El galgo español es una de las denominadas “Razas Puras” ya que no se ha forjado mediante el cruce de otras razas si no que ha sido seleccionado durante cientos de años en base a su habilidad para atrapar a la liebre.
A mí me gusta definirlo como “El perro del pueblo” y no es tan sólo por conseguir la rabona que dio consistencia al puchero de nuestros antepasados en tiempos de hambre, también porque que este perro huesudo y de mirada triste está representado en la historia de nuestra país en numerosas pinturas, obras literarias como El Quijote o incluso en refranes comunes. Es difícil encontrar una sola persona que no haya escuchado en alguna ocasión de su vida “al galgo viejo échale liebre y no conejo”, “de casta le viene al galgo tener el rabo largo”…
Muchos opinan que todo aquello fue un fracaso, yo personalmente digo que depende para quién. Se produjeron galgos más rápidos aunque con una notable perdida de fondo. Para los amantes de la belleza de un Galgo Español y las carreras infinitas sí fue un gran fracaso, ya que estos cruces diezmaron considerablemente nuestra raza.
Gracias a la intervención de la Real Sociedad Canina de España y el Club Nacional del Galgo Español que en el año 1982 redactaron el estándar válido sobre el que los criadores deberían guiarse a la hora de seleccionar sus ejemplares, cada año han ido incrementándose notablemente las inscripciones de estos en los libros genealógicos.
En esta última década hemos podido ver en numerosas exposiciones caninas tanto nacionales como internacionales cómo el galgo español se hace un hueco entre los tres peldaños del cajón, compartiendo triunfo con los mejores canes del panorama nacional.
Por su parte, el Club Nacional del Galgo Español en su afán por recuperar la “Esencia”, lleva varios años logrando una encomiable tarea, realizando por toda la geografía española numerosos concursos monográficos en los que únicamente se valora su morfología.
De los ejemplares punteros en esta competición se podría decir que son lo más cercano al perfecto Galgo Español, aunando belleza y funcionalidad. Lo podemos encontrar en dos variedades de pelo: pelo liso o corto y pelo duro o Peluzón, esta última más valorada entre algunos expertos de la raza. Quizá la característica más representativa de esta raza es un largo rabo que en ocasiones llega a rozar el suelo. Este “látigo” le ayuda a realizar recortes o cambios de dirección durante la persecución de la liebre. Su cuerpo atlético junto con su gran capacidad pulmonar y cardíaca le permiten alcanzar velocidades superiores a 60 km/h durante varios minutos cubriendo así largas distancias, por lo que se le debe llevar con un collar ancho, a poder ser tipo “martingale”, para evitar fugas inesperadas, ya que su cabeza es casi tan estrecha como el cuello.
Aunque el Galgo Español es un perro de campo, se adapta perfectamente a la vida urbana y es fácil verlos con asiduidad por las calles de nuestras ciudades. La gran mayoría de éstos son galgos anglo-hispanos y provienen de protectoras que se hacen cargo de ellos cuando son abandonados por sus irresponsables propietarios o que en algún momento fueron sustraídos y una vez probados para la caza decidieron que “no valían” deshaciéndose de ellos de las maneras más grotescas.
Este precioso animal puede ser un magnífico compañero, cariñoso, familiar y tranquilo pese a su alta predisposición a la carrera. Es tímido con la gente extraña pero muy fiel a su amo.
Espero que con el tiempo el Galgo Español vuelva a ser valorado como lo hicieron nuestros antepasados, devolviéndolo al lugar de donde nunca debió bajar, su trono, demostrando así que, con medalla o sin medalla, sigue siendo “el perro del pueblo”.