Los organismos vivientes están genéticamente programados para responder de forma eficaz al estrés ambiental. Estrés físico y psicológico son dos caras de una situación que en ambos casos necesita una respuesta adaptativa del organismo.
El estrés animal representa un mecanismo de defensa del organismo frente a situaciones que requieren adaptabilidad del mismo. El organismo trabaja a un ritmo que es el resultado de la interacción y equilibrio con su ambiente (lo que se define homeostasis). Si el ambiente se modifica, es evidente que el organismo necesitará adaptarse a la nueva situación a través del estrés. En estas condiciones el estrés representa un factor positivo porque supone que el animal pueda superar la situación y alcanzar un nuevo equilibrio. A este propósito se habla de eustrés si las consecuencias del estrés son positivas y de distrés si son negativas. Por ejemplo si un animal consigue escapar de un depredador, se podrá hablar de eustrés, mientras si se queda paralizado por el miedo el estrés habrá tenido un efecto negativo y hablaremos de distrés. En todo caso, si la situación estresante se prolonga, todos los mecanismos fisiológicos que se ponen en marcha se agotarán y siempre se llegará a una situación de distrés.
Para visualizar el concepto de estrés podemos pensar a una goma elástica: si la estiramos la estamos sometiendo a un estrés. Hasta cierto punto la goma volverá a su posición anterior una vez la dejemos; si sobrepasamos el punto crítico, la goma quedará con una deformación y no volverá a su forma original.
Cada organismo tiene una tolerancia individual al estrés y esto depende de su genética y de la eficiencia de sus mecanismos de respuesta a agentes estresantes o estresores. Controlar los agentes estresantes puede significar controlar el nivel de estrés del animal.
Las principales situaciones estresantes en los animales
Cada animal es una individualidad y como tal percibe de forma diferente los estímulos que recibe del ambiente. Recientes estudios de algunos investigadores de la Universidad de Bristol sobre la esfera emocional de los animales, demuestran que son “optimistas o pesimistas” con respeto a las situaciones que los rodean y esto puede influenciar su respuesta emocional. En estos experimentos se introducía un comedero lleno en un lugar de la habitación (posición positiva), mientras que si se ponía en otra posición de la habitación estaba vacío (posición negativa). Muy pronto los perros aprendían cual era la posición positiva del comedero e ignoraban la otra. En el mismo experimento se puso un comedero en posición ambigua entre las otras y se vio como había sujetos que corrían hacía este comedero esperando que fuese lleno, mientras otros, más “pesimistas”, llegaban más despacio. Los “pesimistas” presentaban, además, conductas de ansiedad más marcadas si dejados solos un tiempo.
Estos estudios refuerzan el principio que el temperamento individual juega un papel fundamental en la forma que tiene el animal de entender el ambiente que lo rodea y nos llevan a pensar que cada sujeto debe ser considerado en su individualidad, aunque hay puntos comunes. Por ejemplo sabemos cuales son las situaciones que potencialmente pueden crear estrés en un animal porque las hemos experimentado: las visitas al veterinario o a la peluquería, cuando el dueño se ausenta o cuando se quiere poner el animal en un transportín. Frente a estas situaciones el animal puede reaccionar con miedo y, según su temperamento, reaccionar con agresividad o impotencia, por ejemplo vaciando sus glándulas anales.
Otras situaciones no son tan fáciles de reconocer porque implican un conocimiento más profundo de la psicología del animal y de su percepción del ambiente y se establecen en tiempos más largos provocando la aparición de estrés crónico. Estos casos se refieren por ejemplo a aburrimiento, a la frustración de no poder desempeñar su función en la familia o en el trabajo por el cual ha estado entrenado, ser dejado confinado en un ambiente que no le permite libertad de movimiento, la imposibilidad de hacer algo que para él es natural como jugar, correr, explorar. Otras situaciones estresantes por un animal pueden referirse a un conflicto que puede experimentar en su interior entre una acción por la que está muy motivado y la imposibilidad de cumplirla. La frustración continuada hacia algo que el perro se ve incapaz de conseguir puede desembocar en agresividad, fobias o manías. “Normalmente estos comportamientos repetitivos provienen de un estado de frustración o conflicto al que el animal se ha visto sometido durante un tiempo y que les causa una incapacidad para saber que es lo correcto y como escapar a esa situación continuada de estrés. Comienzan con las llamadas conductas de desplazamiento que pronto se convertirán en estereotipias si la situación estresante no cesa (Pozuelos, Álvarez, 2.007)”.
Las causas más comunes en este tipo de estrés son la sobreprotección por parte de los dueños con la adquisición de malos hábitos, la falta de educación básica y la poca tolerancia a la frustración provocada por la falta de exposición a situaciones de reto y superación.
Un factor de estrés muy común en el animal es la aplicación por parte del propietario de castigos inadecuados o indiscriminados, aplicados de forma incorrecta, en momentos inadecuados o no proporcionales.
¿Hasta dónde puede llegar el efecto de un estrés crónico en un animal? - Pues hasta una situación inimaginable; la indefensión aprendida. Esto puede ocurrir, por ejemplo, por causa de castigos inconsistentes, es decir, en los que el perro no sabe ni entiende el por qué del mismo ni cómo salir de allí. Es la situación en la que el perro aprende que por mucho que intente salir de ella no va a tener éxito porque no tiene ningún control, por lo que se abandona y entra en un bloqueo producido por un estrés continuo que desemboca en un estado de letargia y depresión (Álvarez, 2007).
Situaciones estresantes más comunes en los perros:
Adopción
Adaptación a una nueva casa o ambiente
Quedarse solo en casa
Adiestramiento
Ausencia de un miembro de la familia
Nuevos miembros en la familia
Ruidos
Viajar
Estancia en residencias/pensionados
Recuperación
Hospitalización
Sala de espera o consultas del veterinario
Peluquería
¿Como reconocerlo? - Síntomas de estrés:
En situaciones de estrés agudo, el animal presentará síntomas evidentes y muy reconocibles como:
Babeo excesivo (esto es debido a un exceso de saliva)
Jadeo
Lamerse los labios
Inquietud
Ansiedad
Temblor
Arcadas
Vómito
Conductas más complejas de tipo compulsivo o estereotipias, pueden presentarse a causa de un ambiente poco adecuado a las necesidades del animal o en situaciones particulares que el animal experimenta en la familia y en las cuales no tiene control. En principio el animal mostrará las denominadas “conductas de desplazamiento”, es decir mostrará su indecisión en una situación rascándose o dando vueltas sobre si mismo, mientras si la situación se repite en el tiempo desarrollará problemas más serios como:
Lamerse compulsivamente sobre todo las extremidades anteriores y siempre en el mismo punto desarrollando heridas o úlceras (la llamada dermatitis acral por lamido); Morderse el rabo dando vueltas sobre si mismo; Cazar moscas, es decir mirar en un punto intentando morder algo en el aire o perseguir luces o reflejos; Agresividad y agresiones hacia si mismo u objetos; Síndrome del animal enjaulado, es decir cumplir siempre el mismo movimiento en animales confinados en jaulas, como por ejemplo en perreras, caminando de un lado a otro de la jaula; Vocalizaciones.
En algunos estudios se ha observado una predisposición racial a ciertas conductas. “Tenemos en la conducta de perseguirse la cola al Pastor Alemán y al Bull Terrier; en la dermatitis acral por lamido en las razas de Labrador, Doberman, Akita, Maltés, Dálmata, Setter Inglés, Shar-Pei, Schnauzer Mediano y Weimaraner, entre otras”. (Manteca, 2.003).
¿Por qué es importante combatir el estrés?
Consecuencias del estrés
Un estrés intenso o prolongado en el tiempo puede tener efectos importantes en el carácter y en la fisiología del animal y hacer que el dueño tenga que empezar terapias específicas que devuelvan al animal el equilibrio perdido. En muchos casos las terapias son de difícil implantación y el pronóstico también es incierto. Además de conductas inapropiadas, y, en algunos casos, compulsivas, el estrés tiene importantes repercusiones orgánicas debidas a la liberación de hormonas específicas del estrés, y una serie de cambios de conducta. “Estos cambios incluyen un aumento de la frecuencia de micción, en la conducta de acicalamiento y en la actividad locomotora, así como una mayor incidencia de coprofagía (comer heces). Además, los perros sometidos a estrés crónico parecer reaccionar con una mayor agresividad cuando se enfrentan a un estrés agudo” (Manteca 2.003). El estrés “compromete el crecimiento, el sistema inmunológico, la capacidad de aprendizaje y la memoria, así como la capacidad de responder al dolor y el ciclo sueño- vigilia” (Álvarez, 2007).
La prevención representa la mejor elección. En este caso prevención no quiere decir eliminación del estrés. Según observaciones de expertos etólogos, un grado de estrés es importante para que el animal pueda ponerse retos y aumentar su confianza en el momento de superarlos. Es importante enseñar al animal a enfrentarse a situaciones lo más variadas posible, así que sepa superarlas. Debemos darles las herramientas que necesitan a través de un buen adiestramiento básico y de la presentación de estímulos que empujen el animal a solucionar problemas. Hemos hablado de la sobreprotección de algunos dueños: es cierto que proteger demasiado a nuestros animales solo tendrá como consecuencia la creación de individuos débiles, demasiado dependientes y a riesgo de desarrollar patologías de comportamiento. Lo mejor es estimular el animal desde sus primeros meses o, siguiendo algunos protocolos, semanas. La cosa importante es plantear al animal retos que pueda superar con cierta dificultas y empujarlo a reintentarlo después de un eventual fracaso. Cierto grado de frustración será la base por un nuevo intento exitoso.
La situación más estresante para un animal es aquella sobre la cual no tiene el control, y en la cual no puede predecir que va a pasar (Luescher, 2.002).
En definitiva “equipar” a nuestros animales con un abanico amplio de experiencias hace que sean más preparados y seguros de ellos mismos en diferentes situaciones de su vida y puedan superarlas con niveles menores de estrés.
Utilización de feromonas para la prevención de estrés
Sin dudas la terapia del comportamiento es la base de la prevención de estrés y en general de cualquier problema de conducta, aunque en algunos casos podemos recurrir a sustancias, como las feromonas, capaces de reducir la percepción de amenaza que puede tener un animal en determinadas situaciones. Las feromonas son hormonas que producen las hembras en el periodo de lactación permitiendo que los cachorros se tranquilicen, tengan más seguridad y establezcan relaciones materno-filiales. La utilización de aparatos difusores o collares, según el caso, puede tener efecto tranquilizante en los animales sin necesidad de recurrir a fármacos que pueden tener efectos colaterales o demasiada somnolencia y relajación.
Utilización de fármacos
En momentos puntuales puede representar la única opción en sujetos que presenten estrés grave a causa de verdaderas fobias hasta llegar a ataques graves. Estos medicamentos nunca deben ser suministrados sin vigilancia veterinaria y es importante respetar dosis e indicaciones. CONSULTE.
Medica Veterinaria M.V. Severina (Vera) Vicinanza. Formadora.
Especializada en etología y medicina del comportamiento.