HOLA AMIGOS


Bienvenidos a mi blog. Este será un sitio dedicado a la raza que me apasiona, el cocker spaniel ingles, y en general a todos los perros, con raza o sin ella. Aquí iré colgando temas relacionados con ellos, con los cocker y todo aquello que me parezca interesante, sobre veterinaria, etología etc...

Encontrarás que algunos artículos sobre el cocker son un poco técnicos, pero la mayoría son para todos los públicos. ¡No te desanimes !



Agradecimiento:

Me gustaría agradecer a todas las personas que nos han ayudado, explicado y aguantado tantas y tantas cosas, y que han hecho que nuestra afición persista.

En especial a Pablo Termes, que nos abrió su casa de par en par y nos regaló jugosas tardes en su porche contando innumerables “batallitas de perros”. Suyas fueron nuestras dos primeras perras y suya es buena parte de culpa de nuestra afición. A Antonio Plaza y Alicia, también por su hospitalidad, su cercanía, y su inestimable ayuda cada vez que la hemos necesitado. También por dejarnos usar sus sementales, casi nada. Y a todos los criadores y propietarios que en algún momento, o en muchos, han respondido a nuestras dudas con amabilidad.

Y, por supuesto, a Rambo, Cibeles y Maripepa, a Chulapa y Chulapita, y a Trufa, como no, y a todos los perros con pedigrí o sin el, con raza o sin ella por ser tan geniales.

Muchas gracias


Te estaré muy agradecido si después me dejas tus impresiones en forma de comentario.

Espero que te guste y que vuelvas pronto.



PARA LA REALIZACIÓN DE ESTE BLOG NINGÚN ANIMAL FUE MALTRATADO




martes, 1 de septiembre de 2020

EL MUNDO HOY DUELE UN POCO MENOS, POR ELVIRA SASTRE


Así es mi vida con los perros: me obligan a cuidarme porque es la única manera de cuidar de ellos como se merecen

Recuerdo una de las peores épocas de mi vida. Sin entrar en detalles, el dolor era abismal, una suerte de inicio de trauma del cual me costaría horrores deshacerme. Como todo daño emocional, terminó trascendiendo a lo físico y mi cuerpo se convirtió en una especie de cárcel sin rejas. Una tarde, sufrí un ataque de ansiedad que me dejó tirada en el suelo de mi casa, a medio vestir. Notaba perfectamente cómo se empequeñecían mis pulmones y el aire se hacía pesado, casi sólido.


Me apoyé sobre la pared, coloqué la cabeza entre mis brazos e intenté recuperarme sin demasiado éxito. Entonces, un hocico suave y húmedo empezó a escarbar entre los pocos huecos que dejaba mi postura. Con nervio y lloriqueo, hizo mil virguerías: me levantó las manos, me ofreció su culito bailarín, se sentó de espaldas a mí como hacía cuando quería protegerme, empezó a ladrarme para que saliera de aquel estado. Lo vi asustado y me tranquilicé para tranquilizarlo. No necesité una pastilla o un abrazo. Me bastó con verlo. Porque así es mi vida con los perros: me obligan a cuidarme porque es la única manera de cuidar de ellos como se merecen.


Pienso ahora en toda esa gente cuyos animales forman parte no solo de su día a día, si no de sus tristezas más absolutas, de las soledades no deseadas, de los dolores que no se pueden explicar porque no a todo se le puede poner palabras, aunque lo intentemos. Me imagino al anciano que pasea todos los días a su perro, quien camina despacio siguiéndole el ritmo y busca su mano grande y temblorosa después de comer, sobre el sofá.


Lo imagino ahora que debe marcharse a una residencia en la que no le permiten llevarlo, y puedo sentir el ruido que hace un corazón cuando se rompe. Me imagino a la mujer maltratada que se interpone entre su animal y su agresor para recibir otro golpe más, que caiga sobre quien caiga solo busca su dolor, y puedo verla cerrando la puerta de la casa que está a punto de abandonar solo para seguir protegiéndolo, aunque le cueste la misma vida, porque no puede llevárselo a un centro. Y me imagino también, puedo verlas, a todas aquellas personas sin hogar que prefieren dormir abrazadas a sus perros, congeladas, que en una cama de un albergue donde la administración no les permite entrar juntos.


Y pienso en Tango, y en Viento, y en Berta, y en los días fríos en los que no dudaron en tumbarse a mi lado, y no soy capaz de imaginarme nada más porque la respuesta a todo esto siempre es dolorosa.


Pero respiro, porque por suerte se acaba de aprobar en la Asamblea de Madrid una iniciativa por la cual se van a proteger los vínculos de las personas en situación de vulnerabilidad con sus animales, y ese es un paso tan grande que el mundo hoy duele un poco menos gracias a ellos.



Escrito por Elvira Sastre en El País