ánimos con su ejemplo. Echaba mucho de menos mi trabajo, así que en cuanto me sentía un poco más fuerte, iba a ver a Freedom al Centro.
Hacia finales de Noviembre, después del Día de Acción de Gracias, fui al médico a realizarme las últimas pruebas para saber si tendrían que hacerme el transplante. Los resultados fueron asombrosos:
Me dijeron que el cáncer … ¡Estaba curado!
Lo primero que hice al conocer la buena noticia fue ir a ver a mi ‘niña’ para llevarla a pasear. El día era brumoso y hacía frío. La llevé a lo alto de la colina para que hiciera su hermoso vuelo. Yo no le había dicho nada a Freedom sobre mi salud, sin embargo, ella ‘sabía’. Cuando la dejé libre para que volase en los alrededores, ella me miró, extendió sus alas y las cerró sobre mí. Fue un abrazo, un momento mágico e irrepetible que no sé cuánto duró.
Sólo sé que sentí sus enormes alas presionando mi espalda y apoyó su pico sobre mi nariz en un gesto de afecto casi humano. Me miró directamente a los ojos y estuvimos así un rato. Entendí que, de algún modo, ella supo cuánto me había pasado y era su forma de recompensarme y alentarme. Comprendí que éramos ‘almas gemelas’ desde el mismo momento en que ella llegó al Centro, pero no sabía hasta qué punto un alma libre como ella era capaz de transmitir tanta fuerza y tanta belleza.
En varias ocasiones han venido al Centro personas enfermas y ella se comporta con una delicadeza especial. Es algo mágico y misterioso.
Una vez vino al Centro un enfermo terminal. Cuando estaba visitando a Freedom sus piernas se debilitaron, y en ese momento se la estaban colocando sobre su mano enguantada. Esta persona dijo sentir el poder y la fuerza especial que emanaba de Freedom y cómo sus piernas se fortalecían y volvía a sentir la energía suficiente para no caer de rodillas.
Hay muchas más historias, pero me sería imposible contarlas en tan poco espacio. Jamás olvidaré el honor de sentirme tan cercano a un espíritu libre tan magnificente como Freedom. "
JEFF GUIDRY
Jeff Guidry y Freedom están en el Sarvey Wildlife Center, Everett, Washington.