Hace seis años me encontré allí con un animal que me sorprendió: cuatro patas, muy peludo y foráneo. Simplemente, no esperaba encontrarlo en esas latitudes. Me despistó verlo en la estepa patagónica: ¿qué hacía allí? ¿Seguro que era lo que yo pensaba? Tras unos momentos de duda, tuve la certeza de que se trataba de un mastín del Pirineo.
Hacía muchos años que había visto por primera vez esta raza protegiendo a los rebaños de ovejas en el norte de Navarra, mi tierra natal, entre los pastos y bosques de los valles de Roncal, Salazar y Aézcoa. También lo había encontrado en los valles cercanos de Hecho y Ansó, en el Pirineo aragonés. Pero ¿qué hacía en la Patagonia?
Durante siglos, los mastines del Pirineo han tenido la misión de proteger el ganado ovino del ataque de lobos, osos y otros animales salvajes. También de ladrones de rebaños. Son perros grandes y fuertes (pueden llegar a pesar casi 100 kilos), dóciles y muy inteligentes. Hoy en día gozan de un gran reconocimiento y se utilizan como perros guardianes en muchos países.
Fue al encontrarme con aquel mastín cuando conocí a José Antonio Kusanovic. Hombre polifacético y de gran carisma, trabaja en el campo tal y como ha hecho su familia durante generaciones. Aparte de dedicarse a la ganadería, también ha desarrollado otras actividades relacionadas con el turismo. Además, lleva varios años criando perros de guarda, especialmente de dos razas: mastín del Pirineo y pastor de Maremma, este originario de los Alpes italianos.
Kusanovic me explica cómo surgió la idea: «Fue por necesidad. Estábamos desesperados porque no podíamos criar ovejas. Los ataques de los pumas eran constantes. Investigando la experiencia en otros lugares, dimos con la solución: perros de guarda. Hay que elegir bien la raza y criar a los perros correctamente para que se adapten bien al rebaño y al terreno. Entonces, su efectividad es enorme y la protección al ganado está garantizada». El proceso de cría es fundamental: «La madre mastina da a luz entre el rebaño y pasa las primeras semanas junto a los cachorros en el corral, conviviendo con las ovejas». Eso deja una impronta básica en los perros, que se sienten parte del rebaño y los llevará a proteger a las ovejas como si fuesen su propia familia. Al cabo de unas semanas, la madre abandona el establo y las crías se quedan solas con las ovejas. En pocos meses, esos cachorros se convierten en auténticos perros guardianes.
Hace poco volví a encontrarme con Kusanovic. Orgulloso de su tarea como criador canino, me explicó cómo ha evolucionado su labor en la crianza de mastines: «Ya llevo casi 500 perros pastores criados y entregados en Chile, Argentina y Uruguay. Alguno incluso ha viajado a Estados Unidos. En todos esos lugares los perros están evitando el ataque de los pumas a las ovejas».
Ahora, el Parque Nacional Torres del Paine está lleno de perros pastores. Los pumas rara vez se acercan al ganado y, por lo tanto, los ganaderos no ven la necesidad de abatirlos como hacían antes.