A partir de las características físicas que le son propias y del patrón de su pelaje, la raza romana fue reconocida como tal el año 1983 por la Federación Internacional Felina.
¿Cuál es su origen y de dónde procede su nombre?
Aunque no se conoce con certeza su origen, se cree que el gato romano procede del cruce natural, no forzado por el hombre, entre los gatos salvajes europeos y los gatos monteses africanos que acompañaban a los emperadores romanos en sus invasiones —con el fin de cazar a los ratones que amenazaban con acabar con los víveres de los soldados—, conservando la nueva raza resultante las mejores características de ambas y extendiéndose rápidamente por toda Europa.
Por regla general los gatos romanos son extremadamente inteligentes. Debido a un largo pasado común junto al ser humano, son muy sociables y se adaptan fácilmente a la vida en un hogar. Aunque acostumbran a ser tímidos, tienen buen carácter, siendo muy cariñosos. Por otro lado, poseen una curiosidad innata que los convierte en grandes autodidactas, siempre dispuestos a explorar su entorno y a jugar con todo aquello que tengan a su alcance. Respecto a su constitución, suelen ser fuertes, esbeltos y atléticos.
La particularidad de los gatos tabby
En su variedad tabby estos gatos poseen un pelaje ligeramente atigrado, de color gis, naranja o marrón, que puede presentarse solo o en combinación con el color blanco.
El término tabby deriva del vocablo Attabiyah, en relación a un tipo de seda a rayas que se fabricaba en Bagdad y con el que se asoció a los gatos cuyo manto dibuja un patrón de líneas oscuras, de diferente anchura, que recorren su cuerpo.
Pero si hay algo característico en ellos, que los hace únicos, es el poseer un signo distintivo, exclusivo de esta variedad: se trata de varias líneas en su frente que juntas forman una M mayúscula.
Las leyendas sobre su extraño pelaje
Tradicionalmente, estos gatos han sido calificados como de benditos o divinos, debido a la creencia de que en su frente llevan impresa la marca de Dios.
Según una leyenda árabe el profeta Mahoma estaba sentado rezando. Al escuchar la llamada de los almuecines a los fieles, se levantó para ir a la mezquita. Su gata Muezza se había quedado plácidamente dormida sobre su chilaba, así que para no despertarla cortó la tela y dejó a la gata que continuara durmiendo.
Al volver a casa la gata se le acercó y se restregó contra su cuerpo, agradeciéndole que no la hubiera despertado, por lo que Mahoma acarició tres veces su cabeza, brotando de sus caricias la letra M mayúscula que, desde entonces, ostentan todos los descendientes de la gata del profeta. El profeta, bendijo con esa acción a todos los gatos del mundo.
Otra leyenda, también árabe, narra que, estando Mahoma absorto en sus oraciones, no se dio cuenta de que una víbora se disponía a atacarlo. El gato de uno de los compañeros del profeta —llamado Abu Hurairah— se percató del peligro y se abalanzó sobre la serpiente, consiguiendo así salvarle la vida.
Mahoma, agradecido, acarició su cabeza y su espalda. De la marca que dejaron sus dedos sobre el cuerpo del animal, apareció súbitamente en su frente la letra M mayúscula, así como las líneas atigradas características de estos felinos.
La leyenda cristiana nos habla de que, estando el niño Jesús con pocas horas de vida en el pesebre, se sentía inquieto debido al ruido procedente del gentío que se había ido agolpando en el portal para adorarlo. Pese a los intentos de María, su madre, para que durmiera, el niño estaba excitado y no lograba calmarlo.
Una gata muy joven, que había dado también a luz pocos días antes y había perdido su camada, se acercó a él y, tumbándose a su lado, comenzó a ronronear con tanta dulzura que el niño consiguió tranquilizarse. María, al ver al niño dormido, se acercó a la gata y en señal de gratitud acarició su frente y de ella brotó la letra M mayúscula del nombre de María.
Según esta misma leyenda, la gata acompañó al Mesías durante toda su vida, hasta su muerte en la cruz… e incluso más allá…. ya que su fiel amiga lo aguardó a la puerta del sepulcro, hasta el día en que tuvo lugar la resurrección. Al volver Jesús a la vida, concedió a la gata que tanto lo amaba la gracia de la inmortalidad para que pudiera seguir a su lado para siempre.